sábado, 26 de octubre de 2019

¿AGRESIÓN A LOS CANGALLINOS O CACOSMIA NARCISISTA?


Fue el pasado año 2018: Obligado por mis deberes de seguir fisgoneando las tarjetas de mi ser hecho para la muerte, viajé a Lima para aceitar mis tornillos cardíacos que empezaban a chirriar de viejos, o quizás por estar acosados por la herrumbre de mis nostalgias. Por esos azares del destino, tropecé en la Biblioteca  Nacional del Perú con una voluminosa antología que la Dra. Scarlet O´Phelan había editado. Grande fue mi sorpresa al percibir, a vuelo de pájaro, que se trataba de una colección de artículos dedicados a cavilar en torno a la típica Junta Gobernadora del Cuzco con motivo de la Revolución de 1814 y no de una personal producción de la académica con la gala de calidad a la que nos tiene acostumbrados. Aún más, mi interés se incrementó cuando en el índice se anunciaba la incorporación de dos trabajos, de igual número de profesores de la universidad de San Cristóbal de Huamanga, que considero, jubiloso de querencias provincianas, casi mi Alma Mater. Ni corto ni perezoso fui a comprarlo a la Pontificia Universidad Católica, empero sin lograr mi propósito, pues estaba agotada la edición; de tal modo que me conformé con algunas copias fotostáticas elegidas al apuro y proporcionadas diligentemente por la mencionada entidad estatal.

        Abstraído en el retorno a casa, mascullaba el infortunio de no tener el ejemplar, pero al mismo tiempo mostraba mi regocijo de que, por fin, dicha revolución había merecido el genuino interés de los historiadores al igual que la revolución del gran Tupac Amaru. Y así abrigué la esperanza de que en algún intersticio de la voluminosa antología también habría una obligatoria referencia a los morochucos de Cangallo. Así era. Al arribar a mi destino, grande fue también mi sorpresa al leer el artículo del profesor Nelson Pereyra Chávez, en donde se resaltaba una agresión gratuita contra los cangallinos envuelta esnobista y malintencionadamente con el léxico de Eric Hobsbawm (estocada que ya se había ensayado con los huamanguinos en la obra colectiva "Historia y Cultura de Ayacucho", al parecer, inspirado por él y pese a que a través de ella se aspiraba a elevar la autoestima de sus pueblos construyendo, o ayudando a construir, una imagen positiva de los mismos (2008:151)). Si algo aprendí en mis estudios de filosofía medieval es reconocer el valor de la virtud denominada: sindéresis(1) y ponerla en práctica, y por ello, sin poner mis pelos en punta ni advertir la urgente necesidad de redactar una respuesta a mi relativamente desconocido detractor, un día en que las musarañas rondaban entre mis neuronas y el tictac perezoso de mi anacrónico reloj de péndulo me adormilaba, empecé a teclear mi vieja computadora, por momentos sintiéndome como la cucaracha de Kafka metamorfoseada en guerrero samuray de mil sables. Sin embargo, no me dejé tentar por los ogros del odio, y muy respetuoso, como un monje puritano que cuenta el número de arcángeles que caben en el corazón de Dios, completé mi alegato, y lo “colgué” en mi muro de Facebook: La Voz de Santa Rosa de Cangallo y en mi blog “En busca del tiempo perdido”. (El texto íntegro lo hallará el lector bajo el título de “La jura de Cangallo: ¿Mito, tradición inventada, realidad histórica inobjetable?).

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(1) Aun cuando los diccionarios, como el pequeño Larousse,  definen a la sindéresis como “el buen juicio  y la aptitud  para juzgar rectamente y con acierto”, para los pensadores medievales, era   una virtud por la cual conservamos en nuestra conciencia el conocimiento de la ley moral que como una centella nos permite distinguir lo bueno de lo malo y nos obliga a actuar rectamente incluso cuando las situaciones se vuelven amenazantes, como habría sucedido, por ejemplo,  con María Parado de Bellido. Por supuesto que el delincuente avezado, el amoral ni el orate, disponen de esta capacidad. Por tanto, ese algo que nos instiga a obrar o juzgar rectamente, nos permite comprender que su opuesto es el mal. Para el Aquinatense (Santo Tomás de Aquino) es un hábito que nos dirige a la práctica de los principios superiores como una regla de la parte superior de nuestra razón.
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En el interludio que puso a prueba mi tolerancia de hombre civilizado, apareció el libro de otro profesor (también de la citada universidad) que se identificaba con el nombre de David Quichua Chaico y me mordía a mansalva, en tándem con el  docente referido líneas antes.

 Si el Mg. Pereyra afirmó:

Refiere el historiador ayacuchano Max Aguirre que antes del encuentro de Matará un grupo de insurgentes, liderado por el cura Valentín Munárriz y el criollo José Mariano Alvarado, se dirigió al pueblo de Cangallo para jurar la independencia el 7 de octubre de 1814. El citado autor muestra como prueba de sus afirmaciones el testimonio de José Hipólito Herrera un capitán de caballería del Ejército republicano que en 1862 publicó una compilación de documentos de la época de la independencia. Sin embargo, Herrera no precisa los detalles y la misma coyuntura histórica genera dudas sobre la veracidad del hecho. Parece tratarse de una tradición inventada para construir una identidad republicana entre los pobladores de la provincia de Cangallo, en el departamento de Ayacucho, ahora que se acercan las celebraciones por el bicentenario de la independencia (cf. http:griegomax.blogspot.com)”.

; el otro, también magister en historia, en un libro patrocinado por el rectorado de la Universidad de San Cristóbal, con cierto tufillo de factótum del saber histórico total y confundiendo crítica científica con difamación, escribía otra suerte de catilinaria:

“En los últimos años, sin mayores investigaciones y cargado de un sentido patriotero, hasta han determinado que la primera Jura de la Independencia se produjo en Cangallo el 7 de octubre de 1814 (Aguirre, 2014) y, anualmente, desarrollan diversas actividades festivas en homenaje a quienes lucharon contra la administración virreinal. Adicionalmente, tanto en los centros educativos y las instituciones políticas, en las celebraciones patrióticas, se han ocupado de difundir la participación de las heroínas y los héroes: María Parado de Bellido, Ventura Ccalamaqui y Basilio Auqui Huaytalla, presentando como base las investigaciones de Manuel Pozo (1961). Sin embargo, en la actualidad recientes investigaciones históricas sobre la identidad de María Parado de Bellido y la participación de Ventura Ccalamaqui consideran que tienen una característica más mítica que realidad. Asimismo, se ha enfatizado la participación de los indígenas en condición de montoneras, que han jugado un papel fundamental en la lucha independentista” (“La Independencia en la Región”, 2017: 88).

          El profesor Pereyra, que dos años antes había disimulado su encono a los cangallinos usando la palabra “parece” (Cf. el primer texto transcrito), en un reciente evento celebrado en la ciudad de Cangallo (cuyas consideraciones teóricas las evaluaré apenas se publiquen el audio o el vídeo íntegros, para  acallar sus amenazas de llevarme al presidio a través de una querella por difamación), lejos de disculparse caballerosamente con los cangallinos por las ofensas inferidas, no sólo decapitó de un tajo el retrato heroico de Basilio Auqui y “redujo al absurdo” la totalidad de mis pruebas des-cubiertas sobre la jura de la independencia ocurrida en Cangallo, sino que desató su furia contra el suscrito, exclamando a viva voz que no debatiría con un  “mentiroso”, adjetivo que repitió -como una metralleta vomitando odio y pólvora hepática-- hasta en cuatro o cinco momentos, asustando a los escolares presentes a quienes miraba con pupilas avernícolas a punto de salir de sus órbitas. Las bendiciones del director de debates, traído expresamente por la Comisión del Bicentenario huamanguino,  que ignoró el tiempo que duplicó con creces al que se me concedió, fueron evidentes. Y todo, porque yo había expresado mi desacuerdo con el lesivo párrafo de marras, copiado al inicio de este artículo, añadiendo al final la frase “faltó poco para que nos mente a la madre”. Rato antes del “coloquio”, había invitado cordialmente al Sr. Pereyra a dar una rápida inspección a la colección de documentos que exhibíamos como preámbulo motivador; pero él, miró tres o cuatro paquetillos etiquetados por el suscrito, e ignorando mis explicaciones pertinentes, optó por retirarse al patio a charlar con su patrocinador en una actitud grotesca de cacosmia narcisista (es decir aparentando sentir desagradable olor en donde hay incluso fragancia de niños o aroma popular de estudiantes que hojeaban y tomaban fotografías a las muestras, derramando aires de superstar mundial haciendo casting magisterial de superioridad, o sintiéndose una copia retocada de la belleza de Narciso de la mitología griega; dicho en pocas palabras: levitando muecas de que le apestaba todo). Pero este primer desaire, que puede insertarse en las crónicas de accidentes domésticos o en las historietas narradas en las comilonas de comadres arponeras, no es el quid del asunto. Es algo más serio, pues, la estela de supremo señor del Mg. Pereyra y sus rictus de desdén, descubrieron, con lo ocurrido rato después, una voluntad de generar un clima adverso a la heroica provincia de Santa Rosa de Cangallo, que está haciendo esfuerzos enormes por salir del foso de la decadencia al que lo ha arrastrado su participación en la guerra de la Independencia, agravada por las últimas gestiones edilicias ahítas de corrupción, y reclama ahora del Estado Peruano una justa reivindicación que no la tuvo ni en el centenario ni en el sesquicentenario de la Independencia nacional (Ver en este mismo medio mis artículos “Cangallo: Víctima de la Ingratitud del Estado Peruano” y “Los bicentenarios de la independencia del Perú y la batalla de Ayacucho: Cangallo en la encrucijada de la ingratitud del estado peruano”). Pero perdóneseme hacer una digresión previa, antes de fundamentar la denuncia:

        ¿Qué quiere decir mentar a la madre? o ¿qué denota dicha frase?  Le invito a que el profesor Pereyra me ilustre si estoy equivocado; pues, stricto sensu, no significa sino “mencionar a la madre” y figuradamente “despreciar su origen”. (El verbo “mentar” forma parte imprescindible del acervo léxico del método fenomenológico de Edmundo Husserl y designa el acto de describir y/o mostrar los contenidos puros de la conciencia, evitando toda contaminación psicológica; es decir no es una grosería como supuso él). Es cierto que en el lenguaje del lumpeng o la canalla, sustituido por el término que alude a los genitales femeninos, connota una  ofensa;  pero aun así, es una voz equívoca, como la palabra “mandatario” que se aplica a veces al presidente de la república, creyendo que significa “el que manda” (Ver “El Habla Culta” de Martha Hildebrandt”). Por mí, no me arrepiento haber pronunciado inintencionadamente la frase, pues, siempre he pensado que ella es equivalente a decir “de origen malo”, “de origen detestable”, y en el caso de la alusión al discurso transcrito, como “de origen social despreciable”, “de origen social abominable, execrable, infame, pésimo, etc.”. Si a un recién nacido abandonado por su madre en la inclusa de un monasterio, o en la puerta de la residencia de una familia adinerada o apergaminada con títulos nobiliarios, como sucedía frecuentemente en la colonia, se le motejaba despectivamente como un “expósito”, a un pueblo que carece o inventa su identidad, o peor, a un pueblo que se autodefine adrede con una identidad falsa para aprovecharse de un beneficio que no le corresponde ¿cómo se le llama?  Yo no he encontrado en los diccionarios la palabra exacta, y por ello apelé a la infortunada metáfora, similar al circunloquio que  define a la leche “como el líquido perlático de la consorte del toro”. Se me dirá que el discurso transcrito del profesor Pereyra se redactó en aplicación rigurosa de las tesis de Eric Hobsbawm en torno al asunto o que el cascarón doctrinario del sabio británico se rellenó accidentalmente con material inflamable, y mil triquiñuelas maquiavélicas más. No debe olvidarse que su libro “La Invención de la Tradición”, editado ya hace casi 40 años, fue al principio un mero ensayo teórico que poco más tarde se convirtió -por la presión de los esnobistas (de los que viven copiando ideas ajenas para presentarlas como suyas, de los cazadores de apellidos extranjeros nuevos para  edulcorar sus miserias teoréticas)- en doctrina productiva que ayudó, y sigue ayudando, a explicar muchos procesos sociales e históricos abstrusos. Pero no; en este artículo mostraré que el “chirle de Cangallo” no fue un inocente malentendido académico, sino que fue una vulgar trampa de picantería aldeana para desacreditar a Cangallo y excluirla paulatinamente de las justas atenciones que el Estado la adeuda, exactamente como lo hicieron en los centenarios y los sesquicentenarios de la independencia nacional y la batalla de Ayacucho, la misma que comprendería varias medidas, pero todas encaminadas al mismo objetivo: desprestigiar su historia y reivindicar la propia; en otras palabras ver la paja en ojo ajeno e ignorar el tronco clavado en el suyo. Me referiré a una de estas medidas; esta es: usar a dos historiadores dispuestos a envenenar el agua bendita que bebemos los cangallinos como alternativa para supervivir dignamente en el futuro.

       Iniciaré con el primero  que nos agredió a mansalva con un jab de derecha con guantes de marca  HOBSBAWM, pero falsificada. Y lo haré brevemente, iniciando con un tema del que sí puedo probar objetivamente de que también su vocación inquisitorial la mostró con María Parado de Bellido. Liquidados Auqui, la Parado de Bellido, la historicidad de la jura de Cangallo, las pruebas de la revolución de los morochucos, el concurso  de éstos en el triunfo final de Ayacucho, ¿qué queda? Sólo la conclusión general de que los huantinos y sus iquichanos fueron los  auténticos patriotas, los únicos dechados de hombría para derribar el poder español; más los escolios grabados en placas áureas de que Ayacucho fue el último bastión del realismo godo, de que la independencia fue concedida, y finalmente de que el Estado Peruano debe ofrecerle los mejores homenajes y los máximos premios a la fidelísima provincia con motivo de los Bicentenarios de la Independencia Nacional y la Batalla de Ayacucho, es decir repetir la impostura de los centenarios y los sesquicentenarios. Ya poco antes, la egregia figura del mariscal Cáceres había sido objeto de similar manipulación y que, para ufanarse de que es huamanguino, “ayudaron” a los naturales de Ocros a integrarse como distrito de aquella provincia ¿No había escrito Germán Leguía en 1972, indignado por la ceguera espiritual de los peruanos, que “los hechos de los cangallinos corroboran su abnegación y su heroísmo, y despiertan en el espíritu una admiración y una gratitud que en todos los años transcurridos, los gobiernos y congresos de la República no han sabido o no han querido exteriorizar en grado congruente con el mérito contraído y con sus altas proyecciones y enseñanzas; o Juan Pardo de Zela, español por añadidura, que exclamó refiriéndose esta vez a Cangallo, que “la Patria jamás olvidará este heroísmo de sus hijos y le dará un lugar muy distinguido  en los fastos de la historia de su gloriosa revolución”?, o Domingo Tristán que reconoció a los morochucos como los nobles fundadores de la libertad del Perú?. ¿A quién le creemos?: ¿A un autor cultivado en los rigores de las fuentes documentales, a dos excelsos protagonistas de la guerra de liberación, o a los dos angelitos que están aprendiendo a volar con las alas de sus homólogos Ícaro y Dédalo para intentar comprender el ABC de la hermenéutica histórica y su mensaje de que esta disciplina metafáctica jamás puede prescindir de la guía axiológica, aunque se reduzca a una matemática de lo humano como quería Levi Strauss?

           
Demolición de la figura heroica de María Parado de Bellido

Comprenderá el lector que en tan breve espacio no puedo referirme al todo del trabajo del profesor Pereyra sobre la heroína cangallina aludida en el título del parágrafo. La razón es muy simple: En mi largo peregrinar en el escenario diacrónico de la historia regional ayacuchana, todavía no he podido disponer de un  período de tiempo apropiado para investigar en sus arcanos el tema biográfico de esta colosal mujer y el de otros prohombres como Basilio Auqui que han tenido un protagonismo fundamental en las luchas independentistas de la región huamanguina. En el caso de María Parado, aparte de conocer incidentalmente los trabajos de Juan José del Pino, Carlos Cárdenas, Germán Leguía, Pedro Mañaricúa, Leoncio Jerí, Dionisio Miranda y Ulises Chanhualla, entre otros que han preferido únicamente divulgar los progresos alcanzados por estos historiadores, sólo me referiré al trabajo del profesor Pereyra publicado en la web que lleva por título “María Parado de Bellido y la Independencia en la Región de Huamanga: Representaciones de una Heroína Popular”, que es, hasta donde conozco, el único en discrepar radicalmente con los resultados capitales obtenidos hasta ahora por la investigación histórica nacional.

Para mayor objetividad y no abundar en demasía, iniciaré transcribiendo las conclusiones más relevantes de su investigación presentadas en el Epílogo de su trabajo mencionado, siguiendo su propio orden: primero la más general y luego dos específicas elegidas casi al azar, entendiendo que el resto del trabajo científico (el cuerpo de la tesis) es un conjunto de discusiones encaminadas a falsar o verificar las premisas que, por inferencia generalizadora o por especificación, conducen a las conclusiones. Veamos:

► “Se puede concluir el presente escrito señalando que en los tiempos actuales la heroína ayacuchana María Parado de Bellido se ha transformado en un ícono que condensa y proyecta los valores de fidelidad conyugal, maternidad abnegada y patriotismo intrépido. No obstante, dicha representación es distante a la realidad”.
 La mujer que fue fusilada el 1 de mayo de 1822 por los españoles en los extramuros de la ciudad de Huamanga fue de origen campesino; formó con su cónyuge Mariano Bellido una familia con residencia rural, dedicada a la agricultura, la ganadería, el arrieraje y la fianza en la licitación de impuestos.
 Como pobladora de una zona sacudida por la guerra de la independencia, apostó junto con su esposo por la emancipación tal vez con la esperanza de mejorar sus condiciones de vida; pero, como madre estuvo preocupada por la suerte del amado hijo que se involucró en la guerra e hizo todo lo posible para protegerlo. Se trata de dos dimensiones que no pueden ser ignoradas.

            En la conclusión general, admite que María Parado fue una heroína ayacuchana, pero que en realidad, como ícono falsamente representado por los  demás biógrafos, no debe atribuírsela valores como la fidelidad conyugal, la maternidad abnegada ni el patriotismo intrépido (como si hubiera una taxonomía de distintas clases de patriotismo), pues ella, en la realidad, está muy lejos de ser identificada con tales valores; en buen romance: no debe ser reconocida tampoco como una heroína. Para mí: … todo un galimatías irresponsable, una gravísima difamación sancionable legítimamente por el Art. 138 de la ley penal, aunque en este caso, mitigada por el Art. 133. ¿Heroína, transformada en ícono irreal? ¿Heroína, pero sin patriotismo? ¿Heroína que careció de los valores básicos como la fidelidad conyugal y la maternidad abnegada? ¿Heroína que llegó a ser tal con la esperanza de mejorar sus condiciones de vida? ¡Si es una heroína de la independencia del Perú, pero que carece de patriotismo, entonces no es una heroína! ¿Por esto aseveró en la pág. 6 de su trabajo la cantilena ebria de  que María Parado “ascendió al panteón de los héroes de la patria, al ser reconocida como mártir de la independencia" […] y que “pese a no ser una mártir de la emancipación, apareció en las primeras narraciones historiográficas sobre la independencia”? (¿?, ¿?) ¿Sigue pensando como los historiadores clásicos en el dogma de que los períodos de la emancipación y de la independencia son muy distintos y que las voces que pueden designar dos instancias de un mismo proceso en el largo tiempo braudeliano son de sinonimia imposible? ¡Confieso que he sido atrapado en la tromba de un intríngulis lógico insoluble, porque me es difícil codificar la expresión de que la Parado fue mártir de la independencia, pero no mártir de la emancipación¡. Sin embargo, respeto su posición en la medida de que la  primera puede significar solamente una toma de conciencia dirigida a obtener la independencia, y la segunda al espejismo de que nuestra patria ya no está sometida a una autoridad política extranjera.
           
En verdad, por razones de filosofía profiláctica que proteja mi salud mental, y porque me urge responder a las animosidades del Sr. Quichua, abreviaré más mi defensa preguntando al señor Pereyra, una o dos cuestiones: La primera, referida a la fecha del martirologio de la Parado: ¿Por qué está muy seguro que la fecha revelada por el albacea de Valentín Munárriz, padre José María Montaño (de 1 de mayo de 1822 y ser testimonio de una sola persona) es la verdadera y no la aseverada en el acta dirigida desde Pillpichaca al prefecto de Huancavelica donde se dice que ella murió a manos de Carratalá el once de mayo de 1822, en la plaza de Huamanga y fedatada por las firmas de un número considerable de vecinos y todas sus autoridades? ¿Nunca imaginó que el “documento Montaño”, descubierto por Aurelio Miró Quesada, por haber estado expuesto a los accidentes de conservación o debido a la calidad de la tinta o el papel, pudo haber sufrido el borrado de una de las cifras, en este caso el segundo número 1? ¿Es más creíble el testimonio escrito de Montaño que la copia del acta en las manos de Sixta Uribe (nieta de Mariano Bellido) descubierta por el padre Carlos Cárdenas? ¿Realizó un despistaje químico o grafológico, o cedió solamente a sus simpatías o quizás al propósito de levantar una Torre de Babel desde donde estrellar la imagen de la heroína y de paso cortarles la lengua a los cangallinos si el plan de declararla huamanguina fallaba?

La segunda: ¿Está realmente convencido de que María Parado de Bellido no fue una digna heroína y que toda su conducta, aparentemente patriótica, estuvo motivada por el deseo o la esperanza de cambiar materialmente su vida? ¿Fue la campesina mestiza, realmente una mujer privada de recursos y que casi se codeaba con la mendicidad o con la desesperación de una multípara que no disponía de recursos suficientes para mantener a sus hijos? ¿Es un mito el dinero que ofreció a Quirós que se dice fue de 600 pesos, suma muy abultada para la época en términos de su poder adquisitivo? ¿Por qué la tradición terruñera de Paras, Totos y Viscapalca, predica de que ella disponía de recursos materiales más que suficientes para una existencia holgada de su familia?

Por el acaso, afirmamos que la fecha oficial de la muerte de la heroína (de 1 de mayo de 1822) era ya muy conocida, y no es conquista heurística del profesor Pereyra, pues, hasta en el Diccionario Escolar Histórico - Geográfico del Perú, escrito al alimón por Juan Castillo y Margot Muga, editado en 1959, ya se difundía la citada fecha incluida su muerte que dice se efectuó en la Plaza de Armas de Ayacucho. Del Pino, que habló al respecto con su nieta Bartola, sostuvo que fue el 22 de marzo de 1822. Y hago está digresión, porque Pereyra, para demostrar la “verdad” de que la jura de la independencia de Huamanga fue el 8 de noviembre de 1820, se dio la licencia de añadir a los “Apuntes Póstumos” de José Segundo Roca que decía: “Posesionados de la ciudad de Huamanga, capital del departamento del mismo nombre, el general tomó informes del estado y posiciones del enemigo, al sud que queda el Cuzco y al norte el valle de Jauja. Dispuso también que el pueblo jurase la independencia, ceremonia que se verificó con la mayor pompa y lucimiento, con misa de gracias, Te Deum”, formación de nuestras tropas, etc., etc.”, la frase “el día 8” (es decir, puso “el día 8” en lugar del “etc., etc”. precedente, resaltada también en negrita) (Cf. CDIP, tomo XXVI, vol. 3°, pág. 231 y  Artículo-Entrevista  del Historiador Nelson Pereyra, aparecido en un diario de Ayacucho leído el 24 de diciembre de 2018 y re-publicado en Internet). Si el lector revisa el Libro de Actas del Cabildo Huamanguino de 1817-1822, advertirá que en el acta de 7 de noviembre apenas se escribe en el margen la palabra “Juramento” y a continuación la frase “En la ciudad de Guamanga en siete de noviembre de”…, seguida de media página del folio en blanco. Sin embargo, Pereyra tuvo las agallas de escribir para los medios la siguiente exhortación: “A partir de estas dos importantes fuentes podemos entonces  señalar que la fecha exacta de la jura de la independencia en Huamanga es el 8 de noviembre y no el 1° de noviembre. O sea la afición del Mg. Pereyra para realizar inferencias arbitrarias no es reciente; lo grave del asunto es que parece también ceder intencionalmente a la tentación de acomodar los documentos a su gusto para conseguir sus propósitos extra-científicos que más parecen delirios de grandeza o, dicho mejor, ataques febriles de megalomanía.

Un familiar de María Parado, Dionicio Miranda, escribió una extensa biografía de ella, pero, extrañamente, omitió decir dónde nació. Ello se explica porque todavía desde esa vez los huamanguinos, al no tener héroes, deseaban que la ejemplar patriota sea declarada como ayacuchana de la ciudad-capital, y por esta razón no le habría revelado tampoco el dato a Juan José del Pino, otro de sus biógrafos. Hoy deben saber los ayacuchanos de la provincia de Huamanga que tienen en su Sagrario muchos héroes de fuste y deben renunciar a sus sueños de “huamanguinizar” héroes ajenos. Hasta pienso, forzado por mi entusiasmo (no porque sea devoto de Thomas Carlyle), que deben ampliar el Panteón de los Héroes de Lima para albergar en señal de justicia cívica a José Mariano Alvarado, Valentín Munárriz, Juan de Alarcón y quizás también a José María Munárriz (Ver mi trabajo “Los primeros héroes huamanguinos de la independencia del Perú: los hermanos Munárriz”; en mi blog “En busca del tiempo perdido” o en Facebook: La Voz de Santa Rosa de Cangallo).

        He tenido que realizar este apunte, porque es totalmente cierto y constituye una suerte de axioma de la ciencia histórica, que una historiografía falaz tiene que generar también con la mayor probabilidad una hermenéutica falaz y/o distorsionada. Ahora bien ¿Cómo confiamos si el poder suasorio de la verdad histórica es evanescente y depende de la voluntad de un autor adicto a acomodar los datos a sus intereses mega-personales o ideológicos de grupo? El problema es muy serio: O volvemos a la historia-ficción y construimos una identidad histórica falsa de nuestros pueblos, o fumigamos los hospedajes del gremio para luchar también contra esta suerte de corrupción que corroe la inteligencia nacional y que, al parecer, ha infectado hasta el estilo de hacer ciencia. Está nuevamente puesta en debate el qué es y el para qué sirve la historia, pero fundamentalmente el problema de sus relaciones con la Ética.
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Hace bien en formular muchas conjeturas, pero evitar procesar -no sé si por negligencia o por mala fe− los documentos más importantes del corpus biográfico de María Parado de Bellido hallados también por el sacerdote Carlos Cárdenas es, por decir lo menos, censurable al extremo. En ellos se afirma, con la claridad y contundencia del caso, que ella fue natural de Paras. Me refiero, entre otros, a la partida de bautismo de Tomás Bellido y a un contrato de compraventa de una casa. El primero dice: “Tomás Bellido Español. En el pueblo de San Juan de Paras, en nueve días del mes de abril de mil ochocientos i dos años: Yo el doctor don Tomás de Ubilluz, cura propio de esta Doctrina, bauticé, puse óleo i crisma a Tomás, de dos días; hijo legítimo de Mariano Bellido i de María Parado; españoles de este mismo pueblo; fue su padrino don Manuel Ascencio del Pino, a quien le advertí el parentesco espiritual que contrajo, i la obligación que tiene que enseñar la doctrina Cristiana a su ahijado; siendo testigos Romualdo Cusipoma; y para que conste lo firmé en dicho día, mes i año.-Doctor Tomás Ubilluz”. El segundo es, como se dijo, una escritura de compraventa de una casa en Paras (Cuchquima) heredada por María Parado de su abuelo Anselmo Ccayo y celebrada en Huamanga a favor de José Licas, que inicia así: “En la ciudad de Huamanga  en los 5 días del mes de setiembre  de 1814, nosotros los esposos Mariano Bellido i María Parado naturales i vecinos del pueblo de Paras residentes en esta ciudad […], etc. (Cf. Rev. “Huamanga” 1940, N° 34 y 35, o Max Aguirre, 2008: 501). Por supuesto que el señor Pereyra los ha omitido olímpicamente transcribirlos y procesarlos.

¿Adivina mi paciente lector, qué órgano mediático difundió estas novedades científicas donde afirma de que María Parado fue y no fue heroína al mismo tiempo, y quién es el prestigioso investigador que se derritió en delicados ditirambos aplaudiendo estas tesis? Pues, la revista “Historia de las Mujeres” de Lima, Año XX, No. 181, de setiembre 2018, y nada menos ni nada más que el señor David Quichua (miembro único del conjunto de admiradores del Mg. Pereyra), respectivamente; es decir, un “X”, miembro de un conjunto casi vacío.

Espero sinceramente estar equivocado y admitir que son expresiones de errores accidentales del que nadie está libre, sobre todo en el dominio complejo de las Ciencias Sociales. A mí me ha pasado y seguro seguiré siendo víctima de sus amenazas. Buscar la verdad, acercarse a ella, comporta riesgos severos. Pero, los cantos de la sirena cognoscitiva son irresistibles. Por ella, por una hembra que tiene cola de pez, tendré cada vez, más enemigos que amigos. Ojalá no sea así.


Huanta: la nueva lumbrera de las luchas por la independencia del Perú. ¿Invención o manipulación de la memoria histórica?

El 21 de septiembre de 2018, el Club Social Huanta y el Club distrital Huamanguilla en un publicitado díptico que todavía sigue circulando en la red, invitaba a la ciudadanía de todo el país a la celebración del  204 aniversario de la gesta independentista de Huanta y Huamanguilla .El acto cívico se efectuaría el domingo 30 de setiembre del 2018, a hrs. 9.30, en la Plaza de la Bandera de Pueblo Libre.

     El mencionado díptico titulado “Homenaje al 204 Aniversario de la Gesta Independentista de Huanta y Huamanguilla 1814-2018”, decía: “Durante el desarrollo de la Revolución Independentista iniciada por Mateo García Pumacahua, en el Cusco, los huantinos, se plegaron a las fuerzas patriotas comandadas por el argentino Manuel Hurtado de Mendoza y lucharon denodadamente desde el 28 de setiembre en Huamanguilla hasta el 3 de octubre de ese año en Huanta; acción de armas que fue desfavorable  a los patriotas con más de 600 muertos y el héroe huantino Mariano Ruiz López, hecho prisionero, fue fusilado juntamente con 40 patriotas, entre los que se encontraban huamanguinos, sanmiguelinos, cangallinos, huancapinos, lucaninos, parinacochanos, andahuaylinos, abanquinos y cuzqueños, en la Plaza de Armas de Huanta.
En su retirada los patriotas hacia el Cusco, el 7 de octubre de 1814 declaran la Independencia de Cangallo
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En una Nota de Prensa que circuló también profusamente, se decía adicionalmente:

De otro lado nos complace hacerles conocer que en esta importante Ceremonia, se contará con la presencia de embajadores, congresistas, autoridades de la región Ayacucho, alcaldes, autoridades educativas, civiles y militares. Así mismo escolares, instituciones regionales, colonia ayacuchana residente en Lima y simpatizantes”. Luego del cual se anunciaba también un gran desfile cívico-escolar-militar.

En efecto, el presidente del Club Distrital Huamanguilla pronunció un discurso apoteósico, seguido de otro protocolar pronunciado por el presidente del Club Ayacucho. En dicho primer discurso que también circuló por la red, se amplió los conceptos vertidos en la Invitación poniendo énfasis en la intervención predominante de Huanta en el proceso revolucionario de 1814 y minimizando el concurso de los cangallinos y otras provincias. Se exageró comprensiblemente algunos hechos ocurridos en dicha fecha, como el afirmar  que fueron los adalides y los dechados de patriotismo en las luchas independentistas de la región. Dado el clima amical de esta celebración, a los cangallinos nos pareció el discurso, razonable y nada dañina, aun cuando habían asistido muchos escolares a quienes siempre debe educárseles en el apego a la verdad. Probablemente, lo mismo ocurrió con los huamanguinos, pues, posteriormente, nadie se atrevió a poner los puntos sobre las íes históricas, y así transcurrió todo en paz, alegrándonos incluso que Huanta, la “Bella Esmeralda de los Andes”, siga en su empeño de emular a Huamanga en todo lo que significa progreso(2) Los cangallinos no podíamos aspirar a terciar en el logro de dicho desiderátum por las condiciones profundamente desventajosas con que iniciamos nuestra vida republicana como efecto mediato de la explotación inmisericorde de los colonialistas y 

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(2) Tengo que declarar con humildad que conozco el tema de la revolución cuzqueña de 1814, sobre todo el de su filial huamanguina, con cierta amplitud; pero, para evitar entuertos en mi propia producción científica futura, por el acaso de que mi entusiasta dedicación al estudio de  la Revolución de los Morochucos me haya impedido ver las vertientes históricas más significativas de la contribución huantina o de uno de sus estratos sociales, como la vertiente iquichana, volví a revisar, a vuelo de pájaro, los manuscritos y las fuentes bibliográficas más confiables existentes en nuestro medio. Y con franqueza, tengo que declarar que no he hallado nada que confirme la exaltación cívico-patriótica de los huantinos  exhibida el pasado año en la Plaza de la Bandera, excepto la suerte de maquillaje generoso de Gamaniel  Ruiz que le dedica en su libro “La Intendencia de Huamanga”: un razonable manojo de renglones donde cita los pasquines de 1812, el martirologio de Mariano Ruiz López, los milicianos que se sumaron en Huamanguilla, y la proclamación de la independencia de Huanta que asegura ocurrió el 6 de noviembre de 1820. Referencias más discretas he percibido también en los libros de autores huantinos como Pozo, Del Pino y Cavero. Pero, en fin, soy uno de los que confirman que nadie tiene en Historia la última palabra, excepto la verdad misma.
Reitero, que no abrigo ningún sentimiento de animadversión a los ciudadanos huantinos, menos al autor de la esquela mencionada o al que pronunció el discurso central ante las personalidades que asistieron a la Plaza de la Bandera. Sin embargo, quiero subrayar que nuestra misión debe ser buscar la verdad y transmitirla respetuosamente a las nuevas generaciones. Por ella, me permito transcribir los fragmentos más relevantes del famoso Parte que elevaron al virrey Fernando de Abascal, el intendente de Huamanga don Narciso Basagoitia y el coronel Vicente Gonzales, informando -desde la óptica de ellos mismos- quiénes fueron los genuinos patriotas y quiénes los defensores del realismo hispano. Hasta esta fecha, ya habían ocurrido las infaustas batallas de Huanta, Tambo, Matará y la jura de Cangallo, y los patriotas cuzqueños y ayacuchanos se aprestaban a jugar sus últimas cartas, ya que también el general Juan Ramírez había batido a sus homólogos en Umachiri. Ya el lector formulará su propia crítica; esperamos con probidad y sindéresis.

“EXCMO SEÑOR:
V.E. sabe mejor que nosotros, que el mundo es un contraste de satisfacciones y cuidados: hace  pocos días dijimos a V. E. con harto sentimiento, lo amenazada que estaba esta plaza […]
Por noticias positivas sabemos que los insurgentes intentaban atacar a esta ciudad con ochocientas bocas de fuego entre fusiles y escopetas, diez y ocho cañones de campaña, y dos culebrinas o cañones largos de a ocho, fundidos en Abancay, cuarenta cargas de municiones, además de las armas y pertrechos que tenían en estas inmediaciones; lo que confirma D. Alejandro Abarca, vecino de Parinacochas, que salió de Andahuaylas, y presenció las disposiciones.
        A tres leguas de esta ciudad, y mando de José Manuel Romano, conocido por el Pucatoso (sic) había como 5,000 indios montados y armados de rejón, lazos y bolas, y otra multitud de a pie con hondas: éste escribió pidiéndole indulto […]
         A pesar de anuncios los más favorables se siguieron las obras de circunvalación de contrafosos y parapetos a una cuadra de la plaza, a que contribuyeron los vecinos honrados.
         En el punto y cerro de la Picota y el Acuchimay se han hecho dos reductos con sus fosos, el uno capaz de cien hombres y cuatro cañones de campaña, y el 2. de sesenta hombres y dos cañones: todo está concluido y para auxilio de esta dispuesta defensa vinieron de Huanta, Luricocha y Huamanguilla, quinientos indios lanceros, dignos de recomendación y más D. Tadeo Lazón Alcalde de Huanta, y el cura de Luricocha D. Eduardo de la Piedra, quienes los reunieron y trajeron a su costa a esta ciudad en donde están a sueldo, y al mando del teniente coronel D.   Antonio Barreda, sin que debamos omitir el mérito del doctor D. Manuel Navarro, que entró al frente de sus feligreses de Huamanguilla. El cura de Quinua nos ofrece algunos de su doctrina, pues los demás están con los insurgentes; repitiendo igual oferta el Dr. D. Pedro Tello, cura de Tambillo con los indios de los Neques, que no hemos aceptado, dándoles las gracias porque no hay con qué mantenerlos.
         Acabamos de recibir la correspondencia de Parinacochas y S. Juan de Lucanas; este partido está tranquilo, y su subdelegado interino D.  Francisco Ramón del Villar y García, remite dos mil setecientos setenta y nueve pesos medio real, producto de varios ramos y cincuenta de donativo voluntario por el D. D. José Mavila, cura de Aucará. […]
           El estado de los negocios públicos toma otro aspecto, a pesar de que en estas inmediaciones no faltan grupos  de tres mil, cuatro mil, y más indios que acompañados de soldados armados, y mandados por el Santafecino Mendoza, incomodan e impiden el comercio y entrada de los vestimentos necesarios a esta ciudad, pero ya parece no se acercarán tanto.
          No cesaremos de recomendar a V. E. las doctrinas de Huanta y Lauricocha en primer lugar; con el cura de ésta y alcalde aquélla; en segundo a Huamanguilla y los Neques, con sus curas el D. D. Pedro Tello y D. Manuel Navarro, y un tercero al cura de Quinua, con algunos de sus indios.
          La total escasez de plata tiene en cuidado a esta intendencia, que no duda el reintegro  de lo que espera de esas cajas, realizando las legales medidas tomadas al efecto, después de que combinada esta tropa con la del Sr. Ramírez, y tomados entre dos fuegos los enemigos, se formen partidas volantes, que espumando los pueblos, y castigando la tenacidad de los indios, se entable el tributo y demás ramos.
        Se presentan varios en solicitud de indulto, y si V. E. la tiene por oportuno, puede enviarle general con las excepciones que tenga por conveniente.
Dios guarde a V. E. muchos años. Guamanga y abril 4 de 1815.- Excmo. Señor,- Narciso Bazagoitia.- Vicente Gonzales.
Excmo. Sr.  marqués de la Concordia. Virrey y Capitán General del Bajo y Alto Perú".

Fuente: (Gaceta Extraordinaria del Gobierno de Lima. Jueves 13 de abril de 1815. Ver también CDIP: “Conspiraciones y Rebeliones en el siglo XIX. Tomo III, Vol. 7°, 1974: 585).
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la consecuencia inmediata de su participación en la guerra independentista de nuestra patria, a los que se sumó la constante inestabilidad demográfica generada por el mencionado río Macro cuya sima  alcanzó (en un año trágico del que no queremos acordarnos), a poco más de 90 habitantes, más otras calamidades meteorológicas adicionales que nos impulsó a creer en el mito de la “Maldición de Carratalá” y salir con nuestras matracas pidiendo a nuestros wamanis tutelares el conocido cántico “parayquita apachiway”, convencidos de que los dioses se habían dedicado en ronda a la “dolce vita” celestial, olvidándose de los inquilinos de la región del Pampas. La ciudad de Cangallo, otrora pujante  residencia de corregidores y aristócratas como las familias Sánchez de Bustamante y los Vega Cruzatt (una de los ramas del marquesado de Feria), que había sido destruida repetidas veces por los españoles y el terrible río Macro, ocupaba los últimos lugares en el ranking nacional educativo, en el de salubridad, en infraestructura, en lo cultural y hasta en lo político (no se olvide que a través de toda su historia republicana apenas tuvo dos diputados propios y en estos últimos decenios no podemos elegir siquiera un alcalde propio por las inconsistencias severas de la legislación electoral peruana). Cangallo fue la provincia que más premios honoríficos obtuvo del Estado Peruano por sus hazañas en las guerras de la independencia: títulos, declaratorias, promesas, reconocimientos y leyes que anunciaban obras de infraestructura que jamás se cumplieron. Ahora que ha llegado la oportunidad de su justa reivindicación, con motivo de los bicentenarios de la Independencia Nacional y la batalla de Ayacucho, después de cosechar ilusiones con el premier César Villanueva y su ministra de cultura, hemos sido nuevamente excluidos de toda comisión y por añadidura hemos empezado a ser víctimas de la agresión de algunos huantinos que ven gratuitamente en Cangallo un peligro para sus ambiciones oportunistas.

Por ello, este artículo se limita solamente a defender a los cangallinos de las últimas zancadillas que sus enemigos gratuitos los han propinado. Hace doce años, otro historiador huantino que  produjo la vieja Universidad de Huamanga, puso a prueba la capacidad de tolerancia de los inquilinos del Pampas, afirmando sin rubor (dice que después de haber buscado infructuosamente en el Archivo Regional de Ayacucho la evidencia directa que demuestre si los morochucos tuvieron conciencia de patria) la conclusión de que carecían de ella; y que su hostilidad a los españoles, vistos como enemigos del momento independentista, se explica porque estos perturbaron sus tradiciones e intereses económicos como la obligación de abastecer caballos a los realistas. Entre las muchas conclusiones a la que arriba, a nuestro juicio, ésta es la más congruente con sus hipótesis: leídas como la obstaculización.colonial de sus intereses y la negación a priori de su patriotismo. El autor mismo confiesa: “… el aporte que se hace con la presente investigación es analizar, explicar y comprender el supuesto patriotismo de los morochucos a lo largo del proceso independentista”. (Cf. Tulio Ramiro Buitrón Berrocal: “Identidades campesinas por la independencia”, 2007: 79). Huelgan comentarios.


Quichua: el Catón redivivo de Huamanga.

Apenas lo conozco personalmente al Sr. Quichua Chaico. Sin embargo, admito que he leído buena parte de su producción pese a los severos puntapiés que le propina al idioma confundiéndolo con un balón de futbol. No lo censuro; debe ser, pensaba, porque  en cierta forma el balompié que se practica en nuestro medio no es inmune al foul artero ni al insulto al rival; y él -como lo revelan las fotos de su carpeta deportiva de Facebook a la que apelé para conocerlo por lo menos indiciariamente− no siempre exhibe sus virtudes deportivas en un césped decente. Y probablemente por ello, no supera su talante amateur ni en la historia ni en el fútbol. Únicamente así –sin conocer ni las costras de mi labor intelectual− me puede espetar censuras como la que no investigo bien, que soy patriotero, que engaño a los educandos difundiendo mitos, y casi plagio a Manuel Pozo. Lo más artero: sin exhibir prueba alguna. Es cierto que lo dice en plural, pero sería una ingenuidad pensar que  el conjunto de cangallinos sea el responsable de las faltas, más aún cuando cita mi nombre con ex profesa intención. Voy al grano:

           Se escandaliza el profesor (que al parecer carece de formación pedagógica, e ignora las disciplinas gnoseológica, epistemológica, metodológica y lógica (herramientas auxiliares del buen científico)), que el suscrito, “sin mayores investigaciones y cargado de un sentido patriotero, hasta han [sic] determinado que la primera Jura de la Independencia se produjo en Cangallo el 7 de octubre de 1814 (Aguirre, 2014)” ... etc. Y digo “que carece de formación pedagógica”, porque hoy, para ejercer eficientemente la docencia universitaria, no basta ser especialista en un determinado dominio del conocimiento; es menester conocer, por lo menos, pedagogía y didáctica universitarias, en razón a que la educación no concluye en el nivel de la secundaria y porque la obtención de capacidades y/o competencias superiores así lo demandan. Pero complementariamente, exige poseer el élan de maestro, es decir ser aprehensor y realizador de valores; y uno de estos valores es la probidad (que incluye a la veracidad, el respeto, la solidaridad, y otros valores más). Y tratándose de las materias que un profesor imparte en la universidad, es obligatorio que no deba conocer solamente su ciencia, sino que es menester que entienda que los estudiantes deben continuar aprendiendo a aprender y todo lo que implica este principio pedagógico moderno, como el aprender a producir nuevos conocimientos (que supone a su vez conocer el valor instrumental de las cuatro disciplinas arriba mencionadas). Con sus arranques de inmodestia e irrespeto, sobre todo con una persona que no conoce y probablemente le dobla en años y experiencia, invita a pensar que el Sr. Quichua no es precisamente la persona que honra el prestigio ganado por la institución cristobalina.

           El Sr. Quichua, afirma que he determinado o que hemos determinado, que la primera Jura de la Independencia se produjo en Cangallo el 7 de octubre de 1814. Y sin embargo, quiero recordarle que hace muy poco, y en varios artículos suyos publicados en algunas revistas virtuales, difundía él mismo la verdad de que Cangallo había jurado su independencia en dicha fecha ¿Saqueó, entonces el dato de mis libros o mis numerosos trabajos, sin querer queriendo, o fue un resultado de sus investigaciones cuidadosas, pero cuyas pruebas documentales no desea exhibirlas? Pruebo mi aseveración mostrando el siguiente fragmento:

El asesor intendente don Francisco Pruna Aguilar y sus colaboradores tenían alborotada la ciudad y escandalizados a sus habitantes con las ideas independentistas; el 7 de octubre de 1814 Cangallo juró la Independencia del Perú (Ver, su artículo “Génesis y Causas de la Independencia. Huamanga 1786-1800”, “Summa Humanitatis”, vol. 9, N° 2 (2017), pág. 83).

          Si no da crédito a mi muestra o no recuerda lo que ha escrito o plagiado, le presento otra, todavía calientita, del 7 de junio de 2017, de paso, haciendo gala  de su maestría bárbara en la redacción:

De otro lado, en el contexto de las primeras expresiones armadas entre 1813 y 1819, en la [sic] cual se produjo la toma de Andahuaylas por un grupo de 40 sediciosos que terminó con la deposición del  Subdelegado, la toma de la ciudad de Huamanga por un brazo de la rebelión cusqueña en 1814 y la insurgencia de los Morochucos. La participación de los estudiantes sancristobalinos Valentín Munarriz y José Alvarado fue muy comprometida y el 7 de octubre de 1814 participaron en la primera jura de Independencia del Perú en Cangallo (Ver en noticias SER.com, su artículo “Huamanga: La Universidad en la Independencia”).

         Pero para que el lector pondere la catadura de algunos de nuestros historiadores locales, voy a transcribir un texto de 2015, donde no solamente el señor Quichua califica al Gran Mariscal de Ayacucho de “héroe corrupto” e instala por doquier horcas para martirizar al idioma español, sino que refiriéndose a la participación de los estudiantes y autoridades principales de la universidad de San Cristóbal en el proceso de la independencia de la región huamanguina, escribe::

Los documentos indican que algunos ex alumnos, como: don José Mariano Alvarado y el cura Valentín Munarriz, con el apoyo de los indígenas de Lucanas y los Morochucos de Pampa Cangallo participaron activamente en las luchas de la Independencia y juraron la Independencia peruana en el cabildo abierto desarrollado el 7 de julio de 1814 en Cangallo” (Cf. “Huamanga, Sociedad, Haciendas e Instituciones” (1825-1830), 2015: 112).

           Lo anecdótico del asunto es que su afirmación de que la jura cangallina fue el 7 de julio de 1814, y no en octubre del mismo año, se fundamenta en fuentes escritas coloniales, pues inicia su faena de tauromaquia histórica con: “Los documentos indican que …"  y, sin embargo, en pie de página menciona a los historiadores José María  Vásquez y Virgilio Galdo, como sus fedatarios. ¡O sea, todo un relato de vicisitudes agónicas de la verdad¡. La pregunta que habríamos de formularle tendría que ser obligatoriamente:¿Cuál documentos? Por supuesto que jamás obtendremos su respuesta, a no ser la confesión de que se equivocó “sin querer queriendo” como el insulso Chavo del 8.

          Casi compungido con lo que le sucede a nuestra universidad huamanguina, añado este otro párrafo surrealista de su último libro, que parece ser un collage historiográfico redactado para representar el martirologio de la verdad con voluntad sadomasoquista:

“El germen de la lucha independentista –más que por un sentido patriótico− fue motivado por mantener los intereses económicos y los privilegios de un sector social liderado por el doctor Francisco Pruna Aguilar. Aquello fue continuado por José Mariano Alvarado y Valentín Munarriz, quienes dirigieron las principales campañas militares y proclamaron la Independencia de Huamanga, en 1820, y el triunfo en la batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824” (Cf.“La Independencia en la Región”, 2017: 180).

         ¿Quiere convencernos ahora que los Munárriz y los Alvarado no sólo no estuvieron en la jura de Cangallo de 1814, sino que se emborracharon tempranamente con la idea de hacerse más ricos hasta que, en 1820, proclamaron la independencia de Huamanga dando un empellón a José Antonio Álvarez de Arenales, y que, casi cuatro años después, fingiendo asimismo ser patriotas, hicieron lo mismo con Sucre, Córdoba, La Mar y Miller, proclamando la victoria en la batalla de Ayacucho?  

          Me hubiera encantado aclarar otras imposturas más del tándem sancristobalino, como el referido al plagio de Manuel del Pozo, la trivialización  de las tesis de Eric Hobsbawm, etc., pero corro el riesgo de que mis lectores no hallen asistencia en los consultorios ambulantes de los loqueros de mi pueblo. Ellos, que tienen gran demanda desde los sucesos del 4 de octubre de este año, son expertos en curar los desvaríos psiquiátricos con un caldo de cabeza de perro negro, adicionado de una “jayapa” y un “triste” cantado en silbotenorio. Pero antes de concluir este alegato, deseo declarar que no estoy en contra de los debates o las refutaciones. Al contrario, estoy convencido de que la investigación histórica se enriquece con la crítica sana de los expertos y la periódica revisión de nuestras conquistas gnoseológicas; y es que, como predica Popper, también podemos aprender de nuestros errores, sin ignorar de que la ciencia se equivoca a menudo y que la pseudociencia descubre a veces una verdad. Ojalá todos podamos emular el modelo de la célebre polémica entre dos grandes como Manuel de la Rosa y José de la Riva Agüero y Osma, sobre el Inca Garcilaso de la Vega, sin desdeñar el rigor científico ni apelar a las invectivas.

                                                                                        Max Aguirre Cárdenas.
                                                                                            Cangallo 25 de octubre de 2019.

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