viernes, 11 de diciembre de 2020

 

                                            CARRATALÁ Y CANGALLO

                                            (Notas reflexivas para la historia de Cangallo)

                                                                                                                         Max Aguirre Cárdenas

Poco sabe el cangallino sobre el perfil biográfico de don José de Carratalá: el verdugo de la Heroica Provincia de Santa Rosa de Cangallo. Este personaje está tan vinculado a la historia de esta provincia, no solo porque ordenó el incendio total de su ciudad capital y el holocausto de su población, sino porque después de arribar con sus efectivos militares de Lucanas y Coracora, donde realizaron actos de crueldad y pillaje, parece que tuvo en Cangallo, días después del 17 de diciembre de 1821, un breve interludio para meditar sobre el peso histórico de la acción antisubversiva descomunal que había cumplido días antes, siendo jefe de una división del ejército realista acantonada en la ciudad de Huamanga e Intendente interino. Así lo sugiere un documento que debió llamarse -si no tuviese un hálito de inautenticidad- Carta Histórica de Carratalá. En él se autopercibe como un personaje que inevitablemente iba a pasar a las historias del Perú y España; en una como villano y en la otra como un héroe. En el caso peruano, no solo por sus campañas combativas en los escenarios del sur y el centro de su territorio ahogando en sangre los gritos independentistas ingratos a los oídos del invasor ibero, sino, principalmente, por sus crímenes de lesa humanidad cometidos en la razzia cangallina que había protagonizado días antes. Como sabemos, la respuesta inusitada de Cangallo a la bestialidad de este cancerbero hispano, fue una actitud heroica sostenida, una convicción patriótica sobrehumana que le impidió doblar la cerviz pidiendo clemencia. ¡A más brutalidad, más patriotismo! Los cangallinos, que no se dejaron engañar por el falso cortejo humanista de sus admoniciones, lejos de amilanarse con sus proclamas amenazantes hechas públicas en sendos  bandos y carteles, y lejos de arredrarse con la fama homicida del etnocida que había convertido su ciudad en ceniza asfixiante, en un ataúd gigantesco para niños, ancianos y mujeres, y venero de lágrimas torrenciales, perseveraron desde el regazo de la adversidad en la causa justa de la libertad, manteniendo su calidad de guerrilleros indómitos que, inevitablemente, la historia -sin camisetas nacionales- iba a honrarlos. Por ello, el 12 de febrero de 1822, enfrentaron nuevamente a los alevosos asesinos que retornaban del sur huamanguino, cargados de bienes hurtados y la conciencia defecada por los demonios. Los valientes  cangallinos y sus morochucos se habían integrado a las fuerzas del legendario Cayetano Quirós que venía de Ica y pelearon como leones -aunque con resultados adversos- en Pucutay y Chaquiqochapampa (Pomacocha). Perdieron en Pucutay centenares de hombres y en Chaquiqochapampa -como dice el parte de Carratalá al Virrey- casi medio centenar de vidas y parte del parque modesto de carabinas, lanzas y caballos.

    Y es que el guerrillero cangallino, nunca escatimó brindar a la Patria su propia vida y  hasta la de su prole o la de su mujer; no solo fue el guerrero prototípico que osaba únicamente con sus galgas, huaracas, cocobolos y lanzas enfrentarse al enemigo profesionalmente entrenado y dotado con tecnología armamentística más avanzada, sino que aportó la vitualla alimentaria para sus ejércitos, o la parafernalia para su preparación: ollas, bebidas, cucharas, mates y leña, transportadas por las célebres rabonas. Estas últimas tendrían tal importancia que, aunque inicialmente los ejércitos de San Martín y Bolívar no las consideraban necesarias, puesto que en la guerra eran roles que podían cumplir los varones, pronto comprenderían que los guerrilleros no eran nada sin ellas, dado que no solo eran sus pares de virtudes guerreras, sino que eran la madre de sus hijos -lactantes en su mayoría- presentes en la aventura insurgente y desempeñaban naturalmente la obligación tradicional de alimentar a sus hombres y su prole, además de ubicarse prudentemente en la vanguardia de las guerrillas para preparar el arsenal de piedras para las huaracas, si la táctica lo requería su no presencia en la retaguardia. Flora Tristán las describe brevemente en una función inadvertida habitualmente en el escenario de una batalla: no sólo cargar piedras redondeadas para la huaraka de sus hombres, sino juntándose todas, encender grandes fogatas y dar alaridos para intimidar al enemigo creando la ilusión de una numerosa presencia de combatientes (Ver Tristán, 2005: Libro II, Cap. IV: 307 sq., dedicadas a la Batalla de Cangallo en Arequipa. Para una mejor representación de los montoneros, ver “Memorias del General Guillermo Miller”, 1975, Tomo II: 96 y 97). A mi juicio, el símbolo de la complementación del guerrillero y la rabona debe ser Cayetano Quirós y su compañera María, muertos también por Carratalá. Primero ella, blandiendo heroica la espada en un encuentro de las punas de Paras y el segundo, su hombre, aprehendido y fusilado con su fiel lugarteniente Punto Fijo, después de ser capturados aguas adentro  en una playa de Pisco. Lamentablemente ignoramos todavía la  identidad de esta heroica mujer para colocarla con veneración en el pedestal de la inmortalidad. Creo que la nación debe también mucho a esta heroica pareja y debería recordarla por siempre, por lo menos, representándola coronada de laureles en el Libro Nacional de la Gratitud que debería editarse, y poniéndola como ejemplo cívico a seguir por las generaciones jóvenes por sus virtudes de patriotismo, amor y fidelidad.  Retornemos a lo de Carratalá.

      Decía que este jefe hispano, al parecer, tuvo en Cangallo un momento de apaciguamiento de las tensiones de la guerra para reflexionar sobre su conducta genocida, que no sabemos si le creó un pesado y corrosivo sentimiento de culpa. Todo indica que no fue así, ya que -como dijimos- la repitió en el Sur huamanguino, aunque no tan brutalmente como en Cangallo. Las tradiciones parinacochanas indican que en el Sur ocurrieron hechos milagrosos de los santos patrones de algunos pueblos que impidió que los impulsos piromaníacos de Carratalá llegasen a extremos. Incluso creyeron algunos fieles que la muerte de su lugarteniente (el miserable José Manuel Romano, alias “Pucatoro”, asesino del santafecino Hurtado de Mendoza y vil traidor de la Revolución de 1814) a manos del coronel pacapaucino Castañeda, se debió a un designio divino (Ver García, 1950: 216 a 218 y 229). Sin embargo, sería injusto en atribuirle de entrada minusvalías psicopatológicas sin conocer complementariamente los antecedentes de su vida social ni la educación que recibió en la esfera familiar ni su patrimonio genético. Pecaría contra la vocación hacia la objetividad científica del historiador serio, que debe guardar sindéresis y huir de sus prejuicios que alteran la comprensión de los acontecimientos humanos, aun cuando reconozco que en  historia -donde se materializan los valores- es muy difícil  transponer las redes epistemológicas de la objetividad, de la verificabilidad y de la logicidad que controlan los procesos de descripción,  explicación y pronóstico de la ciencia.  Recordemos que España recibió como enseñanza de sus distintos invasores las medidas que ellos aplicaron con nosotros; sobre todo de los sarracenos de quienes aprendieron el “arte” de arrasar genocidamente. Tuvo, pues, un aprendizaje de sangre sudor y lágrimas que, antes de invadir América, lo ensayó al extremo con los judíos en el mismo suelo ibérico (Ver Manrique, 1993). Pero no nos engañemos, con Carratalá basta una muestra histórica para reconstruir su identikit moral.

Me es indispensable ─escribió el cura de Parinacochas Francisco de Amaz, testigo de la “visita” de Carratalá y su jauría de depredadores─ en fuerza de mi obligación y adhesión a nuestra justa causa el orientar a V.S. de la fatal escena y catástrofe que hemos padecido en la provincia de Lucanas y ésta por hallarse ambas sin una cabeza formal que pudiese defenderla  al ingreso del más tirano e impío de los hombres, el Gral. Carratalá, que en una y otra Provincia ha incendiado casas y pueblos enteros, a saqueado cuanto su despótica ambición ha podido, sin perdonar aún los templos consagrados al Dios todopoderoso, llevándose cálices, copones y desnudando los frontales de plata, por haberse retirado todos los habitantes, hasta los párrocos, por temor de sus sacrílegos atropellamientos y, según, digo, indefensos y no ser víctima de sus furias, como lo han sido muchos infelices...etc”. (Roel, 1971: 189).

Si los desastres del Sur huamanguino fueron descritos así, ¿cómo hubieran narrado los testigos de la época la destrucción de Cangallo, dada su dantesca magnitud? Infortunadamente, no tuvimos tales registros, sino los conservados en los lacónicos partes y decretos españoles.

            Retornando a lo de Cangallo, se sabe por el documento aludido en el primer párrafo y que está en proceso de autenticación, perteneciente al Museo Cangallo, y que lo publicamos como anexo de este trabajo con la esperanza de recibir ayuda para aquel fin..., que el abogado de la Audiencia del Cuzco, un tal Dr. Mavila, recibió del general Carratalá una invitación escrita con el propósito de elaborar una “Carta Histórica” “sobre las acciones y luchas realizadas en el Departamento de Ayacucho durante los años de 1814 al año 1822”. Para ello, este abogado se habría trasladó a Putica acompañado probablemente por un ex gobernador sub-delegado y un amanuense, protegidos por una escolta de soldados al mando de un jefe militar. Exceptuando lo de Mavila, los nombres de los miembros de la embajada no se consignan y solo se desliza el término “viajamos”. Dice que se hospedaron en el Cuartel General que Carratalá había instalado en Putica, en el sitio denominado Sucupa. El feroz coronel que había sido ascendido por la Serna al grado de General como premio a su conducta genocida en Cangallo (seguramente días después del decreto de aprobación de 11 de enero de 1822, y recién publicado en la gaceta oficial el 22 de enero y al parecer en la ciudad de Cangallo y no en el Cuzco), habría querido asegurarse que su nombre figure en los anales de la historia peruana temiendo seguramente disolverse en el sepulcro del olvido o exigido por sus delirios megalomaníacos. En efecto, en un pasaje del documento declara:

Con José la Serna ambos participamos cuando el 11 de Enero del año 1,822 aprobó por Decreto mi conducta como el General José de Carratalá y fuí publicado el 22 de Enero en la gaceta que editaba el gobierno virreynal aquí los Cangallinos en la Independencia.

    Esto significa que la entrevista con el invitado cuzqueño se habría realizado -según mis primeros cálculos- entre el 23 ó 24 de enero y el 1 ó 2 de febrero, aproximadamente, en razón a que el 20 ó 21 de febrero ya se encontraba de retorno en Huamanga y esos días envió a su jefe Canterac el informe de su incursión a Cangallo, Lucanas y Parinacochas y le pedía instrucciones, conforme lo atestigua García Camba en sus Memorias (Leguía, 1972: 375). Además, el 5 de febrero habían sido avistados por Pauza -Carratalá y sus bárbaros Atilas- por el cura Francisco de Amaz (Roel, 1979:189) y la Batalla de Chaquiqochapampa (Pomacocha) tuvo seguramente lugar el 12 de febrero como desliza el Informe de Carratalá al virrey La Serna de 19 de febrero. No sé con qué fecha se habría invitado al abogado Mavila: Si fue después de la publicación del generalato de Carratalá, y dado el viaje de aquél desde el Cuzco en unos seis o siete días a lo sumo, entonces la entrevista de Putica se habría realizado entre el 30 de enero y el 1 ó 2 de febrero; esto es suponiendo que la invitación al letrado viajó adjunto al informe al virrey sobre la quema de Cangallo. Adicionalmente, la Carta Histórica nos revela que ella fue redactada antes de emprender viaje a Lucanas y Parinacochas (“Posteriormente -dice en su párrafo final- proseguiremos con todas mis tropas, desplasandome a las Provincias de Parinacochas, Lucanas). La Carta de marras no exhibe fecha de redacción y apenas lleva la firma de Carratalá. Grosso modo, podemos afirmar que el jefe español estuvo en Cangallo unos 18 ó 19 días, aproximadamente. En el documento existen pasajes breves alusivos a estos hechos que permiten formular esta hipótesis. Los detalles más conocidos sobre la incursión de Carratalá a Cangallo y el Sur huamanguino los he desarrollado en mi  libro Ayacucho: Vilcashuamán y Cangallo, de tal modo remito al lector a él, para que tenga un panorama más inteligible de lo que he dicho hasta aquí (Aguirre, 2008: 439 a 455).

    ¿Dónde se habría hospedado el general Carratalá y dónde se habría realizado la entrevista con los invitados cuzqueños? La Carta Histórica menciona que por acuerdo de la Base General y todos los oficiales se construyó una oficina “en el sitio denominado Cuchun Calle, donde el camino desvía a dos partes,  un camino con dirección a  Pacaypata y otro procigue por el camino “Cuchun Calle”, en esta oficina de Cangallo destaqué bajo mi control la caballería contra el pueblo tan malo y malvado... (Carratalá, s/f). Teniendo en cuenta que el pueblo de Cangallo, en esa ocasión, mantenía su estructura espacial de diseño cuadriculado como todas las villas españolas, especialmente las fundadas por los ibéricos y obligadas  por una norma real, se puede decir  que Cangallo tenía un plaza central cuandrangular, con dos o tres árboles centrales y apta para el juego de las cañas y los toros, un espacio donde se erigió una iglesia rústica de una sola torre (la izquierda), un espacio para el cabildo, la cárcel, la casa cural, y quizá alguna residencia para los corregidores que eligieron Cangallo para vivir. La famosa reconstrucción propuesta por San Martín después de su segundo incendio, a través del decreto ley Nº 86, estoy convencido, jamás se cumplió. Hasta donde he hurgado en los archivos, no existe en ellos las huellas del monumento que obligaba construir la mencionada ley, seguramente porque las circunstancias no lo permitieron, como anunciaba premonitariamente en su Art. 1º.

       Cuchun Calle, a mi juicio, debe haber sido entonces la actual 17 de diciembre como ya he aseverado en un anterior trabajo y confirmo adelante. En efecto, si partimos de la plaza, desde la actual biblioteca parroquial de las religiosas mercedarias ubicada en la esquina noreste y llegamos a la primera intersección con Mariscal Cáceres, el camino se divide en la forma que describe el documento. Por la derecha se iba a Paqaypata y de frente se proseguía por la misma Cuchun Calle. Por las riadas estivales del Macro, el espacio que se orienta hacia él (llamado en alguna época Ranra o Pedregal), no exhibía muchas casas; las chozas que existían formaban parte de cercos construidos con piedras de canto rodado traídas por el río, frutales y posiblemente alfalfares. La actual Av. Argentina era un rudimento de calle limitada por cercos de piedra. No existía la actual calle Tupac Amaru, pues los espacios lateral derecho y a espaldas  de la iglesia eran ocupadas por el primer cementerio de Cangallo. Lo que sí existía era una callejuela que ahora es el Jr. Tarapacá donde se habían construido algunas residencias por la seguridad que ofrecía el rincón o Kuchun y las tenerías o curtidurías de badanas y cueros que se habían instalado a las orillas del riachuelo estival que precisamente lo llaman hasta ahora Tenería. Este rincón era antiguamente hábitat de ayllus indígenas -llegados probablemente del Qollao- que originaron grupos familiares llamados Collana y Collana Cucho (Qollana significa en el primitivo aimara: principal). He encontrado un documento que sugiere la posible existencia de una casona para los corregidores en la callejuela ésa.  Pero Cuchun Calle era en verdad una vía angosta con su acequia central como todas las callecitas, que iba pegada hacia el cerro Paqaypata y por ello la habían llamado así. Cuando se abrió la calle Tupac Amaru que inicialmente era un callejón estrecho, Cuchun Calle empezó a ser llamada Chaupi Calle y la Av. Argentina: Cheqo Calle. Esta suerte de retrato esbozado es una descripción provisional, seguramente con yerros, que espero que alguien los corrija y cuyo fruto lo objetive en un plano del pueblo colonial correspondiente a 1821, para ser publicado en EL LIBRO DE ORO.

      Sin embargo, la reseña citadina hecha, aunque un poco caricaturesca, era necesaria hacerla para acercarnos a lo que quiso describir el autor de la redacción del documento promovido por Carratalá.  La calle principal, en 1821, era Cuchun Calle y fue el mismo Carratalá en persona quien la bautizó como 17 de diciembre. El texto reza:

Al incendiar Cangallo, el lugar que se encontraba la oficina, en Cuchun Calle se puso el nombre de 17 de Diciembre en Honor al trabajo histórico de la quema de Cangallo” (Carratalá s/f).

La famosa oficina habría sido la casa que ahora pertenece a los descendientes de la extinta matrona Sra. Rosa García Obregón. Mi hipótesis se hace más verosímil si se tiene en cuenta que dicha casa es de factura muy antigua por tener un diseño colonial de sala-dormitorio, corredor para huéspedes, comedor y estar diario, alacena adjunta, cocina rústica, patio extenso, huerta de frutales y hierbas aromáticas, batán para la molienda, paredes de más de un metro de ancho, los restos de un calesín, ladrillos de piso cuadrados, maqmas para granos y bebidas, etc. Infortunadamente, las lagañas de nuestras autoridades no les ha permitido ver las huellas de la grandeza de nuestra ciudad, incendiada parcialmente en 1820 por el genocida Ricafort, reiterada por su par Carratalá al año siguiente hasta borrarla del mapa, tragedias a las que se sumaron las fuerzas combinadas de la naturaleza y la perversidad humana para barrerla del Pampas en dos o tres oportunidades más. Pero Cangallo fue la heroica ciudad que se levantó como el Ave Fénix desde sus cenizas, tantas veces como la Providencia ordenó. Algo más: El indicio más importante de que la oficina de Carratalá es la casa que ahora es de los herederos de la Sra. Rosa García, es el hecho de que su  actual propietario el Sr. Walter Gamboa García posea la copia del documento, que recibió a su vez de su madre y ésta, en su oportunidad, de sus antiguos dueños. Ahora me sirve como fuente principal para redactar este artículo, facilitado por la magnanimidad y los vínculos familiares que me unen al titular, luego del cual formará parte del patrimonio documental del Museo que pretendo formar para Cangallo, aun cuando ella sea declarada apócrifa. Hasta donde he indagado, gracias a la documentación existente en los archivos y el registro de la tradición oral, sé que Cuchun Calle era la sede de las mejores construcciones del pueblo, donde habitaron probablemente algunos corregidores de Vilcashuamán que prefirieron radicar en Cangallo, como el Marqués de Feria, o sea, el General Manuel de la Vega Cruzat, el mismo que hizo construir el arco de la puerta de la entrada de la iglesia de San Pedro de Cangallo. Todavía en 1924, José Ruiz Fowler afirmó en su Monografía Histórico-Geográfica de Ayacucho, que en 1821 Cangallo era floreciente y populosa. Quedan ahora algunas ruinas de dichas casas, alguna todavía con arquerías de barro, cimientos de piedras labradas, restos de mampostería de la época, etc. Bueno, no podíamos esperar mucho después de tantas tragedias. Como he dicho, Cangallo ha sido destruida hasta el hartazgo. Tengo el pálpito que no podrá librarse en el futuro mediato de la maldición de Carratalá que profetizó la desaparición de Cangallo, pues, hoy mismo, los vampiros de la destrucción social la siguen acechando (¿Ofendo a la biología llamando vampiros a las nocivas ratas de albañal? ¿Ofendo a Cangallo señalando sus buitres y carroñeros, e identificando el olor emético de sus canes mendrugueros?). Dejaréles por hoy en paz. Creo que ahora disponemos de algunos datos para responder a la pregunta formulada al inicio de este párrafo: ¿Dónde se habría hospedado Carratalá cuando incursionó a Cangallo para borrarla del catálogo de los pueblos? El general alicantino lo habría hecho, como el abogado Mavila, también en Sucupa que, en efecto, es una pendiente estratégica para la protección de los numerosos efectivos con que contaba, más el centenar y medio de caballos y el parque bélico para la ofensiva. No pudo ser en la iglesia de Putica -como dice la tradición-  por estar lejos de Sucupa y ofrecer inadecuada protección por los cuatro puntos cardinales contra la caballería morochucana.

Yo como responsable -dice- como General instalé mi Cuartel Gueneral en el pueblo de Putica, en el sitio denominado “Sucupa” que se encuentra a 4 kilómetros de Cangallo, lugar estratéjico para controlar a los Montoneros de Cangallo, expropiando 10 Hectarias de Terreno aproximadamente, lugar estratejico para el control de los asaltos, asecinatos por los delincuentes Cangallinos” (Carratalá s/f).

Tampoco pudo ser en la famosa “oficina de Cangallo”, pues en un párrafo de la Carta se dice claramente: “Al incendiar Cangallo, el lugar que se encontraba la oficina en Cuchun Calle...etc.”. Esto significa que la destrucción de Cangallo fue total, incluyendo la famosa oficina y la iglesia, pese a la fe cristiana del excecrable pirómano. Esto implica también que la redacción del documento (si ella fue real y no inventada), se habría realizado en los subsiguientes días del 17 de diciembre y en Sucupa. El cartelón que hizo poner en Cangallo todavía humeante decía:” Queda reducido a cenizas y borrado para siempre del catálogo de los pueblos el criminalísimo Cangallo, cuyos habitantes, continuando en su perfidia se han negado con su fuga y sus excesos a la fraternidad con que mis tropas han mirado a los demás del partido En terreno tan proscripto nadie  podrá reedificar y se transmitirá la cabeza de la Sub-delegación a otro pueblo más digno: mayores castigos dictará aún el brazo invencible de la justicia, para que no quede memoria de un pueblo tan malvado que sólo puede llamarse nidero de ladrones, asesinos y toda clase de delincuentes. Sirva de escarmiento a todas las demás poblaciones del distrito. Carratalá. Cuartel General de Putica.(Roel,1971: 187). El contenido del cartelón fue ratificado en todas sus partes por el virrey La Serna a través del decreto ya mencionado muchas veces, de 11 de enero de 1822, y que ordena en su Art 1º que el Partido de Cangallo se titule en lo sucesivo de Vilcashuamán; en el 2º: que su capital sea Pomabamba; y en el 3º: que nadie podrá reedificar nada en Cangallo ya que ha sido condenada a su desaparición. 

      Las invectivas contra los cangallinos abundan en las páginas de la Carta Histórica, algunas de cuyas muestras las he transcrito. Quizá sea necesario anotar que, sin embargo, contiene un corto pasaje en que Carratalá se ve obligado a reconocer alguna virtud en nuestros coterráneos del pasado y específicamente en Basilio Auqui. Dice:.”

.....en 1814 los cangallinos valientemente ingresaron masibamente a las filas de la Revolución de Pumacahua y Angulo donde el 29 de setiembre del mismo año, en Huamanga, fueron fusilados, muchos Patriotas Cangallinos, en 1815 surgió el insigne Basilio Auqui Huayatalla, quien comandó a los aguerridos “Morochucos”, y mandó enundar las pampas de Secchapampa lugar donde participaron mas de 400 realistas, perdiendo además armamentos y viveres.

“El 17 de Diciembre de 1,821 frente a las arduas desiciones, Yo General don José de Carratalá mandé destruir incendiando Cangallo, porque era el principal centro de los montoneros y las conspiraciones por la causa de la Independencia del Perú” (Carratalá, s/f).

        Intentemos ahora reconstruir a grandes rasgos los principales eventos de la vida del verdugo de Cangallo. Procede de la provincia española de Alicante. En efecto, sabemos que nació en la capital alicantina en 1781. Estudió jurisprudencia en la universidad de Alcalá de Henares, pero al producirse la invasión napoleónica a España, abandonó y se alistó en el ejército. Buscó protección en Cádiz cuando los enemigos franceses invadieron Andalucía, para ponerse más tarde a órdenes del inglés Lord Wellington. Luchó en Tudela en el segundo sitio de Zaragoza donde cayó prisionero. Huyó de la prisión y se trasladó a Tortosa donde lo recapturaron, pero de la cual también huyó. Concluida la guerra ya era Teniente Coronel. Desde muy temprano, se caracterizó por ser un militar escurridizo, inteligente y con gran capacidad de mando. Precisamente por esta última calidad lo vemos luchando en 1815 ó 1816 formando parte de la expedición de Pablo Morillo enviada por Fernando VII para someter a Venezuela y Nueva Granada. Intervino en la sumisión de la isla Nueva Margarita, en el caribe venezolano, que se había levantado contra España todavía en 1810. Pasó al Perú a órdenes de Ricafort formando parte del Regimiento de Extremadura para ubicarse en el Alto Perú. Combatió inicialmente en Salta y  Jujuy (Argentina) contra las tropas de Güemes y a órdenes del general José de la Serna. En Jujuy se casó con una rica heredera después de un brevísimo tiempo de romance, para pasar, en 1816, a La Paz para reprimir a los patriotas alzados. Fue Jefe de Estado Mayor de Canterac. Aquí se mostró terriblemente sanguinario cuando presidiendo un Consejo de Guerra, hizo fusilar a los prisioneros de espaldas al pelotón, para exhibir luego sus cadáveres en la Plaza de Armas. Permaneció en el Alto Perú hasta la llegada al Perú del famoso Ejército de los Andes encabezado por San Martín, que obligó al grueso de las fuerzas realistas a trasladarse al Perú central, donde fue ubicado él. Pronto lo vemos en Arequipa el año 1820. Ascendió al grado de Brigadier por decisión del general Canterac, distinguiéndose en las últimas campañas antisubversivas del Perú. Combatió en Ica, Tarata, Moquegua y Huamanga. Encabezó las luchas realistas en esta última Intendencia por decisión de Canterac y el virrey La Serna que lo hicieron Jefe de la Fuerzas Realistas del Centro del Perú, Jefe de la División del Ejército acantonado en la ciudad de Huamanga e Intendente interino, con el grado de Coronel. (En esta parte hay algunas inexactitudes biográficas, puesto que si era ya Brigadier, equivalente a General de Brigada, no entendemos cómo se le nombra en los documentos oficiales de ese momento como Coronel). Combatió con los rebeldes de Cangallo realizando estragos genocidas en las provincias o subdelegaciones de la Intendencia de Huamanga. En 1821 por sus “hazañas” en Cangallo, ciudad a la que redujo a cenizas e hizo arar su suelo para echarle sal, el virrey lo nombró General del Ejército Realista. Ocupando este cargo ordenó la muerte de la heroína María Parado de Bellido en 1822 y la abominable del héroe Basilio Auqui en febrero del mismo año. Combatió la primera expedición de Intermedios por orden del virrey La Serna desde Puno a Arequipa al mando de 1,000 efectivos. Lo hallamos en la batalla de Zepita el 24 de agosto de 1823 integrando las fuerzas de Valdés que fueron batidas por Santa Cruz. Fue ascendido a Mariscal de Campo para pasar en esa calidad a Potosí como Gobernador Intendente en el que fue apresado por Olañeta. Pero logró fugarse para verlo participando el 9 de diciembre de 1824 en la gran Batalla de Ayacucho como jefe de la división de reserva y donde se decidió “la suerte de América” y se consolidó la Independencia del Perú. Según declaración suya, él fue el que redactó las Bases de la Capitulación cuyo documento final fue finalmente suscrito por los general José Canterac y Antonio José de Sucre. Estuvo pues -como afirma- durante la parte más crítica del período de la Emancipación. Pueblos como Chuquibamba, Caravelí, Camaná, Sanca, Hualla, Soras, Jauja, Ica y los demás mencionados en este artículo fueron testigos de sus latrocinios. Después de la batalla de Ayacucho, lo vemos en Mollendo trasladándose en un vapor con destino a España.  A su retorno a la península, lo destacaron como General contra los carlistas, y, por ello, combatió en Cataluña y el norte español al general carlista Tomás de Zumalacárregui, derrotándolo en Ormáiztegui. Posteriormente ocupó distintas Capitanías Generales y fue nombrado ministro de la Guerra en el gobierno Ofalia de 1837, ocasión en que recibió condecoraciones y fue declarado Benemérito de la Patria en grado heroico eminente. Murió, según todas las fuentes, el año de 1854.

      Volvamos al asunto de la autenticidad de la Carta Histórica. El documento atestigua como verídico mucho de lo dicho hasta aquí, que además se funda en otras fuentes. Sin embargo exhibe una grave incongruencia que lastima los aportes que realiza éste a la historia de Cangallo. Mi tarea entonces se convirtió en un perplejo y anonadado intento de explicar el entuerto. Confieso que nunca viví una frustración similar por mi incapacidad de resolver el origen de la incongruencia que casi me obliga a ejecutar en mi vieja computadora el comando de borrado definitivo para abrazarme terapéuticamente con el olvido. Formulaba mil hipótesis de solución al intríngulis y mi frustración iba in crescendo  alimentada por mi negativa a declarar el documento como apócrifo sin someterlo a la criba reiterada de la crítica. Y en eso estoy: el diablillo de la curiosidad me invita pícaramente a explicar el entuerto. Para ello, lo he tamizado el documento reiteradas veces, confrontado con mis fuentes a mano, y lo único que he logrado es un manojo de conjeturas. Vamos al grano:

        La Carta Histórica, se colige de ella, fue redactada en el Cuartel General de Putica en la presencia de Carratalá y una comisión invitada que llegó del Cuzco. Presuntamente se hizo después de la quema de Cangallo y antes del viaje de los españoles a Lucanas y Parinacochas. En efecto, el documento lleva por título lo siguiente: “Por Invitación Escrita del General don José Carratalá Viajamos al Cuartel General de Putica Conducido por los Militares y Soldados para Elaborar una Carta Istórica Sobre las Acciones y luchas realizadas en el Departamento de Ayacucho durante  los años de 1,814 al año 1,822”. Por otra parte en la pág. 3 al relatar su vida, obligado por la primera pregunta, y pese a estar transcurriendo recién el año 1821, afirma:

“...y por fin en Ayacucho, donde redacté  las Bases de la Capitulación y regresé a España y me destacaron como General Carlistas y en el Norte donde derroté a Sumalacarrigue en Ormestegui. desempeñé posteriormente el Ministro de la guerra en el gobierno Afalia en Ceremonias recibí Condecoraciones y fuí declarado Benemérito de la Patria en grade heroico emenente”.

Y en la pág. 8, confirmando estar entre finales de diciembre de 1821 y comienzos de enero de 1822, el godo cruel remata su declaración diciendo:

 Posteriormente proseguiremos con todas mis tropas, desplasandome a las Provincias de Parinacochas, Lucanas en la que aré publicar profundamente una de mis proclamaciones”.

La pregunta que surge inevitablemente es: ¿Cómo pudo relatar Carratalá los acontecimientos protagonizados en la Batalla de Ayacucho en 1824, y los acaecidos a su retorno a España, si la Carta Histórica, al parecer, se redactó días después del incendio de Cangallo y antes de su movilización a Lucanas y Parinacochas?

       Reitero, la pregunta me ha ocasionado una tormenta intelectual que ha puesto en cuestión mi confianza en las fuentes relativas a la historia de Ayacucho y la historia del Perú. Pero lejos de amilanarme y arrojar todo al vertedero, me ha tenido devanando mis sesos por muchos días, como si se tratase de una partida de ajedrez a punto de ganarse por imperio de la lógica, pero perdida al final por una trampa del adversario.  Inconforme daba vueltas obsesivamente al problema que no vislumbraba salida, como a una masa de harina pegajosa con el rodillo de un panadero. Tengo recalentadas las neuronas; por eso, apuro algunas conjeturas surgidas al acaso:

    l. Que la entrevista de marras ocurrió realmente, pero fue interrumpida por algún imponderable, en cuyo caso, la redacción de la Carta resultante se completó en España, quizás a través de un escribiente indígena llevado de Cangallo y que fue testigo de los hechos desde el principio. Por ello, el documento exhibe muchos errores ortográficos y únicamente lleva la firma de Carratalá, pese a que al final del documento se dice:

Se dió por terminado la converzación para elaborar la Carta Historica y firmamos al pie del Presente documento”.

        2. Que la entrevista nunca ocurrió sino en la mente de Carratalá como un proyecto que deseaba realizarlo para mitigar sus corrosivos sentimientos de culpa incrementados en las postrimerías de su muerte. La Carta Histórica se dictó entonces en España a un escribiente indígena llevado allá y con datos recopilados con anterioridad o, en su defecto, con datos que Carratalá recordaba de Cangallo por haber estado en ella muchos días, haber dirigido personalmente la quema de Cangallo desde su oficina de Cuchun Calle, donde tuvo su caballeriza por muchos días, seguramente para facilitar también la alimentación de sus huéspedes equinos;

“...esta oficina de Cangallo destaqué bajo mi control la caballería contra el pueblo tan malo y malvado...”, dice en la pág. 6.

       3. Que fue redactada en Cangallo por algún ladino testaferro que mantenía comunicación epistolar con el godo compadre y fue testigo de la entrevista. Obviamente, los datos se los habría proporcionado el interesado Carratalá y, por ello, la firma suya estampada al pie del documento sería una burda falsificación, añadida al hecho de que tampoco lleva las firmas del abogado Dr. Mavila ni del otro interlocutor de la entrevista: el ex-gobernador subdelegado, y tampoco se consigna la fecha correspondiente.

     4. Que es un documento fraguado por alguno de los propietarios del inmueble donde presumiblemente se encontró el original; dueño descuidado en la lógica de los acontecimientos, pese a ser gran conocedor del tema Carratalá e inteligente en reproducir las características materiales de la época e imitar la ortografía de un escribiente semi-analfabeto. Cuchun Calle o jirón 17 de diciembre, habría sido el precursor de la calle Azángaro limeña.

       5. Que es una reconstrucción ulterior de un original deteriorado por uno de los eventos destructores de Cangallo posteriores a 1822. Como fue reconstruido tardíamente por un escribiente inculto, éste no guardó las formalidades del caso correspondiente a este tipo de documentos, descuidó alevemente la ortografía (sobre todo en las reglas de puntuación que hacen equívocas a muchas de sus afirmaciones). y menos se observó la consistencia lógica elemental. El uso del papel sello 5º de 2 reales de valor, no abonaría esta presunción, salvo que el sello haya sido también falsificado con uno que nunca tuvo vigencia. 

       6. Que la Carta, es una broma histórica de mal gusto gastada a los profesionales del ramo y, por tanto, apócrifa. Broma, porque toda conjetura de solución conduce a un laberinto sin salida.

       En torno a esta última suposición deseo opinar en el sentido de que esta acusación debe distinguir el nivel del documento como todo y el nivel de la variedad de datos que contiene. Como todo, a su vez debe distinguirse si él es materialmente original o falsificado con prescindencia de su contenido. Como portador de un discurso puede ser declarado apócrifo si el argumento que contiene o la historia que narra es falsa, aun cuando el documento materialmente sea auténtico. Pero como portador de datos que cada uno de ellos puede ser verificado, puede ser declarado útil o inútil y, en esa medida, ser utilizado como fuente por el historiador si sus datos componentes o parte de ellos son verdaderos. Como portador de un relato histórico que eslabona lógicamente muchos datos la existencia en él de proposiciones contradictorias puede convertir al todo, es decir al relato, como falso por inconsistente (Por la ciencia lógica sabemos que toda argumentación que exhiba en la cadena de proposiciones dos de ellas que se niegan mutuamente, la argumentación toda no es válida). En consecuencia, el discurso de Carratalá, como todo que no tiene el carácter de una demostración sometida a las reglas del cálculo proposicional, puede declarársele como no válido y la historia biográfica que narra como falsa; pero sus datos componentes o algunos de ellos calificárselos como verdaderos.. Nosotros sabemos por otras fuentes que gran parte de los datos que consigna la Carta Histórica de Carratalá son verdaderos o, considerados como tales, por la crítica académica del gremio. Si un dato del mismo es probado como falso, no significa que los demás datos sean falsos. En historia, cada proposición tiene relativa autonomía y son susceptibles a ser verificados independientemente a su eslabonamiento en un discurso. Al ser declarados verdaderos pueden incorporarse a una cadena con otras verificadas y convertirse en una argumentación lógicamente eslabonada cuyo producto o productos son verdades lógicas que, a su vez, pueden ser contrastadas por otros hechos registrados en otros documentos. En nuestro caso, la mayor parte de los acontecimientos relativos a Cangallo relatados en la Carta declarada apócrifa, han ocurrido realmente, es decir, son verdaderos; algunos otros constituyen una novedad y esperan ser verificados, pese a guardar coherencia con el resto de los hechos. Otros son por cierto incongruentes y no encajan en la lógica del discurso. Como decía E. H. Carr, el extinto teórico británico, los datos que no siempre son históricos no deben -sin embargo- ser convertidos en fetiches; lo que importa en la historia es la interpretación y la valoración de ellos en función a la cadena narrativa de los que forman parte.  Pero precisamente por eso, el quehacer de la ciencia histórica es siempre interesante y atrapa al investigador. Por ello es que no hemos elegido el comando “borrar todo el documento” para eliminarlo con un clic la presunta  herencia de Carratalá para la historia de Cangallo. Si la comisión de algunas inconsistencias o incongruencias fuese el criterio para admitir obras como de Guamán Poma de Ayala y/o del mismo Garcilaso, entonces también habría que eliminarlas con un “clic”. Y ello, jamás sucederá, por razones que explico en mi libro que mencioné y otros -como el de Nathan Wachtel- referidos a estos dos cronistas.

      Existen en las fuentes de la historia peruana documentos de este tipo que invitan a devanarse los sesos para explicar los sucesos. Uno de ellos es el famoso Documento Miccinelli por el que se atribuye la autoría de la Nueva Crónica y Buen Gobierno de Guamán Poma de Ayala, y Los Comentarios Reales de Garcilaso, al chachapoyano Blas Valera. Probablemente el lector no ha advertido la contradicción central que amenaza la consistencia de la Carta Histórica, por carecer de la versión completa del documento que se la proporcionamos al final del trabajo (Ver Anexo). El texto que adicionalmente me ha permitido ser cauto en mis conclusiones es la equivocidad en la redacción del documento. Por ejemplo, el siguiente:

“De mi carrera militar manifiesto que me distinguí en las campañas de la Guerra de la Independencia, en la que participé desde el comienzo formando parte de la Junta de la Ciudad y constituyendo un regimiento en ella”,

(Este segmento evidentemente no se relaciona con el Perú, sino con los años en que todavía no había llegado al Perú. Se refiere a las luchas por la Independencia de España para librarla de la férula de los Napoleón, instaurada por la imprudencia de Carlos IV y su hijo Fernando VII, allá por los años de 1808 a 1814; y por otra parte a su desempeño cívico en su ciudad, o sea, Alicante). Otras, pueden conducir al error porque no se han escrito correctamente los topónimos como: Juyuj, Sata, Tortesa, Tutela, Ormestegui y Afalia, y una onomástica como Sumalacarrigue. Pero lo que más me ha impresionado es la casi exacta coincidencia entre la redacción de la biografía de Carratalá de la Carta Histórica y la del Diccionario de Historia de España editado en Madrid por Alianza Editorial en 1979, excepción hecha de que la Carta afirma que Carratalá fue carlista (o sea luchaba a favor de Carlos V) y el Diccionario que era anticarlista (o sea era partidario de Isabel II). Esta última fuente transcribe la redacción de uno que sólo se identifica por sus iniciales J. de la V. El problema que surge es: ¿Cómo un diccionario de 1979 repite casi ad pédem lítterae un texto escrito a finales de 1821? ¿Es que nuestro documento de marras tiene a su original en España? o ¿es que nuestro documento es una falsificación hecha recientemente? Pero, ¿por qué aparece en Cangallo, una ciudad perdida entre los Andes que, estamos seguros, apenas uno de cada millón de españoles ha oído hablar? Y así, las preguntas salen a borbotones del foso de mi ignorancia.

        El documento ─cuyo original no sabemos dónde se encuentra─ muestra aparentemente todas las garantías de autenticidad. Ha sido redactado en 4 pliegos, en anverso y reverso. Cada pliego, de sello 5º y de 2 reales de valor,  exhibe el sello redondo obligatorio, aparentemente de la época, que contiene un escudo representando un sol radiante rodeado por cuatro pabellones y cinco estrellas que lo coronan. Rodea el escudo una inscripción circular donde se lee: República del Perú, Bienio de 1821 y 1839.  Si el sello es auténtico y todavía de origen virreinal, entonces no debía llevar el logo de República del Perú, aunque lo del bienio 1821 y 1839, sí, porque La Serna todavía no había aceptado la independencia peruana sino en la Batalla de Ayacucho e incluso Rodil recién lo aceptó a fortiori en 1826 a través de la capitulación celebrada en la Plaza del Callao. Jurídicamente, quien tenía que aprobar en última instancia nuestra independencia era el monarca español; aún más si se tiene en cuenta que la autoridad de la Serna había sido gestada en un golpe de estado urdido por la camarilla de Canterac y Valdés que incluía también a Carratalá, con oposición de Ramírez y Olañeta. Pero todo indica que el sello es de origen sanmartiniano, por lo de la República Peruana y lo del bienio 1821 y 1839 (años no correlativos como aparecen en todos los sellos a partir de 1823). Sin embargo, al confrontar la verdad de esta presunción nos hemos dado con la sorpresa de que el Escudo de Armas decretado por San Martín en Pisco, usado en todos los documentos oficiales desde el Protectorado hasta 1825, por haber sido declarado Sello del Estado, es otro. Igual certeza se descubre en los sellos oficiales que los distintos ministerios del gobierno exhiben en la época. Y lo mismo sucede con los sellos que se estampaban en los papeles para usos administrativos como solicitudes, documentos notariales, etc. Nos referimos a los famosos papeles sello tercero y sello quinto. En la fuente oficial que nos sirve de consulta no lo han considerado sino el sello quinto de dos reales desde el bienio 1830 y 1831(Ver Colección Documental de la Independencia del Perú, Tomo X, 1974: 8, 74, 75, 77), como indicándonos que el papel sello 5º de dos reales del bienio 1821-1839 no tuvo vigencia o no existió oficialmente. Queda, sin embargo, una posibilidad: Si el sello del documento es legítimo, entonces podemos pensar de que fue el primer sello 5º de dos reales impreso en los papeles de la época que San Martín dispuso, pero que -por alguna razón legal- fue reemplazado por el papel de sello 5º de dos reales para el bienio 1830 y 1831, es decir antes del vencimiento del primero que era el año 1839 y que no se registra en la fuente (ib.: 77). Lástima que no se diga nada en los libros de historia del Perú correspondientes al Protectorado.

      Por estas dificultades y -como dije- sintiéndome frustrado,  estuve a punto de arrojar al trasto de basura todo lo hecho. Pero la sindéresis se impuso en mi espíritu y decidí publicarlo por varias razones: 1. Podría servir de modelo para que los investigadores de la historia cangallina sepan tamizar sus fuentes para lograr mejores frutos; 2. Para que se siga examinando la famosa Carta Histórica de Carratalá y determinar si he cometido el error de confiar indulgentemente en la fuente de marras; 3. Mostrar pedagógicamente cómo la ciencia avanza entre aciertos y errores, y que en las ciencias sociales y, específicamente, en la historia, no   existen verdades absolutas y que la provisionalidad es frecuentemente su tabla de salvación: 4. Buscar la colaboración de los especialistas para  la aclaración del intríngulis, para lo cual estoy dispuesto a proporcionarles una copia de la Carta carrataliana.  Lo que sí debo reiterar, a manera de colofón, es que los datos que contiene el documento dicho han sido verificados casi en su totalidad y, por ello, me pareció confiable y todavía me parece ahora parcialmente creíble en la esperanza de que debe haber un factor no conocido históricamente que dé razón o desate el nudo cognoscitivo creado por el relato de Carratalá, lo que abonaría la verosimilitud de una de las conjeturas formuladas, de que la Carta Histórica se redactó al final de la vida de aquél como una expresión de su arrepentimiento y una valoración consoladora de su vida censurable por siempre, que equilibre la balanza de la justicia humana trasuntada en la expresión: “en ceremonias recibí condecoraciones y fuí declarado Benemérito de la Patria en grado heroico emenente”, y que también habría que verificarla, pese a la conformidad de muchas fuentes.  La obsesión de Carratalá por pasar a la historia como un grande de la historia española y peruana, y para mitigar su deletéreo sentimiento de culpa al sentir las manos de la parca jalarle al sepulcro, la habría empujado a patrocinar el fraude documental. Si se prueba que el documento es definitivamente apócrifo, entonces deberemos admitir que el autor de la falsificación fue un individuo que representó magníficamente su papel de semi-analfabeto, que conoció más que lo sabido ahora por la historia oficial peruana sobre la vida de Carratalá y que tuvo que agenciarse inteligentemente papeles sellados de la época o prepararlos con sellos inventados; y, por lo que habla de Cangallo, tuvo que ser un conocedor minucioso del pueblo de esa época y, sobre todo, de su anexo Putica y el lugar llamado Sucupa. Pero lo que podría decisivamente procurar mejores explicaciones al problema sería la ubicación de la firma original de Carratalá y confrontarla paleográfica y grafotécnicamente con la del documento. Esta tragicomedia me ha hecho pensar que aquello que atribuyen casi todos los autores peruanos, incluido los hispanistas, de que Carratalá fue un criminal, asesino, etnocida y la serie de adjetivos para calificar su conducta, tenían algo de verdad. No era meramente una historia escrita desde la perspectiva de los vencidos. Carratalá, a su modo, fue, sin embargo, leal a su patria, a su Rey, a su ciudad, a su raza, y, por ello seguramente fue declarado en su patria como héroe y benemérito de la patria en máximo grado. Él habría querido pasar a la Historia como un dechado de patriotismo español, radical sí, pero leal a las órdenes de su Rey y sus superiores, incluso a expensas de su fe religiosa... Sin embargo, el análisis de la historia verificada -reforzada por las noticias biográficas que nos proporciona la famosa Carta y son verosímiles por ser congruentes con los otros datos que los historiadores consignan- me hacen sospechar que Carratalá exhibía síntomas de desviaciones graves de personalidad. Fue, al parecer, un megalómano, un piromaníaco, un sadomasoquista, un psicópata asesino que no controlaba sus impulsos destructores ni sus arrebatos de notoriedad ejecutados sin la menor perturbación psíquica y, al parecer también, amoralmente. Probablemente por esta última calidad, carecía o tenía disminuida su capacidad de arrepentimiento moral, no como lo salvé en alguna de mis hipótesis formuladas para resolver el problema de la autenticidad de la Carta. Solo así se explican sus abominables órdenes para victimar -en la forma que lo hicieron sus verdugos- a María Parado de Bellido y a Basilio Auqui. España ha contado con personajes siniestros de la calaña de Areche, Ricafort, Carratalá y el conjunto innumerable de homicidas que disfrazados de frailes administraron la Santa Inquisición. ¡Y pensar que aquel tribunal siniestro era santo! Y los pedófilos redentores de hoy que inundan los confesionarios y los púlpitos para satisfacer sus ardores proctológicos ¿son también santos? ¿También los declararemos beneméritos de la patria humana en grado heroico eminente? Empiezo a desconfiar de la historia como ciencia: ¿Es realmente Carratalá, villano para los peruanos y héroe para los españoles?. Como debo suspender temporalmente mis pesquisas, a manera de conclusión provisional afirmo -por lo expuesto hasta aquí- que la historia central que narra la Carta Histórica, o sea en su nivel metahistórico, es apócrifa por incongruente; es decir aquello que vino desde el Cuzco una misión invitada hasta el cuartel de Putica, para fedatar los hechos históricos protagonizados por Carratalá hasta ese momento de 1822 antes de su incursión sancionadora al sur ayacuchano, pero que ilógicamente incluyen sus hechos hasta casi el final de su vida, revelando su falsedad por incongruencia. Sin embargo, los hechos considerados individualmente, o sea al nivel micro-histórico, son verdaderos, algunos de los cuales los hemos verificado a través de fuentes confiables, faltando solamente algunos hechos cruciales como el haber sido declarado benemérito de la patria española en grado heroico máximo, que confirman las fuentes mencionadas, pero que debo asegurar su indubitabilidad, en razón de que debo revisar mis concepciones macro-históricas relativas a la valoración de los hechos históricos.

 

                                                          

                                       REFERENCIA BIBLIOGRAFICA

AGUIRRE CÁRDENAS, Max

2008     Ayacucho: Vilcashuaman y Cangallo. Ed. Servicios Múltiples “El   Sur”.  Lima.

CARRATALÁ, José de

            s/f          Carta Histórica. Museo Cangallo (Documentos).

CNSIP (Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú)

1974     Símbolos de la Patria. Colección Documental de la Independencia    del Perú. Tomo X. Ed. Universo. Lima.

GARCIA CUELLAR, Filiberto (CCPPMPPP. Centro de colaboración pedagógica de la Provincia de Parinacochas).      

            1950     Monografía de Parinacochas. 2 Tomos. Tipografía Peruana. Lima.

LEGUÍA y MARTÍNEZ, Germán

1972     Historia de la Emancipación del Perú:  El Protectorado. Publicaciones de la

                          Comisión Nacional del Sesquicentenario del Perú. Tomo VI. Lima.

MANRIQUE, Nelson

            1993      El universo mental de la conquista de América. DESCO. Lima.

ROEL, Virgilio

            1971     Los Libertadores. Editorial Gráfica Labor. Lima.

TRISTAN, Flora

            2005      Peregrinaciones de una paria. Editorial El Comercio. Lima.

 

 

                                                          A N E X O

   LA CARTA HISTÓRICA DE CARRATALÁ

 

Por Invitacion Escrita del General don José Carratalá Viajamos al Cuartel General de Putica Conducido por los Militares y Soldados para Elaborar una Carta Istorica Sobre las Acciones y luchas realizadas  en el Departamento de Ayacucho durante los años de 1814 al año 1,822.

       Preguntados por el Dr. Mavila abogado de la Audiencia de Cuzco y el Ex gobernador Sub delegado sustubieron una Conversación con el General don José de Carratalá, Primeramente de su procedencia y acciones realizadas en Ayacucho durante su permanencia.

   Contestando las preguntas Manifestó el General don José de Carratalá, que mi procedencia es España de la Provincia de Alicante, permanecí en el Perú durante la de la Emancipación.

       De mi Carrera Militar Manifiesto que me distinguí en las Campañas de la Guerra de la Independencia, en la que participé desde el Comienso formando parte de la Junta de la Ciudad y Constituyendo un regimiento en ella, luché en Tutela en el Segundo Sitio de Zaragoza donde Caí presionero pero huyé y me quité a Tortesa donde tambien me tomaron precionero donde me apresaron y así mismo fugué al termino de la guerra, Ya era Teniente Coronel, mi capacidad de Mando, llevé adelante a seguir luchando en el año de 1,815 en la Expedición de Morillo y tomé parte en la Sumisión de la Ysla Margarita y pasé al Perú, y Conbatí en Yuyuj Sata, Mis acciones en el Departamento de Arequipa en el año 1,820 y ascendí a Brigadier por las Ordenes de Canterac, Me distinguí en las ultimas Campañas del Perú, Conbati en Ica, Tarata, Moquegua y por fin en Ayacucho, donde redacté las Bases de la Capitulación y regresé a España y me destacaron como General Carlistas y en el Norte donde derroté a Sumalacarrigue en Ormestegui.

       Desempeñé posteriormente el Ministro de la guerra en el gobierno Afalia en Ceremonias recibí Condecoraciones y fuí declarado Benemerito de la Patria en grade heroico emenente.

2.- Preguntado diga Como fué los hechos Historicos en Cangallo.

    Respondiendo la Pregunta, que en 1,814 los Cangallinos Valientemente Ingresaron Masebamente a las filas de la Revolución de Pumacahua y Angulo donde el 29 de Setiembre del mismo año, en Huamanga fueron fusilados, Muchos Patriotas Cangallinos, en 1,815 Surgió el Insigne Basilio Auqui Huaytalla, quien comandó a los aguerridos “Morochucos”, y mandó Enundar las pampas de Secchapampa lugar donde participaron mas de 400 realistas, perdiendo además armamentos y viveres.

      El 17 de Diciembre de 1,821 frente a las arduas desiciones, Yo General don José de Carratalá Mande Destruir Incendiando Cangallo, Porque era el principal Centro de los Montoneros y las Conspiraciones por la causa de la Independencia del Perú, el 24 de Noviembre de 1,821 frente a las arduas Luchas de la Emancipación de parte de la población Cangallina el General San Martín Expidió un decreto, Premiando al patriotismo a los peruanos de Tarata, Huarochirí, Canta, Yauli, Yauyos y Cangallo; Yo como responsable como General Instalé mi Cuartel Gueneral en el pueblo de Putica, en el sitio denominado “Sucupa” que se encuentra a 4 kilómetros de Cangallo, Lugar Estratejico para controlar a los Montoneros de Cangallo. Expropiando 10 Hectarias de Terreno aproximadamente, lugar Estratejico para el Control de los asaltos, asecinatos por los delincuentes Cangallinos.

      Por acuerdo de la base General, todos los oficiales, control mejor y cercanía construyó una oficina en plena calle que atacan los acesinos en el sitio Denominado “Cuchun Calle” donde el camino desvía a dos partes, un camino con dirección a Pacaypata y otro Procigue por el camino Cuchun Calle, en esta oficina de Cangallo destaqué Bajo mi control la caballería contra el pueblo tan malo y malvado que solo pueden llamarse Nido de ladrones, acesinos, y toda clase de delincuentes y servió de escarmiento a todas las demas poblaciones del Distrito y Provincia de Cangallo.

       Con José La Serna ambos participamos cuando el 11 de Enero del año 1,822 aprobó por Decreto mi conducta como el General José de Carratalá y fuí publicado el 22 de Enero en la gaceta que editaba el gobierno Virreynal aqui los Cangallinos en la Independencia.

      El pueblo de Cangallo por su Tenacidad y Resistencia soportó el Incendio ocacionado por mi mandato, texto del documento los abitantes criminales de Cangallo ha incendiado al termino de ser reducido en ceniza y Borrado para siempre del catálogo; en la tenacidad y obsecion con que he hecho sordo las continuas amonestaciones e Invitaciones.Pacificas.

     Al Incendiar Cangallo, el lugar que se encontraba la oficina, en Cuchun Calle se puso el nombre de 17 de Diciembre en Honor al trabajo historico de la quema de Cangallo, estan prescrito nadie podrá reinbindicar a la cabeza de la Sub-Delegación.

      Que el partido conocido con el nombre  de Cangallo se titule en lo sucesibo Vilcashuamán que la Capital nadie podrá reedificar en el O´terreno que ocupa el informe, Cangallo que ha sido acilo de ancianos y guarida de ladrones, Posteriormente proseguiremos con todos mis tropas, desplasandome a las Provincias de Parinacochas, Lucanas en la que aré publicar profundamente una de mis proclamaciones.

      Se dio por terminado la converzación para elaborar la Carta Historica y firmamos al pie del Presente documento.   

(Fdo)   JCarratalá

 

Nota.- El documento manuscrito ha empleado un papel sello 5ª de 2 reales de valor, del bienio 1821 y 1839; escrito en ocho páginas.

                                                                       maxaguirrec@gmail.com

 

                                                                                      Cangallo, en el mes de la Patria de 2010.

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