CARRATALÁ Y CANGALLO
(Notas
reflexivas para la historia de Cangallo)
Max
Aguirre Cárdenas
Poco sabe el cangallino sobre el perfil biográfico de don José de Carratalá: el verdugo de la Heroica Provincia de Santa Rosa de Cangallo. Este personaje está tan vinculado a la historia de esta provincia, no solo porque ordenó el incendio total de su ciudad capital y el holocausto de su población, sino porque después de arribar con sus efectivos militares de Lucanas y Coracora, donde realizaron actos de crueldad y pillaje, parece que tuvo en Cangallo, días después del 17 de diciembre de 1821, un breve interludio para meditar sobre el peso histórico de la acción antisubversiva descomunal que había cumplido días antes, siendo jefe de una división del ejército realista acantonada en la ciudad de Huamanga e Intendente interino. Así lo sugiere un documento que debió llamarse -si no tuviese un hálito de inautenticidad- Carta Histórica de Carratalá. En él se autopercibe como un personaje que inevitablemente iba a pasar a las historias del Perú y España; en una como villano y en la otra como un héroe. En el caso peruano, no solo por sus campañas combativas en los escenarios del sur y el centro de su territorio ahogando en sangre los gritos independentistas ingratos a los oídos del invasor ibero, sino, principalmente, por sus crímenes de lesa humanidad cometidos en la razzia cangallina que había protagonizado días antes. Como sabemos, la respuesta inusitada de Cangallo a la bestialidad de este cancerbero hispano, fue una actitud heroica sostenida, una convicción patriótica sobrehumana que le impidió doblar la cerviz pidiendo clemencia. ¡A más brutalidad, más patriotismo! Los cangallinos, que no se dejaron engañar por el falso cortejo humanista de sus admoniciones, lejos de amilanarse con sus proclamas amenazantes hechas públicas en sendos bandos y carteles, y lejos de arredrarse con la fama homicida del etnocida que había convertido su ciudad en ceniza asfixiante, en un ataúd gigantesco para niños, ancianos y mujeres, y venero de lágrimas torrenciales, perseveraron desde el regazo de la adversidad en la causa justa de la libertad, manteniendo su calidad de guerrilleros indómitos que, inevitablemente, la historia -sin camisetas nacionales- iba a honrarlos. Por ello, el 12 de febrero de 1822, enfrentaron nuevamente a los alevosos asesinos que retornaban del sur huamanguino, cargados de bienes hurtados y la conciencia defecada por los demonios. Los valientes cangallinos y sus morochucos se habían integrado a las fuerzas del legendario Cayetano Quirós que venía de Ica y pelearon como leones -aunque con resultados adversos- en Pucutay y Chaquiqochapampa (Pomacocha). Perdieron en Pucutay centenares de hombres y en Chaquiqochapampa -como dice el parte de Carratalá al Virrey- casi medio centenar de vidas y parte del parque modesto de carabinas, lanzas y caballos.
Y es que el guerrillero cangallino, nunca escatimó brindar a la Patria su propia vida y hasta la de su prole o la de su mujer; no solo fue el guerrero prototípico que osaba únicamente con sus galgas, huaracas, cocobolos y lanzas enfrentarse al enemigo profesionalmente entrenado y dotado con tecnología armamentística más avanzada, sino que aportó la vitualla alimentaria para sus ejércitos, o la parafernalia para su preparación: ollas, bebidas, cucharas, mates y leña, transportadas por las célebres rabonas. Estas últimas tendrían tal importancia que, aunque inicialmente los ejércitos de San Martín y Bolívar no las consideraban necesarias, puesto que en la guerra eran roles que podían cumplir los varones, pronto comprenderían que los guerrilleros no eran nada sin ellas, dado que no solo eran sus pares de virtudes guerreras, sino que eran la madre de sus hijos -lactantes en su mayoría- presentes en la aventura insurgente y desempeñaban naturalmente la obligación tradicional de alimentar a sus hombres y su prole, además de ubicarse prudentemente en la vanguardia de las guerrillas para preparar el arsenal de piedras para las huaracas, si la táctica lo requería su no presencia en la retaguardia. Flora Tristán las describe brevemente en una función inadvertida habitualmente en el escenario de una batalla: no sólo cargar piedras redondeadas para la huaraka de sus hombres, sino juntándose todas, encender grandes fogatas y dar alaridos para intimidar al enemigo creando la ilusión de una numerosa presencia de combatientes (Ver Tristán, 2005: Libro II, Cap. IV: 307 sq., dedicadas a la Batalla de Cangallo en Arequipa. Para una mejor representación de los montoneros, ver “Memorias del General Guillermo Miller”, 1975, Tomo II: 96 y 97). A mi juicio, el símbolo de la complementación del guerrillero y la rabona debe ser Cayetano Quirós y su compañera María, muertos también por Carratalá. Primero ella, blandiendo heroica la espada en un encuentro de las punas de Paras y el segundo, su hombre, aprehendido y fusilado con su fiel lugarteniente Punto Fijo, después de ser capturados aguas adentro en una playa de Pisco. Lamentablemente ignoramos todavía la identidad de esta heroica mujer para colocarla con veneración en el pedestal de la inmortalidad. Creo que la nación debe también mucho a esta heroica pareja y debería recordarla por siempre, por lo menos, representándola coronada de laureles en el Libro Nacional de la Gratitud que debería editarse, y poniéndola como ejemplo cívico a seguir por las generaciones jóvenes por sus virtudes de patriotismo, amor y fidelidad. Retornemos a lo de Carratalá.
Decía que este jefe hispano, al parecer,
tuvo en Cangallo un momento de apaciguamiento de las tensiones de la guerra
para reflexionar sobre su conducta genocida, que no sabemos si le creó un
pesado y corrosivo sentimiento de culpa. Todo indica que no fue así, ya que
-como dijimos- la repitió en el Sur huamanguino, aunque no tan brutalmente como
en Cangallo. Las tradiciones parinacochanas indican que en el Sur ocurrieron
hechos milagrosos de los santos patrones de algunos pueblos que impidió que los
impulsos piromaníacos de Carratalá llegasen a extremos. Incluso creyeron
algunos fieles que la muerte de su lugarteniente (el miserable José Manuel
Romano, alias “Pucatoro”, asesino del santafecino Hurtado de Mendoza y vil
traidor de la Revolución de 1814) a manos del coronel pacapaucino Castañeda, se
debió a un designio divino (Ver García, 1950: 216 a 218 y 229). Sin embargo,
sería injusto en atribuirle de entrada minusvalías psicopatológicas sin conocer
complementariamente los antecedentes de su vida social ni la educación que
recibió en la esfera familiar ni su patrimonio genético. Pecaría contra la
vocación hacia la objetividad científica del historiador serio, que debe
guardar sindéresis y huir de sus prejuicios que alteran la comprensión de los
acontecimientos humanos, aun cuando reconozco que en historia -donde se materializan los valores-
es muy difícil transponer las redes
epistemológicas de la objetividad, de la verificabilidad y de la logicidad que
controlan los procesos de descripción,
explicación y pronóstico de la ciencia.
Recordemos que España recibió como enseñanza de sus distintos invasores
las medidas que ellos aplicaron con nosotros; sobre todo de los sarracenos de
quienes aprendieron el “arte” de arrasar genocidamente. Tuvo, pues, un
aprendizaje de sangre sudor y lágrimas que, antes de invadir América, lo ensayó
al extremo con los judíos en el mismo suelo ibérico (Ver Manrique, 1993). Pero no
nos engañemos, con Carratalá basta una muestra histórica para reconstruir su
identikit moral.
Me
es indispensable ─escribió
el cura de Parinacochas Francisco de Amaz, testigo de la “visita” de Carratalá
y su jauría de depredadores─ en fuerza de
mi obligación y adhesión a nuestra justa causa el orientar a V.S. de la fatal
escena y catástrofe que hemos padecido en la provincia de Lucanas y ésta por
hallarse ambas sin una cabeza formal que pudiese defenderla al ingreso del más tirano e impío de los
hombres, el Gral. Carratalá, que en una y otra Provincia ha incendiado casas y
pueblos enteros, a saqueado cuanto su despótica ambición ha podido, sin
perdonar aún los templos consagrados al Dios todopoderoso, llevándose cálices,
copones y desnudando los frontales de plata, por haberse retirado todos los
habitantes, hasta los párrocos, por temor de sus sacrílegos atropellamientos y,
según, digo, indefensos y no ser víctima de sus furias, como lo han sido muchos
infelices...etc”. (Roel, 1971: 189).
Si los desastres del Sur huamanguino fueron
descritos así, ¿cómo hubieran narrado los testigos de la época la destrucción
de Cangallo, dada su dantesca magnitud? Infortunadamente, no tuvimos tales
registros, sino los conservados en los lacónicos partes y decretos españoles.
Retornando a lo de Cangallo, se sabe por
el documento aludido en el primer párrafo y que está en proceso de
autenticación, perteneciente al Museo Cangallo, y que lo publicamos como anexo
de este trabajo con la esperanza de recibir ayuda para aquel fin..., que el
abogado de la Audiencia del Cuzco, un tal Dr. Mavila, recibió del general
Carratalá una invitación escrita con el propósito de elaborar una “Carta Histórica” “sobre las acciones y luchas realizadas en el Departamento de Ayacucho
durante los años de 1814 al año 1822”. Para ello, este abogado se habría
trasladó a Putica acompañado probablemente por un ex gobernador sub-delegado y
un amanuense, protegidos por una escolta de soldados al mando de un jefe
militar. Exceptuando lo de Mavila, los nombres de los miembros de la embajada
no se consignan y solo se desliza el término “viajamos”. Dice que se hospedaron en el Cuartel General que
Carratalá había instalado en Putica, en el sitio denominado Sucupa. El feroz coronel que había sido
ascendido por la Serna al grado de General como premio a su conducta genocida
en Cangallo (seguramente días después del decreto de aprobación de 11 de enero
de 1822, y recién publicado en la gaceta oficial el 22 de enero y al parecer en
la ciudad de Cangallo y no en el Cuzco), habría querido asegurarse que su
nombre figure en los anales de la historia peruana temiendo seguramente
disolverse en el sepulcro del olvido o exigido por sus delirios megalomaníacos.
En efecto, en un pasaje del documento declara:
“Con
José la Serna ambos participamos cuando el 11 de Enero del año 1,822 aprobó por
Decreto mi conducta como el General José de Carratalá y fuí publicado
el 22 de Enero en la gaceta que editaba el gobierno virreynal aquí los
Cangallinos en la Independencia”.
Esto significa que la entrevista con el invitado cuzqueño
se habría realizado -según mis primeros cálculos- entre el 23 ó 24 de enero y
el 1 ó 2 de febrero, aproximadamente, en razón a que el 20 ó 21 de febrero ya
se encontraba de retorno en Huamanga y esos días envió a su jefe Canterac el
informe de su incursión a Cangallo, Lucanas y Parinacochas y le pedía
instrucciones, conforme lo atestigua García Camba en sus Memorias (Leguía, 1972: 375). Además, el 5 de febrero habían sido
avistados por Pauza -Carratalá y sus bárbaros Atilas- por el cura Francisco de
Amaz (Roel, 1979:189) y la Batalla de
Chaquiqochapampa (Pomacocha) tuvo
seguramente lugar el 12 de febrero como desliza el Informe de Carratalá al
virrey La Serna de 19 de febrero. No sé con qué fecha se habría invitado al
abogado Mavila: Si fue después de la publicación del generalato de Carratalá, y
dado el viaje de aquél desde el Cuzco en unos seis o siete días a lo sumo,
entonces la entrevista de Putica se habría realizado entre el 30 de enero y el
1 ó 2 de febrero; esto es suponiendo que la invitación al letrado viajó adjunto
al informe al virrey sobre la quema de Cangallo. Adicionalmente, la Carta Histórica nos revela que ella fue
redactada antes de emprender viaje a Lucanas y Parinacochas (“Posteriormente -dice en su párrafo
final- proseguiremos con todas mis
tropas, desplasandome a las Provincias de Parinacochas, Lucanas). La Carta
de marras no exhibe fecha de redacción y apenas lleva la firma de Carratalá.
Grosso modo, podemos afirmar que el jefe español estuvo en Cangallo unos 18 ó
19 días, aproximadamente. En el documento existen pasajes breves alusivos a
estos hechos que permiten formular esta hipótesis. Los detalles más conocidos
sobre la incursión de Carratalá a Cangallo y el Sur huamanguino los he desarrollado
en mi libro Ayacucho: Vilcashuamán y
Cangallo, de tal modo remito al lector a él, para que tenga un panorama más
inteligible de lo que he dicho hasta aquí (Aguirre, 2008: 439 a 455).
¿Dónde se habría hospedado el general
Carratalá y dónde se habría realizado la entrevista con los invitados
cuzqueños? La Carta Histórica
menciona que por acuerdo de la Base General y todos los oficiales se construyó
una oficina “en el sitio denominado
Cuchun Calle, donde el camino desvía a dos partes, un camino con dirección a Pacaypata y otro procigue por el camino
“Cuchun Calle”, en esta oficina de Cangallo destaqué bajo mi control la
caballería contra el pueblo tan malo y malvado...” (Carratalá, s/f). Teniendo en cuenta que el pueblo de Cangallo, en
esa ocasión, mantenía su estructura espacial de diseño cuadriculado como todas
las villas españolas, especialmente las fundadas por los ibéricos y
obligadas por una norma real, se puede
decir que Cangallo tenía un plaza
central cuandrangular, con dos o tres árboles centrales y apta para el juego de
las cañas y los toros, un espacio donde se erigió una iglesia rústica de una
sola torre (la izquierda), un espacio para el cabildo, la cárcel, la casa
cural, y quizá alguna residencia para los corregidores que eligieron Cangallo
para vivir. La famosa reconstrucción propuesta por San Martín después de su
segundo incendio, a través del decreto ley Nº 86, estoy convencido, jamás se
cumplió. Hasta donde he hurgado en los archivos, no existe en ellos las huellas
del monumento que obligaba construir la mencionada ley, seguramente porque las
circunstancias no lo permitieron, como anunciaba premonitariamente en su Art.
1º.
Cuchun Calle, a mi juicio, debe haber
sido entonces la actual 17 de diciembre como ya he aseverado en un anterior
trabajo y confirmo adelante. En efecto, si partimos de la plaza, desde la
actual biblioteca parroquial de las religiosas mercedarias ubicada en la
esquina noreste y llegamos a la primera intersección con Mariscal Cáceres, el
camino se divide en la forma que describe el documento. Por la derecha se iba a
Paqaypata y de frente se proseguía por la misma Cuchun Calle. Por las riadas
estivales del Macro, el espacio que se orienta hacia él (llamado en alguna
época Ranra o Pedregal), no exhibía
muchas casas; las chozas que existían formaban parte de cercos construidos con
piedras de canto rodado traídas por el río, frutales y posiblemente alfalfares.
La actual Av. Argentina era un rudimento de calle limitada por cercos de
piedra. No existía la actual calle Tupac Amaru, pues los espacios lateral
derecho y a espaldas de la iglesia eran
ocupadas por el primer cementerio de Cangallo. Lo que sí existía era una
callejuela que ahora es el Jr. Tarapacá donde se habían construido algunas
residencias por la seguridad que ofrecía el rincón o Kuchun y las tenerías o curtidurías de badanas y cueros que se
habían instalado a las orillas del riachuelo estival que precisamente lo llaman
hasta ahora Tenería. Este rincón era antiguamente hábitat de ayllus indígenas
-llegados probablemente del Qollao- que originaron grupos familiares llamados
Collana y Collana Cucho (Qollana significa en el primitivo aimara: principal).
He encontrado un documento que sugiere la posible existencia de una casona para
los corregidores en la callejuela ésa.
Pero Cuchun Calle era en
verdad una vía angosta con su acequia central como todas las callecitas, que
iba pegada hacia el cerro Paqaypata y por ello la habían llamado así. Cuando se
abrió la calle Tupac Amaru que inicialmente era un callejón estrecho, Cuchun
Calle empezó a ser llamada Chaupi Calle y la Av. Argentina: Cheqo Calle. Esta
suerte de retrato esbozado es una descripción provisional, seguramente con
yerros, que espero que alguien los corrija y cuyo fruto lo objetive en un plano
del pueblo colonial correspondiente a 1821, para ser publicado en EL LIBRO DE
ORO.
Sin embargo, la reseña citadina hecha,
aunque un poco caricaturesca, era necesaria hacerla para acercarnos a lo que
quiso describir el autor de la redacción del documento promovido por
Carratalá. La calle principal, en 1821,
era Cuchun Calle y fue el mismo Carratalá en persona quien la bautizó como 17
de diciembre. El texto reza:
“Al
incendiar Cangallo, el lugar que se encontraba la oficina, en Cuchun Calle se
puso el nombre de 17 de Diciembre en Honor al trabajo histórico de la quema de
Cangallo” (Carratalá s/f).
La famosa oficina
habría sido la casa que ahora pertenece a los descendientes de la extinta
matrona Sra. Rosa García Obregón. Mi hipótesis se hace más verosímil si se tiene
en cuenta que dicha casa es de factura muy antigua por tener un diseño colonial
de sala-dormitorio, corredor para huéspedes, comedor y estar diario, alacena
adjunta, cocina rústica, patio extenso, huerta de frutales y hierbas
aromáticas, batán para la molienda, paredes de más de un metro de ancho, los
restos de un calesín, ladrillos de piso cuadrados, maqmas para granos y bebidas, etc. Infortunadamente, las lagañas de
nuestras autoridades no les ha permitido ver las huellas de la grandeza de
nuestra ciudad, incendiada parcialmente en 1820 por el genocida Ricafort,
reiterada por su par Carratalá al año siguiente hasta borrarla del mapa,
tragedias a las que se sumaron las fuerzas combinadas de la naturaleza y la
perversidad humana para barrerla del Pampas en dos o tres oportunidades más.
Pero Cangallo fue la heroica ciudad que se levantó como el Ave Fénix desde sus
cenizas, tantas veces como la Providencia ordenó. Algo más: El indicio más
importante de que la oficina de Carratalá es la casa que ahora es de los
herederos de la Sra. Rosa García, es el hecho de que su actual propietario el Sr. Walter Gamboa
García posea la copia del documento, que recibió a su vez de su madre y ésta,
en su oportunidad, de sus antiguos dueños. Ahora me sirve como fuente principal
para redactar este artículo, facilitado por la magnanimidad y los vínculos
familiares que me unen al titular, luego del cual formará parte del patrimonio
documental del Museo que pretendo formar para Cangallo, aun cuando ella sea
declarada apócrifa. Hasta donde he indagado, gracias a la documentación
existente en los archivos y el registro de la tradición oral, sé que Cuchun
Calle era la sede de las mejores construcciones del pueblo, donde habitaron
probablemente algunos corregidores de Vilcashuamán que prefirieron radicar en
Cangallo, como el Marqués de Feria, o sea, el General Manuel de la Vega Cruzat,
el mismo que hizo construir el arco de la puerta de la entrada de la iglesia de
San Pedro de Cangallo. Todavía en 1924, José Ruiz Fowler afirmó en su Monografía Histórico-Geográfica de Ayacucho,
que en 1821 Cangallo era floreciente y populosa. Quedan ahora algunas ruinas de
dichas casas, alguna todavía con arquerías de barro, cimientos de piedras
labradas, restos de mampostería de la época, etc. Bueno, no podíamos esperar
mucho después de tantas tragedias. Como he dicho, Cangallo ha sido destruida
hasta el hartazgo. Tengo el pálpito que no podrá librarse en el futuro mediato
de la maldición de Carratalá que
profetizó la desaparición de Cangallo, pues,
hoy mismo, los vampiros de la destrucción social la siguen acechando (¿Ofendo a
la biología llamando vampiros a las nocivas ratas de albañal? ¿Ofendo a
Cangallo señalando sus buitres y carroñeros, e identificando el olor emético de
sus canes mendrugueros?). Dejaréles por hoy en paz. Creo que ahora disponemos
de algunos datos para responder a la pregunta formulada al inicio de este
párrafo: ¿Dónde se habría hospedado Carratalá cuando incursionó a Cangallo para
borrarla del catálogo de los pueblos? El general alicantino lo habría hecho,
como el abogado Mavila, también en Sucupa
que, en efecto, es una pendiente estratégica para la protección de los
numerosos efectivos con que contaba, más el centenar y medio de caballos y el
parque bélico para la ofensiva. No pudo ser en la iglesia de Putica -como dice
la tradición- por estar lejos de Sucupa
y ofrecer inadecuada protección por los cuatro puntos cardinales contra la
caballería morochucana.
“Yo
como responsable -dice- como General
instalé mi Cuartel Gueneral en el pueblo de Putica, en el sitio denominado
“Sucupa” que se encuentra a 4 kilómetros de Cangallo, lugar estratéjico para
controlar a los Montoneros de Cangallo, expropiando 10 Hectarias de Terreno
aproximadamente, lugar estratejico para el control de los asaltos, asecinatos
por los delincuentes Cangallinos” (Carratalá s/f).
Tampoco pudo ser en la famosa “oficina de
Cangallo”, pues en un párrafo de la Carta se dice claramente: “Al incendiar Cangallo, el lugar que se encontraba la oficina en Cuchun Calle...etc.”. Esto significa que la destrucción de Cangallo fue total,
incluyendo la famosa oficina y la iglesia, pese a la fe cristiana del
excecrable pirómano. Esto implica también que la redacción del documento (si
ella fue real y no inventada), se habría realizado en los subsiguientes días
del 17 de diciembre y en Sucupa. El
cartelón que hizo poner en Cangallo todavía humeante decía:” Queda
reducido a cenizas y borrado para siempre del catálogo de los pueblos el criminalísimo
Cangallo, cuyos habitantes,
continuando en su perfidia se han negado con su fuga y sus excesos a la
fraternidad con que mis tropas han mirado a los demás del partido En terreno
tan proscripto nadie podrá reedificar y
se transmitirá la cabeza de la Sub-delegación a otro pueblo más digno: mayores
castigos dictará aún el brazo invencible de la justicia, para que no quede
memoria de un pueblo tan malvado que sólo puede llamarse nidero de ladrones,
asesinos y toda clase de delincuentes. Sirva de escarmiento a todas las demás
poblaciones del distrito. Carratalá. Cuartel General de Putica.(Roel,1971:
187). El contenido del cartelón fue ratificado en todas sus partes por el
virrey La Serna a través del decreto ya mencionado muchas veces, de 11 de enero
de 1822, y que ordena en su Art 1º que el Partido de Cangallo se titule en lo
sucesivo de Vilcashuamán; en el 2º: que su capital sea Pomabamba; y en el 3º:
que nadie podrá reedificar nada en Cangallo ya que ha sido condenada a su
desaparición.
Las invectivas contra los cangallinos abundan
en las páginas de la Carta Histórica,
algunas de cuyas muestras las he transcrito. Quizá sea necesario anotar que,
sin embargo, contiene un corto pasaje en que Carratalá se ve obligado a
reconocer alguna virtud en nuestros coterráneos del pasado y específicamente en
Basilio Auqui. Dice:.”
.....en
1814 los cangallinos valientemente ingresaron masibamente a las filas de la
Revolución de Pumacahua y Angulo donde el 29 de setiembre del mismo año, en
Huamanga, fueron fusilados, muchos Patriotas Cangallinos, en 1815 surgió el
insigne Basilio Auqui Huayatalla, quien comandó a los aguerridos “Morochucos”,
y mandó enundar las pampas de Secchapampa lugar donde participaron mas de 400
realistas, perdiendo además armamentos y viveres.
“El
17 de Diciembre de 1,821 frente a las arduas desiciones, Yo General don José de
Carratalá mandé destruir incendiando Cangallo, porque era el principal centro
de los montoneros y las conspiraciones por la causa de la Independencia del
Perú” (Carratalá, s/f).
Intentemos ahora reconstruir a grandes
rasgos los principales eventos de la vida del verdugo de Cangallo. Procede de
la provincia española de Alicante. En efecto, sabemos que nació en la capital
alicantina en 1781. Estudió jurisprudencia en la universidad de Alcalá de
Henares, pero al producirse la invasión napoleónica a España, abandonó y se
alistó en el ejército. Buscó protección en Cádiz cuando los enemigos franceses
invadieron Andalucía, para ponerse más tarde a órdenes del inglés Lord Wellington.
Luchó en Tudela en el segundo sitio de Zaragoza donde cayó prisionero. Huyó de
la prisión y se trasladó a Tortosa donde lo recapturaron, pero de la cual
también huyó. Concluida la guerra ya era Teniente Coronel. Desde muy temprano,
se caracterizó por ser un militar escurridizo, inteligente y con gran capacidad
de mando. Precisamente por esta última calidad lo vemos luchando en 1815 ó 1816
formando parte de la expedición de Pablo Morillo enviada por Fernando VII para
someter a Venezuela y Nueva Granada. Intervino en la sumisión de la isla Nueva
Margarita, en el caribe venezolano, que se había levantado contra España
todavía en 1810. Pasó al Perú a órdenes de Ricafort formando parte del
Regimiento de Extremadura para ubicarse en el Alto Perú. Combatió inicialmente
en Salta y Jujuy (Argentina) contra las
tropas de Güemes y a órdenes del general José de la Serna. En Jujuy se casó con
una rica heredera después de un brevísimo tiempo de romance, para pasar, en
1816, a La Paz para reprimir a los patriotas alzados. Fue Jefe de Estado Mayor
de Canterac. Aquí se mostró terriblemente sanguinario cuando presidiendo un
Consejo de Guerra, hizo fusilar a los prisioneros de espaldas al pelotón, para
exhibir luego sus cadáveres en la Plaza de Armas. Permaneció en el Alto Perú
hasta la llegada al Perú del famoso Ejército de los Andes encabezado por San
Martín, que obligó al grueso de las fuerzas realistas a trasladarse al Perú
central, donde fue ubicado él. Pronto lo vemos en Arequipa el año 1820.
Ascendió al grado de Brigadier por decisión del general Canterac,
distinguiéndose en las últimas campañas antisubversivas del Perú. Combatió en
Ica, Tarata, Moquegua y Huamanga. Encabezó las luchas realistas en esta última
Intendencia por decisión de Canterac y el virrey La Serna que lo hicieron Jefe
de la Fuerzas Realistas del Centro del Perú, Jefe de la División del Ejército
acantonado en la ciudad de Huamanga e Intendente interino, con el grado de
Coronel. (En esta parte hay algunas inexactitudes biográficas, puesto que si era
ya Brigadier, equivalente a General de Brigada, no entendemos cómo se le nombra
en los documentos oficiales de ese momento como Coronel). Combatió con los
rebeldes de Cangallo realizando estragos genocidas en las provincias o
subdelegaciones de la Intendencia de Huamanga. En 1821 por sus “hazañas” en
Cangallo, ciudad a la que redujo a cenizas e hizo arar su suelo para echarle
sal, el virrey lo nombró General del Ejército Realista. Ocupando este cargo
ordenó la muerte de la heroína María Parado de Bellido en 1822 y la abominable
del héroe Basilio Auqui en febrero del mismo año. Combatió la primera
expedición de Intermedios por orden del virrey La Serna desde Puno a Arequipa
al mando de 1,000 efectivos. Lo hallamos en la batalla de Zepita el 24 de
agosto de 1823 integrando las fuerzas de Valdés que fueron batidas por Santa
Cruz. Fue ascendido a Mariscal de Campo para pasar en esa calidad a Potosí como
Gobernador Intendente en el que fue apresado por Olañeta. Pero logró fugarse
para verlo participando el 9 de diciembre de 1824 en la gran Batalla de
Ayacucho como jefe de la división de reserva y donde se decidió “la suerte de
América” y se consolidó la Independencia del Perú. Según declaración suya, él
fue el que redactó las Bases de la Capitulación cuyo documento final fue
finalmente suscrito por los general José Canterac y Antonio José de Sucre.
Estuvo pues -como afirma- durante la parte más crítica del período de la
Emancipación. Pueblos como Chuquibamba, Caravelí, Camaná, Sanca, Hualla, Soras,
Jauja, Ica y los demás mencionados en este artículo fueron testigos de sus
latrocinios. Después de la batalla de Ayacucho, lo vemos en Mollendo
trasladándose en un vapor con destino a España.
A su retorno a la península, lo destacaron como General contra los
carlistas, y, por ello, combatió en Cataluña y el norte español al general
carlista Tomás de Zumalacárregui, derrotándolo en Ormáiztegui. Posteriormente
ocupó distintas Capitanías Generales y fue nombrado ministro de la Guerra en el
gobierno Ofalia de 1837, ocasión en que recibió condecoraciones y fue declarado
Benemérito de la Patria en grado heroico
eminente. Murió, según todas las fuentes, el año de 1854.
Volvamos al asunto de la autenticidad
de la Carta Histórica. El documento
atestigua como verídico mucho de lo dicho hasta aquí, que además se funda en
otras fuentes. Sin embargo exhibe una grave incongruencia que lastima los
aportes que realiza éste a la historia de Cangallo. Mi tarea entonces se
convirtió en un perplejo y anonadado intento de explicar el entuerto. Confieso
que nunca viví una frustración similar por mi incapacidad de resolver el origen
de la incongruencia que casi me obliga a ejecutar en mi vieja computadora el
comando de borrado definitivo para abrazarme terapéuticamente con el olvido.
Formulaba mil hipótesis de solución al intríngulis y mi frustración iba in crescendo alimentada por mi negativa a declarar el
documento como apócrifo sin someterlo a la criba reiterada de la crítica. Y en
eso estoy: el diablillo de la curiosidad me invita pícaramente a explicar el
entuerto. Para ello, lo he tamizado el documento reiteradas veces, confrontado
con mis fuentes a mano, y lo único que he logrado es un manojo de conjeturas.
Vamos al grano:
La Carta
Histórica, se colige de ella, fue redactada en el Cuartel General de Putica
en la presencia de Carratalá y una comisión invitada que llegó del Cuzco.
Presuntamente se hizo después de la quema de Cangallo y antes del viaje de los
españoles a Lucanas y Parinacochas. En efecto, el documento lleva por título lo
siguiente: “Por Invitación Escrita del
General don José Carratalá Viajamos al Cuartel General de Putica Conducido por
los Militares y Soldados para Elaborar una Carta Istórica Sobre las Acciones y
luchas realizadas en el Departamento de Ayacucho durante los años de 1,814 al año 1,822”. Por otra
parte en la pág. 3 al relatar su vida, obligado por la primera pregunta, y pese
a estar transcurriendo recién el año 1821, afirma:
“...y por fin en Ayacucho, donde redacté
las Bases de la Capitulación y regresé a España y me destacaron como
General Carlistas y en el Norte donde derroté a Sumalacarrigue en Ormestegui.
desempeñé posteriormente el Ministro de la guerra en el gobierno Afalia en
Ceremonias recibí Condecoraciones y fuí declarado Benemérito de la Patria en
grade heroico emenente”.
Y en la pág. 8, confirmando estar entre
finales de diciembre de 1821 y comienzos de enero de 1822, el godo cruel remata
su declaración diciendo:
“Posteriormente
proseguiremos con todas mis tropas, desplasandome a las Provincias de
Parinacochas, Lucanas en la que aré publicar profundamente una de mis
proclamaciones”.
La pregunta que surge inevitablemente es:
¿Cómo pudo relatar Carratalá los acontecimientos protagonizados en la Batalla
de Ayacucho en 1824, y los acaecidos a su retorno a España, si la Carta Histórica, al parecer, se redactó
días después del incendio de Cangallo y antes de su movilización a Lucanas y
Parinacochas?
Reitero, la pregunta me ha ocasionado
una tormenta intelectual que ha puesto en cuestión mi confianza en las fuentes
relativas a la historia de Ayacucho y la historia del Perú. Pero lejos de
amilanarme y arrojar todo al vertedero, me ha tenido devanando mis sesos por
muchos días, como si se tratase de una partida de ajedrez a punto de ganarse
por imperio de la lógica, pero perdida al final por una trampa del adversario. Inconforme daba vueltas obsesivamente al
problema que no vislumbraba salida, como a una masa de harina pegajosa con el
rodillo de un panadero. Tengo recalentadas las neuronas; por eso, apuro algunas
conjeturas surgidas al acaso:
l. Que
la entrevista de marras ocurrió realmente, pero fue interrumpida por algún
imponderable, en cuyo caso, la redacción de la Carta resultante se completó en
España, quizás a través de un escribiente indígena llevado de Cangallo y que
fue testigo de los hechos desde el principio. Por ello, el documento exhibe
muchos errores ortográficos y únicamente lleva la firma de Carratalá, pese a
que al final del documento se dice:
“Se dió
por terminado la converzación para elaborar la Carta Historica y firmamos al pie del Presente documento”.
2. Que
la entrevista nunca ocurrió sino en la mente de Carratalá como un proyecto que
deseaba realizarlo para mitigar sus corrosivos sentimientos de culpa
incrementados en las postrimerías de su muerte. La Carta Histórica se dictó entonces en España a un escribiente
indígena llevado allá y con datos recopilados con anterioridad o, en su
defecto, con datos que Carratalá recordaba de Cangallo por haber estado en ella
muchos días, haber dirigido personalmente la quema de Cangallo desde su oficina
de Cuchun Calle, donde tuvo su caballeriza por muchos días, seguramente para
facilitar también la alimentación de sus huéspedes equinos;
“...esta oficina de Cangallo destaqué bajo mi control la caballería contra
el pueblo tan malo y malvado...”, dice en la pág. 6.
3. Que
fue redactada en Cangallo por algún ladino testaferro que mantenía comunicación
epistolar con el godo compadre y fue testigo de la entrevista. Obviamente, los
datos se los habría proporcionado el interesado Carratalá y, por ello, la firma
suya estampada al pie del documento sería una burda falsificación, añadida al
hecho de que tampoco lleva las firmas del abogado Dr. Mavila ni del otro
interlocutor de la entrevista: el ex-gobernador subdelegado, y tampoco se
consigna la fecha correspondiente.
4. Que
es un documento fraguado por alguno de los propietarios del inmueble donde
presumiblemente se encontró el original; dueño descuidado en la lógica de los
acontecimientos, pese a ser gran conocedor del tema Carratalá e inteligente en
reproducir las características materiales de la época e imitar la ortografía de
un escribiente semi-analfabeto. Cuchun Calle o jirón 17 de diciembre, habría
sido el precursor de la calle Azángaro limeña.
5. Que
es una reconstrucción ulterior de un original deteriorado por uno de los
eventos destructores de Cangallo posteriores a 1822. Como fue reconstruido tardíamente
por un escribiente inculto, éste no guardó las formalidades del caso
correspondiente a este tipo de documentos, descuidó alevemente la ortografía
(sobre todo en las reglas de puntuación que hacen equívocas a muchas de sus
afirmaciones). y menos se observó la consistencia lógica elemental. El uso del
papel sello 5º de 2 reales de valor, no abonaría esta presunción, salvo que el
sello haya sido también falsificado con uno que nunca tuvo vigencia.
6.
Que la Carta, es una broma histórica de mal gusto gastada a los profesionales
del ramo y, por tanto, apócrifa. Broma, porque toda conjetura de solución
conduce a un laberinto sin salida.
En torno a esta última suposición deseo
opinar en el sentido de que esta acusación debe distinguir el nivel del
documento como todo y el nivel de la variedad de datos que contiene. Como todo,
a su vez debe distinguirse si él es materialmente original o falsificado con
prescindencia de su contenido. Como portador de un discurso puede ser declarado
apócrifo si el argumento que contiene o la historia que narra es falsa, aun
cuando el documento materialmente sea auténtico. Pero como portador de datos
que cada uno de ellos puede ser verificado, puede ser declarado útil o inútil
y, en esa medida, ser utilizado como fuente por el historiador si sus datos
componentes o parte de ellos son verdaderos. Como portador de un relato
histórico que eslabona lógicamente muchos datos la existencia en él de
proposiciones contradictorias puede convertir al todo, es decir al relato, como
falso por inconsistente (Por la ciencia lógica sabemos que toda argumentación
que exhiba en la cadena de proposiciones dos de ellas que se niegan mutuamente,
la argumentación toda no es válida). En consecuencia, el discurso de Carratalá,
como todo que no tiene el carácter de una demostración sometida a las reglas
del cálculo proposicional, puede declarársele como no válido y la historia
biográfica que narra como falsa; pero sus datos componentes o algunos de ellos
calificárselos como verdaderos.. Nosotros sabemos por otras fuentes que gran
parte de los datos que consigna la Carta
Histórica de Carratalá son verdaderos o, considerados como tales, por la
crítica académica del gremio. Si un dato del mismo es probado como falso, no
significa que los demás datos sean falsos. En historia, cada proposición tiene
relativa autonomía y son susceptibles a ser verificados independientemente a su
eslabonamiento en un discurso. Al ser declarados verdaderos pueden incorporarse
a una cadena con otras verificadas y convertirse en una argumentación
lógicamente eslabonada cuyo producto o productos son verdades lógicas que, a su
vez, pueden ser contrastadas por otros hechos registrados en otros documentos.
En nuestro caso, la mayor parte de los acontecimientos relativos a Cangallo
relatados en la Carta declarada apócrifa, han ocurrido realmente, es decir, son
verdaderos; algunos otros constituyen una novedad y esperan ser verificados,
pese a guardar coherencia con el resto de los hechos. Otros son por cierto
incongruentes y no encajan en la lógica del discurso. Como decía E. H. Carr, el
extinto teórico británico, los datos que no siempre son históricos no deben
-sin embargo- ser convertidos en fetiches; lo que importa en la historia es la
interpretación y la valoración de ellos en función a la cadena narrativa de los
que forman parte. Pero precisamente por
eso, el quehacer de la ciencia histórica es siempre interesante y atrapa al
investigador. Por ello es que no hemos elegido el comando “borrar todo el
documento” para eliminarlo con un clic la presunta herencia de Carratalá para la historia de
Cangallo. Si la comisión de algunas inconsistencias o incongruencias fuese el
criterio para admitir obras como de Guamán Poma de Ayala y/o del mismo
Garcilaso, entonces también habría que eliminarlas con un “clic”. Y ello, jamás
sucederá, por razones que explico en mi libro que mencioné y otros -como el de
Nathan Wachtel- referidos a estos dos cronistas.
Existen en las fuentes de la historia
peruana documentos de este tipo que invitan a devanarse los sesos para explicar
los sucesos. Uno de ellos es el famoso Documento
Miccinelli por el que se atribuye la autoría de la Nueva Crónica y Buen Gobierno de Guamán Poma de Ayala, y Los
Comentarios Reales de Garcilaso, al chachapoyano Blas Valera. Probablemente
el lector no ha advertido la contradicción central que amenaza la consistencia
de la Carta Histórica, por carecer de
la versión completa del documento que se la proporcionamos al final del trabajo
(Ver Anexo). El texto que adicionalmente me ha permitido ser cauto en mis
conclusiones es la equivocidad en la redacción del documento. Por ejemplo, el
siguiente:
“De
mi carrera militar manifiesto que me distinguí en las campañas de la Guerra de
la Independencia, en la que participé desde el comienzo formando parte de la
Junta de la Ciudad y constituyendo un regimiento en ella”,
(Este segmento evidentemente no se relaciona
con el Perú, sino con los años en que todavía no había llegado al Perú. Se
refiere a las luchas por la Independencia de España para librarla de la férula
de los Napoleón, instaurada por la imprudencia de Carlos IV y su hijo Fernando
VII, allá por los años de 1808 a 1814; y por otra parte a su desempeño cívico en
su ciudad, o sea, Alicante). Otras, pueden conducir al error porque no se han
escrito correctamente los topónimos como: Juyuj, Sata, Tortesa, Tutela,
Ormestegui y Afalia, y una onomástica como Sumalacarrigue. Pero lo que más me
ha impresionado es la casi exacta coincidencia entre la redacción de la
biografía de Carratalá de la Carta
Histórica y la del Diccionario de
Historia de España editado en Madrid por Alianza Editorial en 1979,
excepción hecha de que la Carta afirma
que Carratalá fue carlista (o sea luchaba a favor de Carlos V) y el Diccionario que era anticarlista (o sea
era partidario de Isabel II). Esta última fuente transcribe la redacción de uno
que sólo se identifica por sus iniciales J. de la V. El problema que surge es:
¿Cómo un diccionario de 1979 repite casi ad
pédem lítterae un texto escrito a finales de 1821? ¿Es que nuestro
documento de marras tiene a su original en España? o ¿es que nuestro documento
es una falsificación hecha recientemente? Pero, ¿por qué aparece en Cangallo,
una ciudad perdida entre los Andes que, estamos seguros, apenas uno de cada
millón de españoles ha oído hablar? Y así, las preguntas salen a borbotones del
foso de mi ignorancia.
El documento ─cuyo original no sabemos
dónde se encuentra─ muestra aparentemente todas las garantías de autenticidad.
Ha sido redactado en 4 pliegos, en anverso y reverso. Cada pliego, de sello 5º
y de 2 reales de valor, exhibe el sello
redondo obligatorio, aparentemente de la época, que contiene un escudo
representando un sol radiante rodeado por cuatro pabellones y cinco estrellas
que lo coronan. Rodea el escudo una inscripción circular donde se lee: República del Perú, Bienio de 1821 y 1839. Si el sello es auténtico y todavía de origen
virreinal, entonces no debía llevar el logo de República del Perú, aunque lo
del bienio 1821 y 1839, sí, porque La Serna todavía no había aceptado la
independencia peruana sino en la Batalla de Ayacucho e incluso Rodil recién lo
aceptó a fortiori en 1826 a través de
la capitulación celebrada en la Plaza del Callao. Jurídicamente, quien tenía
que aprobar en última instancia nuestra independencia era el monarca español;
aún más si se tiene en cuenta que la autoridad de la Serna había sido gestada
en un golpe de estado urdido por la camarilla de Canterac y Valdés que incluía
también a Carratalá, con oposición de Ramírez y Olañeta. Pero todo indica que
el sello es de origen sanmartiniano, por lo de la República Peruana y lo del
bienio 1821 y 1839 (años no correlativos como aparecen en todos los sellos a
partir de 1823). Sin embargo, al confrontar la verdad de esta presunción nos
hemos dado con la sorpresa de que el Escudo de Armas decretado por San Martín
en Pisco, usado en todos los documentos oficiales desde el Protectorado hasta
1825, por haber sido declarado Sello del
Estado, es otro. Igual certeza se descubre en los sellos oficiales que los
distintos ministerios del gobierno exhiben en la época. Y lo mismo sucede con
los sellos que se estampaban en los papeles para usos administrativos como
solicitudes, documentos notariales, etc. Nos referimos a los famosos papeles
sello tercero y sello quinto. En la fuente oficial que nos sirve de consulta no
lo han considerado sino el sello quinto de dos reales desde el bienio 1830 y
1831(Ver Colección Documental de la Independencia del Perú, Tomo X, 1974: 8, 74,
75, 77), como indicándonos que el papel sello 5º de dos reales del bienio
1821-1839 no tuvo vigencia o no existió oficialmente. Queda, sin embargo, una
posibilidad: Si el sello del documento es legítimo, entonces podemos pensar de
que fue el primer sello 5º de dos reales impreso en los papeles de la época que
San Martín dispuso, pero que -por alguna razón legal- fue reemplazado por el
papel de sello 5º de dos reales para el bienio 1830 y 1831, es decir antes del
vencimiento del primero que era el año 1839 y que no se registra en la fuente
(ib.: 77). Lástima que no se diga nada en los libros de historia del Perú
correspondientes al Protectorado.
Por estas dificultades y -como dije-
sintiéndome frustrado, estuve a punto de
arrojar al trasto de basura todo lo hecho. Pero la sindéresis se impuso en mi
espíritu y decidí publicarlo por varias razones: 1. Podría servir de modelo
para que los investigadores de la historia cangallina sepan tamizar sus fuentes
para lograr mejores frutos; 2. Para que se siga examinando la famosa Carta Histórica de Carratalá y
determinar si he cometido el error de confiar indulgentemente en la fuente de
marras; 3. Mostrar pedagógicamente cómo la ciencia avanza entre aciertos y
errores, y que en las ciencias sociales y, específicamente, en la historia,
no existen verdades absolutas y que la
provisionalidad es frecuentemente su tabla de salvación: 4. Buscar la
colaboración de los especialistas para
la aclaración del intríngulis, para lo cual estoy dispuesto a
proporcionarles una copia de la Carta
carrataliana. Lo que sí debo reiterar, a
manera de colofón, es que los datos que contiene el documento dicho han sido
verificados casi en su totalidad y, por ello, me pareció confiable y todavía me
parece ahora parcialmente creíble en la esperanza de que debe haber un factor
no conocido históricamente que dé razón o desate el nudo cognoscitivo creado
por el relato de Carratalá, lo que abonaría la verosimilitud de una de las
conjeturas formuladas, de que la Carta
Histórica se redactó al final de la vida de aquél como una expresión de su
arrepentimiento y una valoración consoladora de su vida censurable por siempre,
que equilibre la balanza de la justicia humana trasuntada en la expresión: “en ceremonias recibí condecoraciones y fuí
declarado Benemérito de la Patria en grado heroico emenente”, y que también
habría que verificarla, pese a la conformidad de muchas fuentes. La obsesión de Carratalá por pasar a la
historia como un grande de la historia española y peruana, y para mitigar su
deletéreo sentimiento de culpa al sentir las manos de la parca jalarle al
sepulcro, la habría empujado a patrocinar el fraude documental. Si se prueba
que el documento es definitivamente apócrifo, entonces deberemos admitir que el
autor de la falsificación fue un individuo que representó magníficamente su
papel de semi-analfabeto, que conoció más que lo sabido ahora por la historia
oficial peruana sobre la vida de Carratalá y que tuvo que agenciarse
inteligentemente papeles sellados de la época o prepararlos con sellos
inventados; y, por lo que habla de Cangallo, tuvo que ser un conocedor
minucioso del pueblo de esa época y, sobre todo, de su anexo Putica y el lugar
llamado Sucupa. Pero lo que podría decisivamente procurar mejores explicaciones
al problema sería la ubicación de la firma original de Carratalá y confrontarla
paleográfica y grafotécnicamente con la del documento. Esta tragicomedia me ha
hecho pensar que aquello que atribuyen casi todos los autores peruanos, incluido
los hispanistas, de que Carratalá fue un criminal, asesino, etnocida y la serie
de adjetivos para calificar su conducta, tenían algo de verdad. No era
meramente una historia escrita desde la perspectiva de los vencidos. Carratalá,
a su modo, fue, sin embargo, leal a su patria, a su Rey, a su ciudad, a su
raza, y, por ello seguramente fue declarado en su patria como héroe y
benemérito de la patria en máximo grado. Él habría querido pasar a la Historia
como un dechado de patriotismo español, radical sí, pero leal a las órdenes de
su Rey y sus superiores, incluso a expensas de su fe religiosa... Sin embargo,
el análisis de la historia verificada -reforzada por las noticias biográficas
que nos proporciona la famosa Carta y son verosímiles por ser congruentes con
los otros datos que los historiadores consignan- me hacen sospechar que
Carratalá exhibía síntomas de desviaciones graves de personalidad. Fue, al
parecer, un megalómano, un piromaníaco, un sadomasoquista, un psicópata asesino
que no controlaba sus impulsos destructores ni sus arrebatos de notoriedad
ejecutados sin la menor perturbación psíquica y, al parecer también,
amoralmente. Probablemente por esta última calidad, carecía o tenía disminuida
su capacidad de arrepentimiento moral, no como lo salvé en alguna de mis
hipótesis formuladas para resolver el problema de la autenticidad de la Carta.
Solo así se explican sus abominables órdenes para victimar -en la forma que lo
hicieron sus verdugos- a María Parado de Bellido y a Basilio Auqui. España ha
contado con personajes siniestros de la calaña de Areche, Ricafort, Carratalá y
el conjunto innumerable de homicidas que disfrazados de frailes administraron
la Santa Inquisición. ¡Y pensar que aquel tribunal siniestro era santo! Y los
pedófilos redentores de hoy que inundan los confesionarios y los púlpitos para
satisfacer sus ardores proctológicos ¿son también santos? ¿También los
declararemos beneméritos de la patria humana en grado heroico eminente? Empiezo
a desconfiar de la historia como ciencia: ¿Es realmente Carratalá, villano para
los peruanos y héroe para los españoles?. Como debo suspender temporalmente mis
pesquisas, a manera de conclusión provisional afirmo -por lo expuesto hasta
aquí- que la historia central que
narra la Carta Histórica, o sea en su
nivel metahistórico, es apócrifa por
incongruente; es decir aquello que vino desde el Cuzco una misión invitada
hasta el cuartel de Putica, para fedatar los hechos históricos
protagonizados por Carratalá hasta ese
momento de 1822 antes de su incursión sancionadora al sur ayacuchano, pero
que ilógicamente incluyen sus hechos hasta casi el final de su vida, revelando
su falsedad por incongruencia. Sin embargo, los hechos considerados
individualmente, o sea al nivel micro-histórico, son verdaderos, algunos de los cuales los hemos verificado a través de
fuentes confiables, faltando solamente algunos hechos cruciales como el haber
sido declarado benemérito de la patria española en grado heroico máximo, que
confirman las fuentes mencionadas, pero que debo asegurar su indubitabilidad,
en razón de que debo revisar mis concepciones macro-históricas relativas a la
valoración de los hechos históricos.
REFERENCIA BIBLIOGRAFICA
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2008 Ayacucho: Vilcashuaman y
Cangallo. Ed. Servicios Múltiples “El Sur”. Lima.
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Sesquicentenario de la Independencia del Perú)
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de Parinacochas. 2 Tomos. Tipografía Peruana. Lima.
LEGUÍA y MARTÍNEZ, Germán
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MANRIQUE, Nelson
1993 El universo mental de la conquista de
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1971 Los
Libertadores. Editorial Gráfica Labor. Lima.
TRISTAN, Flora
2005 Peregrinaciones
de una paria. Editorial El Comercio. Lima.
A N E X O
LA CARTA HISTÓRICA DE CARRATALÁ
Por Invitacion Escrita del General don
José Carratalá Viajamos al Cuartel General de Putica Conducido por los
Militares y Soldados para Elaborar una Carta Istorica Sobre las Acciones y
luchas realizadas en el Departamento de
Ayacucho durante los años de 1814 al año 1,822.
Preguntados
por el Dr. Mavila abogado de la Audiencia de Cuzco y el Ex gobernador Sub
delegado sustubieron una Conversación con el General don José de Carratalá,
Primeramente de su procedencia y acciones realizadas en Ayacucho durante su
permanencia.
Contestando
las preguntas Manifestó el General don José de Carratalá, que mi procedencia es
España de la Provincia de Alicante, permanecí en el Perú durante la de la
Emancipación.
De
mi Carrera Militar Manifiesto que me distinguí en las Campañas de la Guerra de
la Independencia, en la que participé desde el Comienso formando parte de la
Junta de la Ciudad y Constituyendo un regimiento en ella, luché en Tutela en el
Segundo Sitio de Zaragoza donde Caí presionero pero huyé y me quité a Tortesa
donde tambien me tomaron precionero donde me apresaron y así mismo fugué al
termino de la guerra, Ya era Teniente Coronel, mi capacidad de Mando, llevé
adelante a seguir luchando en el año de 1,815 en la Expedición de Morillo y
tomé parte en la Sumisión de la Ysla Margarita y pasé al Perú, y Conbatí en
Yuyuj Sata, Mis acciones en el Departamento de Arequipa en el año 1,820 y
ascendí a Brigadier por las Ordenes de Canterac, Me distinguí en las ultimas
Campañas del Perú, Conbati en Ica, Tarata, Moquegua y por fin en Ayacucho,
donde redacté las Bases de la Capitulación y regresé a España y me destacaron
como General Carlistas y en el Norte donde derroté a Sumalacarrigue en
Ormestegui.
Desempeñé
posteriormente el Ministro de la guerra en el gobierno Afalia en Ceremonias
recibí Condecoraciones y fuí declarado Benemerito de la Patria en grade heroico
emenente.
2.- Preguntado diga Como fué los
hechos Historicos en Cangallo.
Respondiendo
la Pregunta, que en 1,814 los Cangallinos Valientemente Ingresaron Masebamente
a las filas de la Revolución de Pumacahua y Angulo donde el 29 de Setiembre del
mismo año, en Huamanga fueron fusilados, Muchos Patriotas Cangallinos, en 1,815
Surgió el Insigne Basilio Auqui Huaytalla, quien comandó a los aguerridos
“Morochucos”, y mandó Enundar las pampas de Secchapampa lugar donde
participaron mas de 400 realistas, perdiendo además armamentos y viveres.
El
17 de Diciembre de 1,821 frente a las arduas desiciones, Yo General don José de
Carratalá Mande Destruir Incendiando Cangallo, Porque era el principal Centro
de los Montoneros y las Conspiraciones por la causa de la Independencia del
Perú, el 24 de Noviembre de 1,821 frente a las arduas Luchas de la Emancipación
de parte de la población Cangallina el General San Martín Expidió un decreto,
Premiando al patriotismo a los peruanos de Tarata, Huarochirí, Canta, Yauli,
Yauyos y Cangallo; Yo como responsable como General Instalé mi Cuartel Gueneral
en el pueblo de Putica, en el sitio denominado “Sucupa” que se encuentra a 4
kilómetros de Cangallo, Lugar Estratejico para controlar a los Montoneros de
Cangallo. Expropiando 10 Hectarias de Terreno aproximadamente, lugar
Estratejico para el Control de los asaltos, asecinatos por los delincuentes
Cangallinos.
Por
acuerdo de la base General, todos los oficiales, control mejor y cercanía
construyó una oficina en plena calle que atacan los acesinos en el sitio
Denominado “Cuchun Calle” donde el camino desvía a dos partes, un camino con
dirección a Pacaypata y otro Procigue por el camino Cuchun Calle, en esta
oficina de Cangallo destaqué Bajo mi control la caballería contra el pueblo tan
malo y malvado que solo pueden llamarse Nido de ladrones, acesinos, y toda
clase de delincuentes y servió de escarmiento a todas las demas poblaciones del
Distrito y Provincia de Cangallo.
Con
José La Serna ambos participamos cuando el 11 de Enero del año 1,822 aprobó por
Decreto mi conducta como el General José de Carratalá y fuí publicado el 22 de
Enero en la gaceta que editaba el gobierno Virreynal aqui los Cangallinos en la
Independencia.
El
pueblo de Cangallo por su Tenacidad y Resistencia soportó el Incendio
ocacionado por mi mandato, texto del documento los abitantes criminales de
Cangallo ha incendiado al termino de ser reducido en ceniza y Borrado para
siempre del catálogo; en la tenacidad y obsecion con que he hecho sordo las
continuas amonestaciones e Invitaciones.Pacificas.
Al
Incendiar Cangallo, el lugar que se encontraba la oficina, en Cuchun
Calle se puso el nombre de 17 de Diciembre en Honor al trabajo historico de la
quema de Cangallo, estan prescrito nadie podrá reinbindicar a la cabeza de la
Sub-Delegación.
Que
el partido conocido con el nombre de
Cangallo se titule en lo sucesibo Vilcashuamán que la Capital nadie podrá
reedificar en el O´terreno que ocupa el informe, Cangallo que ha sido acilo de
ancianos y guarida de ladrones, Posteriormente proseguiremos con todos mis
tropas, desplasandome a las Provincias de Parinacochas, Lucanas en la que aré
publicar profundamente una de mis proclamaciones.
Se
dio por terminado la converzación para elaborar la Carta Historica y firmamos
al pie del Presente documento.
(Fdo) JCarratalá
Nota.- El documento manuscrito
ha empleado un papel sello 5ª de 2 reales de valor, del bienio 1821 y 1839;
escrito en ocho páginas.
maxaguirrec@gmail.com
Cangallo, en el mes de la Patria de 2010.
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