CANGALLO EN LA POESÍA DE LA INDEPENDENCIA (II Parte)
Max
Aguirre Cárdenas
Preludio
En la primera parte de este trabajo nos hemos limitado a presentar la
producción poética de la época de la emancipación peruana que tenemos a la
mano, dedicada por sus autores a exaltar el heroísmo del pueblo de Cangallo y, de
paso, a mostrar el impacto espiritual que causó sus infortunios en la
conciencia colectiva latinoamericana del siglo XIX, sus luchas por la libertad
y la independencia de nuestra patria. Algunas composiciones las hemos
transcrito íntegramente, pero, por razones de espacio, las restantes las hemos
hecho fragmentariamente.
En esta segunda parte presentaremos las
muestras argumentales de cómo estas composiciones pueden convertirse también en
fuentes para el conocimiento histórico o, si se quiere, en pruebas indirectas de
la ocurrencia de dos hechos trascendentales de la historia cangallina y
regional: la jura temprana de nuestra independencia (la primera lograda en el Perú
en el ciclo de juras y/o declaraciones promovidas por la gran crisis política
española de 1808) y los dos grandes incendios sufridos por su ciudad-capital en
el intento hispano de evaporarla del mapa y
la memoria histórica de la nación, por el
delito de luchar con perseverancia por la libertad y la independencia de
nuestra patria.
La poesía como fuente de la Historia.
Sin duda, todos los documentos en el más amplio sentido del término, aún
más los escritos referidos al todo del conjunto social humano o a una parcela
del mismo, pueden ser fuentes que faciliten en distintos grados el conocimiento
histórico. Ello depende del tema o problema que intenta resolver o explicar el
historiador, y de la gestión cognoscitiva que despliegue, la misma que implica
capacidad para interpretar los textos en su dimensión informativa o en su
dimensión emotiva, tener adecuada formación humanística y, para la tarea que
proponemos aquí, tener además nociones de poética entendida como un saber
teórico de la naturaleza de la poesía, habilidad para lograr una comprensión
empática del lenguaje poético, el comprender cómo se produce o se crea poesía,
las distintas formas de su expresión, la canónica de las mismas y su distinción
con otras formas de creación estética. Si una pintura, o un boceto de la misma,
puede ser una fuente, ¿por qué no un texto expresado totalmente en verso como “La Araucana” de Alonso de Ercilla, o en
prosa poética como “Paisajes Peruanos”
de José de la Riva Agüero y Osma, para poner unos ejemplos; o un texto escrito
en lenguaje lírico o en lenguaje épico como algunos que presentamos? Lo que
importa es el despliegue de nuestra vocación para hallar la verdad, la aproximación
a ella sea cual sea su identidad ética (honrosa o funesta), y su confirmación
por fuentes complementarias que permitan la consistencia del discurso o una
interpretación de los hechos históricos con la menor subjetividad o la mayor
objetividad posibles; o –como preconizaba Marc Bloch- comprender el presente a
través del pasado y, recíprocamente, comprender el pasado a través del presente.
Todavía Febvre y Bloch, los fundadores
de los “Annales”, habían proclamado el
valor de todos los documentos para la investigación histórica; sobre todo el
primero que enfáticamente sentenció como precepto de ella: “Hay que utilizar los textos, sin duda. Pero
todos los textos. Y no solamente los documentos de archivo en favor de los cuales
se ha creado un privilegio: el privilegio de extraer de ellos, […], un nombre,
un lugar, una fecha, todo el saber positivo […]. También un poema, un cuadro, un drama son para nosotros documentos,
testimonios de una historia viva y humana, saturados de pensamiento y de acción
en potencia …” […] “Está claro que hay que utilizar los textos, pero no
exclusivamente los textos. También los documentos, sea cual sea su naturaleza …”
(Lucien Febvre “Combates por la historia”.
Ed. Ariel. Barcelona, 1971: 30 y 31).
Es cierto que los documentos
de archivo tienen el valor de la inmediatez y nos enfrentan con la verdad en el
tribunal cognoscitivo con mayor facilidad. Sin embargo, los investigadores
saben que los documentos de archivo son solamente costras o epidermis fenoménicas
de hechos humanos ocurridos en el pasado, irrepetibles por naturaleza, y han
sido registrados sin poder evitar ser modulados o alterados en alguna medida por
la mentalidad de sus autores, su escala de valores, sus prejuicios, su
concepción del mundo, su ideología política y hasta por sus destrezas y
miserias gramaticales. Hobbes llamaba a todos ellos: eidolas y las distinguía por géneros. Por ello, consideramos un
“hábito saludable” la práctica profiláctica de las críticas externa e interna
de los documentos, heredada del positivismo, y destinada a mejorar las cosechas
cognoscitivas históricas, o ensayar el desafío cartesiano que nos formula
Foucault: el de interrogar histórica y críticamente todas las reglas y verdades
que configuran nuestro ser actual, especialmente las excluidas o las
disfrazadas por el poder que nos impone sutilmente hasta sus credos epistemológicos
como está sucediendo con la llamada “nueva historia” que nos quiere imponer,
sin desearlo probablemente, el imperio de las subjetividades.
Arqueología del saber y arqueología
de la conducta social
Si en la exploración científica de una comunidad humana extinguida,
hallamos como uno de sus restos patrimoniales, digamos un modesto ábaco o una máquina
elemental para ejecutar operaciones aritméticas de contabilidad hecha de bronce,
podemos inferir que aquella sociedad alcanzó a tener conocimientos propios de
una inteligencia concreta, así como idear diversas tecnologías como el alear en
distintas proporciones el cobre con estaño, berilio, plomo, aluminio, zinc, convenientes
para fabricar objetos específicos. Con estas referencias, podemos inferir
hipotéticamente que aquella sociedad alcanzó la edad de bronce.
De modo análogo, si al inicio del ciclo de la
guerra independentista del Perú contra España, constatamos que el hábitat residencial
de la comunidad cangallina sufrió dos incendios apocalípticos, que Cangallo fue
víctima del asesinato de sus habitantes que no pudieron huir, que experimentó la
destrucción radical de su infraestructura citadina (aniquilada “piedra tras
piedra, y regada su suelo con sal”), el cambio de su estatus de capital
política de una famosa circunscripción geográfica, la sentencia de vaporizarla
físicamente preparándole para el corto plazo una riada dantesca si emergía de
sus cenizas, y borrarla finalmente de la memoria de los hombres, … podemos
deducir que aquella comunidad social tuvo que haber sido víctima de una acción
genocida, acusada de haber cometido los máximos delitos como la insurgencia
contra el rey hispano y contra la nación española (la de lesa monarquía y la de
lesa patria), lógica que no aplicaron
cuando los franceses invadieron su suelo y ellos lucharon también por su
independencia (bueno cuando expulsaron al invasor galo, y malo cuando fueron
expulsados de suelo peruano). Esto es lo que sucedió exactamente con Cangallo a
manos de Ricafort y Carratalá. Y esta fue la tragedia que inspiró las
composiciones poéticas que transcribimos en la primera parte de este trabajo y
reclamó la transmutación ética de la venganza en un deber, el tema que tuvo gran
resonancia a nivel continental y conmovió la conciencia hispanoamericana hasta
sus fibras morales más íntimas.
No vaya a creerse que el
motivo que impulsó las numerosas creaciones poéticas fueron solamente el
incendio de las casas con techos de paja y algunas de teja; ello sucedió
también inicialmente con Ricafort, que mereció la respuesta de pedradas e
injurias de las mujeres cangallinas encabezadas por Eulalia López de Qochapata,
pues, de haber sido el motivo solamente una quema de techumbres, todos los
pueblos y villorrios que insurgieron desde 1814, habrían sufrido las mismas
sanciones que Cangallo* y
habrían sido también objeto de inspiración de los vates, hechos que no
sucedieron, incluso como en los casos de Chupaca, Carhuamayo, Reyes y otros,
cuyos complejos residenciales fueron incendiados y –como en el caso de Chupaca-
sus habitantes también asesinados. El recuento y análisis de los acontecimientos
desde que los cangallinos insurgieron, nos conduce a inferir que el motivo de
fondo que desató la furia española, fue la jura de la independencia que
celebraron en octubre de 1814. Lo señala explícitamente el capitán de
caballería José Hipólito Herrera cuando escribe en 1862:
“A consecuencia
de la derrota que en Huanta sufrió la división independiente mandada por D.
Mariano Angulo y el Santafecino el año de 1814, los jóvenes de Ayacucho,
comprometidos en la causa santa de la Libertad, se refugiaron en la provincia
de Cangallo apoyados por los famosos Morochucos, decididos cual otros Pelayos a
pertenecer en el país haciendo la guerra á sus dominadores. En efecto, capitaneados por D. José Mariano Alvarado y el Dr. D.
Valentín Munárriz juraron la independencia solemnemente, suscribiendo la acta con la sangre de sus venas, que tuvieron la
heroicidad de estraerse; por cuyos hechos, irritado el Virey, decretó el incendio de Cangallo, que se
arrojasen sus cenizas al Pampas, que se borrase aquel nombre del catálogo de
los pueblos, que se exterminasen á sus habitantes y que sus tierras se arasen
con sal” (Herrera, 1862: 186. Las negritas son nuestras).
Pero
también lo había percibido el general Juan Pardo de Zela al decirle en el
oficio de 30 de diciembre de 1821, al Teniente gobernador de Vilcashuaman José
Vellido, lo que sigue:
“Cangallo, destruido por las voraces
llamas inmortalizará su nombre […] por
conservar su libertad y sostener su independencia del gobierno español y de
toda otra Potencia extranjera […) La Patria jamás olvidará este heroísmo de sus
hijos y le dará un lugar muy distinguido en los fastos de la historia de su
gloriosa revolución” (AGN: Sta. 0406).
El temor español (que estaba en camino de
convertirse en terror) se explicaba en la serie de recientes levantamientos
indígenas ocurridos desde 1780 en el Sur peruano y poco antes en el Alto Perú.
Estallada la revolución de los hermanos Angulo y coadyuvada por el cacique que
había sido poco antes defensor de la causa realista, Mateo Pumacahua, el
peligro de que la jura cangallina se convirtiese en un ejemplo a seguir por
todos los pueblos del virreinato peruano (como había sucedido recientemente con
las juntas de gobierno que aparecieron como hongos en toda Hispanoamérica,
aprovechando la coyuntura económica y política de la España de Fernando VII), se hizo tan real que había que frenarlo con
las medidas más radicales posibles. Esta es una de las razones por la que
Canterac –en decisión compartida con el virrey La Serna- convocó en la jefatura
del Ejército Realista del Centro a una suerte de concurso para seleccionar al
jefe español que pudiese destruir a los morochucos con la mayor severidad
posible, elección que cayó en la cabeza de Carratalá. Así se evitaría que el reguero
de pólvora incendiase toda la pradera peruana. Para cumplir este objetivo,
Carratalá hizo una limpieza genocida en todo el centro y el sur de la
Intendencia de Huamanga, desde Cangallo hasta Pauza, pero más rigurosamente en
la sub-región de los morochucos; razón también por la que se negaron a educarlos
dándoles siquiera las primeras letras, pensando que haciéndolos exacerbarían para
mal la conciencia de su patriotismo.
Es cierto que entre la jura de la
independencia de Cangallo ocurrida en octubre de 1814 y el primero y el segundo
de sus incendios habían transcurrido seis y siete años, respectivamente. Que
por la virreynatura habían pasado ya Fernando de Abascal y Joaquín de la
Pezuela, y desde 1820 la ejercía La Serna, establecido en la villa de Yucay en el Cuzco. Que para un
historiador que no conoce la Revolución de los Morochucos, aquellos eventos deberían
estar ya desarticulados por el tiempo transcurrido. Por tanto, vincularlos en
una relación de causa y efecto como lo hace José H. Herrera, y lo haremos
nosotros para explicar el motivo que inspiró a los vates que compusieron sonetos,
odas o elegías a Cangallo, parecen procedimientos arbitrarios.
Sin embargo, si se tiene en
cuenta que la Revolución de los Morochucos tuvo una vigencia sostenida de más
de catorce años, caracterizada por ser una guerra de desgaste que eligió como
sus valores la constancia y la resistencia; si consideramos que la política
represiva de corte genocida del gobierno español fue la misma pese al cambio de
sus actores dirigenciales; que el cuerpo legislativo penal fue sustantivamente
el mismo, dicha relación causa-efecto no tiene nada de arbitrario: Cangallo fue
castigada severamente porque con la jura de su independencia había instalado la
piedra angular de la insurgencia post-Tupac Amaru y los godos carecían de la
medicina para neutralizar la idea-fuerza que impulsó a los patriotas hasta el
triunfo en la batalla de Ayacucho. Lo demostraremos precisamente analizando el
mensaje histórico de las composiciones poéticas que nos sirven de apoyo para
nuestra prédica cívica. Si tuviéramos la seguridad de que estas no son todas,
probablemente nuestro razonamiento tendría un mejor cacumen y la explicación historiográfica
que logremos tendría mayor poder suasorio (o de convencimiento). El tiempo lo dirá.
Análisis histórico de las
composiciones transcritas.
El primer problema a resolver para elaborar un juicio de mayor valor
veritativo es saber si el conjunto de poemas de la época de la emancipación que
hemos presentando y en los que aparece Cangallo como sujeto histórico (cinco en
la primera parte y uno en esta segunda parte) es todo lo que fue escrito y
publicado. La respuesta a la pregunta implicada, de mayor evidencia, debe ser
la negativa, en razón a la gran cantidad de documentos que todavía yacen inaccesibles
en los archivos y bibliotecas de todo el mundo, sin contar los extraviados o
destruidos por las contingencias del protagonismo revolucionario cangallino en
el período señalado. Es, sin embargo, sorprendente que el tema predominante en
las seis muestras sea el incendio de Cangallo provocado por Carratalá más uno
que apenas asoma en la inter-relación textual de dos o tres poemas, como un
boceto que parece ser una vaga referencia a la independencia de Cangallo. Esta
aparente desinteligencia no significa en absoluto que la jura no haya ocurrido,
pues, en la mayor parte de pueblos donde sabemos positivamente haberse efectuado
los rituales de proclamación y jura de la independencia a través de fuentes
indirectas, carece de actas que los prueben, habiendo casos como el de Tarma
donde el bando de convocatoria ha pasado a ser considerado como el Acta de su
independencia, o el de Huamanga donde no quedan ni pruebas de la convocatoria a
cabildo, ni bandos ni acta, pero existen
testimonios totalmente confiables.
En el caso que nos ocupa, la realidad histórica de la
jura cangallina ha sido ya demostrada a
través de otros trabajos nuestros, a los
que debemos agregar la argumentación que
hemos realizado en el parágrafo anterior, o sea la que demuestra que el
incendio de Cangallo ejecutado por
Carratalá –y probablemente la primera por Ricafort- fueron acciones genocidas planeadas
por La Serna y Canterac como respuesta a la conducta optada por los morochucos de
proseguir con su revolución estallada poco antes de 1814, y cuya expresión
inicial fue su incorporación a la expedición cuzqueña que se dirigía a la toma
de Huamanga, la participación de los mismos en la batalla de Huanta y la
primera jura de la independencia realizada en Cangallo. La Serna –desde que
llegó al Alto Perú en 1815- conocía de sobra los antecedentes de la revolución
cuzqueña de 1814 y la participación de los morochucos en ella; no solo a través
de Abascal que lo mantuvo como jefe subalterno suyo hasta 1816, sino a través
de Pezuela, a quien lo destituyó por el golpe de Estado de Aznapuquio haciéndose
virrey. Precisamente, por lo dicho, es muy difícil no admitir que la orden que
recibió Canterac para eliminar a los morochucos a través de un jefe ad hoc, no
haya sido decidida al alimón con la Serna. Lo que queremos saber ahora es si la
jura cangallina fue registrada en alguna forma en las producciones poéticas de
la época.
Como anticipamos, las seis
muestras analizadas ordinariamente, no revelan ningún testimonio de haber sido
celebrado aquel acto. Por otra parte, es de suponer que la ausencia de versos
explícitos se debieron no solo a las amenazas de las referidas normas penales y
al carácter predominantemente clandestino de estas producciones, sino al hecho
de que no todos los actores alfabetos que existían dominaban las técnicas
poéticas de la época para expresar sus emociones. Los poetas revolucionarios,
para expresar las mismas sin ser descubiertos en flagrancia, recurrían al
anonimato, y evitaban la explicitud semántica plasmando con el idioma imágenes
estéticas surrealistas, recurriendo al uso de tropos retóricos (metáforas,
metonimias, sinécdoques), hipérboles, visiones metafísicas, analogías
imaginarias, etc.
Yendo
un poco más allá del lenguaje ordinario y logrando empatía con sus autores, se
descubren las huellas evocatorias de la independencia cangallina en algunos versos
componentes del poema: Así como José Hipólito Herrera comparaba a los patriotas
que juraron por primera vez la independencia
del Perú en el pueblo de Cangallo, con el héroe astur Pelayo y sus guerreros, luchas
que les condujo finalmente a conseguir la independencia de España del dominio
musulmán, del mismo modo, los poetas de “Retrato de Varela” y el vate anónimo del “Testamento de Canterac y Baldes”
señalan a Cangallo como el sujeto de la historia que contribuyó decisivamente a
la independencia del Perú del dominio español. En efecto, Herrera, en el famoso
pie de página de su “Álbum de Ayacucho”,
transcrito anteriormente, dice:
“…, los jóvenes
de Ayacucho, comprometidos en la causa santa de la Libertad, se refugiaron en
la provincia de Cangallo apoyados por los
famosos Morochucos, decididos cual
otros Pelayos a pertenecer en el país haciendo la guerra á sus dominadores”.
Por su parte el vate de el “Retrato de Varela: poeta arjentino”, escribe en un fragmento de la composición que transcribiremos adelante:
Y el
nombre de Cangallo
Que
convirtió en hoguera
El
bárbaro español,
Y de aquellos valientes
Que el
Ituzaingo viera,
Vivirán como el Sol,
El fragmento copiado versifica una realidad histórica ocurrida en Cangallo y lo compara con otro suceso semejante acaecido en otro lugar ¿Qué relación hay entre Cangallo y el Ituzaingó? ¿Existe algún parecido como el que encontramos entre el héroe astur Pelayo y sus guerreros, y los estudiantes cristobalinos y los morochucos liderados por Valentín Munárriz, José Mariano Alvarado y probablemente Basilio Auqui?
Ituzaingó es el lugar donde se realizó la batalla del mismo nombre entre fuerzas brasileñas y uruguayas, estas últimas dirigidas por Carlos de Alvear, el 20 de febrero de 1827, y aseguró la independencia política de la República Oriental del Uruguay. Generalmente, un lector ajeno a las exégesis poética e histórica, los pasa desapercibidos aquellos versos, aún más si el nombre Cangallo no le inspira ninguna emoción ni le provee algún significado geográfico o histórico de interés. La comparación entre Cangallo e Ituzaingó, permite confirmar indirectamente la verdad histórica que los cangallinos e historiadores próvidos sostienen que en Cangallo se produjo la primera jura de la independencia el 7 de octubre de 1814, jura que impulsó el ciclo regional de luchas por nuestra libertad y nuestra independencia, hasta cerrarlo el 9 de diciembre de 1824, y apagando los rescoldos monarquistas de los iquichanos de Huanta tres años después.
Pero esta muestra poética no es el único referente. En la pieza componente del álbum de poesía publicado por La Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú, que nos ha servido como fuente principal de este artículo, se incluye una composición anónima titulada “Testamento de Canterac y Valdes”, algunos de cuyos fragmentos hemos transcrito en la primera parte de este trabajo. Pero hay uno que se relaciona con lo que estamos exponiendo. Dice él:
“Y dejo
a los Gallinazos
Los
pulgones de mi alpaca,
Porque
de noche cual perros
A los
oídos me ladraban
Diciendome:
CANTERAC,
Te
meriendan sino escapas.
Y para
eterna memoria
Dejo mi
cortante espada
Para
azador de cocina,
Y á
CARRATALÁ la bayna.
Mis uniformes, mis Botas
Y la
parte de la plata
Que
buenamente atrapé,
Los
dejo al primero que haya
Jurado
la Independencia
Con intención pura y sana;
(Fuente: CDIP: La Poesía de la Emancipación, Tomo XXIV, 1971: 237).
Aunque la composición es la continuación de una mofa sutil anticipada en su precedente “Testamento de La Serna y Venganza de Cangallo”, en este “Testamento de Canterac y Baldes”, los cangallinos lo someten a estos dos jefes realistas a un martirologio simbólico: por lo de Minos el rey cretense que al morir fue nombrado juez de las almas y -como tal- los juzga, por lo de los gallinazos, por el ladrido onomatopéyico de los perros que parecen decir Canterac, y el legado de la “bayna” a Carratalá (que parece una alusión al símbolo fálico). El sexteto de versos final, en especial aquello que dice: “Mis uniformes, mis botas/ Y la parte de la plata/Que buenamente atrapé/Los dejo al primero que haya/ Jurado la Independencia/ Con intención pura y sana”, es de hecho una alusión alegórica a lo sucedido en Cangallo el 7 de octubre de 1814 en tiempos de Abascal. Pero lo dice en el presente del modo subjuntivo simple del verbo haber: HAYA; y no en pasado como debió ser. Insistimos: Será bueno recordar para el análisis que los poemas son partes componentes de un conjunto titulado VIVA LA PATRIA dedicado a satirizar los testamentos y despedidas de los distintos actores de la sociedad virreinal y sus inminentes destierros a su patria de origen, además de temas épicos escritos -por lo menos la penúltima y la antepenúltima composiciones- por unos tales Y.V, J.P.A y F.Ll. (Ver id. pág. 232, 235, 277, 283, 354, 356, 375 y 396), que aconsejo al lector leerlo detenidamente si desea sonreir unos buenos minutos y conocer de paso pasajes de nuestra historia en versión por momentos bufa, incluido el famoso incendio de Cangallo, una alusión a sus pampas y una caricatura del virrey añadida de su martirologio en el averno. (Se leen cosas como: “Este es el famossissimo LA-SERNA/ […] El es: ¡que flaco está! Parece un galgo/ Y traen al orgulloso en pariguela“ […] /”Que á otorgar es conducido/ Desde un punto lejano de la Sierra/ Hasta esta pampa grande, que se llama/ El sitio de las piedras de candela” […] “Mi sombrero les queda á los Borricos/ Pues mas Asno yo que ellos/ […] Dejo en fin, á los Templos la memoria/ De mis uñas, por manda verdadera” […] “LA-SERNA, alza la vista . ¿Nos conoces?/ Los ciudadanos somos que conserva/ El Pueblo de Cangallo valeroso,/ Para hacerte pedazos: ¿Alma fiera!/ ¿Qué orden fue esa infernal, conque mandaste/ Que Cangallo quedara hecho pabezas!/ Nadie podrá el terreno que ocupaba/ Estas son tus palabras á la letra)/ El ruin infame Pueblo de Cangallo/ Reedificar jamas. ¡Que insolencia!/ ¡Por ser leal á la Patria lo ultrajaste!/ ¿Cuál fue el delito, di; para esa ofensa? … etc.). Ello sin considerar los residuos de la guerra de pasquines satíricos versificados que, con seguridad, deben quedar todavía en los repositorios extranjeros.
Por supuesto, que lo presentado no debe ser el todo del corpus testimonial producido. Como afirmamos, es fácil sospechar que habrían existido muchísimas pruebas más que apelaron al lenguaje poético para burlar la inquisición policial española; sobre todo pruebas difundidas en panfletos, papeles sueltos, y libros prohibidos por el Index político hispano. Algo más: Todavía deben existir hombres como Félix Denegri Luna que tuvo la paciencia y la sabiduría de coleccionar fragmentos de papel que, para el ciudadano corriente, habría sido un estorbo que debe arrojarse a los cestos de basura. El tiempo me absolverá si miento o exageró.
Queda pues claro, que el
incendio de Cangallo no fue el único suceso que inspiró la creación de los
vates; lo fue también su constancia y la celebración del ritual independentista
de Cangallo que tuvo –por la razón anotada anteriormente- poca notoriedad. Si
el incendio hubiese sido el motor que inspiró la creación de los vates,
entonces de los cientos de incendios de pueblos que ocurrieron durante el
período de la emancipación peruana, hubiera, al menos un conjunto razonable de
composiciones dedicadas a otros pueblos, y, hasta donde conocemos, ello no
ocurrió. Tratándose de la independencia que celebró Cangallo son bocetos
ilustrativos, por ejemplo, los versos de “El Retrato de Varela” escritos por
Estevan Echeverria y la “Oda Improvisada” también de Juan de la Cruz Varela, dedicada a la
victoria del 9 de diciembre de 1824, como lógica respuesta al pedido de
VENGANZA hecho él mismo en su poema “Al Incendio de Cangallo”.
Y
como lo prometido es deuda, presento a continuación fragmentos de la
composición poética de Estevan Echeverria, referida al soslayo a Cangallo,
acentuando en la suerte de elegía dedicada a Florencio Varela, hermano de Juan
de la Cruz Varela, el papel fundacional de la República Peruana que le cupo
cumplir. Es importante saber que Juan de la Cruz Varela fue un doctor en
teología egresado de la Universidad de Córdova, dramaturgo, ensayista y
consagrado poeta épico igual que Chocano, Salaverry y Olmedo, algunas de cuyas
composiciones fueron publicadas en la famosa antología de Juan María Gutiérrez,
titulada “AMÉRICA POÉTICA”, considerada por la crítica literaria de su tiempo,
como una de las obras más importantes que coleccionó las producciones de los mejores
poetas hispanoamericanos de su tiempo, y en el que la historia independentista
de Cangallo hecha poesía, aparece en algunas de sus páginas.
EL RETRATO DE VARELA, POETA
ARJENTINO.
(Sobre
el álbum de su hermano Florencio)
Estevan Echeverria
Eran
los días más grandes de la patria,
Los
días en que el mundo de Colon,
Sacudiendo
su yugo, en los combates
Con su
sangre borraba su baldon.
Los
días en que el sol, Dios de los Incas,
Reflejaba
su rayo divinal,
Sobre
el sol que adoraba la bandera
De
Maypu, Chacabuco y Tucuman
Los
días en que América se alzaba
La frente
coronada de laurel,
Con un
réjio estandarte por alfombra,
Y una
jóven bandera por dosel!
Y ese
lauro cortado con la espada
De
Bolívar, Belgrano y San Martín,
Con
sangre de cien héroes fecundado,
¿Marchito en el olvido va a morir?
[…]
Y tú
fuiste, VARELA, el escojido
Para
oir su divina inspiración;
Y la
lira pulsando de los vates
Las glorias proclamar de tu nación.
[…]
Por eso
el varón ínclito
Que su
estándar en Lima
Y en
Chile hizo flamear,
Y de
los altos Andes
En la
nevada cima
Su
lanza fue a clavar;
Y el
nombre de Cangallo
Que
convirtió en hoguera
El
bárbaro español,
Y de
aquellos valientes
Que el Ituzaingo viera,
Vivirán
como el Sol,
[…]
Y el
mundo que admira, Varela, tu nombre,
Salvó
del olvido tu imajen también.-
Merezca
un recuerdo la imagen del hombre;
La
frente del vate merezca un laurel!
Julio 28 de 1840
(Fuente: “América Poética”, 1846: 162).
Cangallo, 6 de enero de 2021.
_________________
* Las estancias y los pueblos incendiados de la antigua provincia de Cangallo fueron: Uriwana, Pantín, Putica, Cancalla, Tucsen, Pallqacancha, Hualchanqa, Umaro, Ocros, Quilla, Hualla, Canaria, Pomacocha, Vischongo, y otras aldeas más, perdidas en los meandros de la memoria.
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