EN BUSCA DEL TIEMPO PERDIDO
¿POR QUÉ EL NOMBRE DE LA PROVINCIA DE CANGALLO FUE ELEVADO AL TITULO HONORÍFICO DE “HEROICA PROVINCIA DE SANTA ROSA DE CANGALLO”?
Max Aguirre Cárdenas
El tema historiográfico que voy a desarrollar coloquialmente, ya ha sido explicado en parte en mi libro titulado “Cangallo y la Primera Jura de la Independencia”. Dircetur, Ayacucho, 2014. Pero, dado el asunto que he tratado para refutar las afirmaciones gratuitas del profesor sancristobalino Nelson Pereyra contra Cangallo, y debido a que, por la prisa y el espacio breve, no justifiqué debidamente el porqué la provincia de Cangallo fue titulada como HEROICA PROVINCIA DE SANTA ROSA DE CANGALLO, me permito darme la licencia de abundar en el tema, para que el lector tenga una idea más clara acerca del motivo que invitó a los miembros de la Constituyente de 1828 a plantearlo y aprobarlo, emulando el reconocimiento del Congreso de Tucumán de 1816 que declaró a la santa limeña como Patrona de la Emancipación Hispanoamericana, y constituir así una prueba eficiente de la importancia de la Revolución de los Morochucos en el logro de la independencia del Perú y refuerce también la veracidad del manojo de pruebas presentadas en mi artículo precedente.
Si releemos el texto del mandato del Congreso Constituyente de 1828, cuyos dos artículos he transcrito en mi anterior trabajo, es fácil colegir las dos justificaciones que formularon los legisladores en los considerados de la ley para convertir el nombre ordinario de la provincia en un título de honor. Ellas fueron: a) el haberse decidido los cangallinos por la independencia del Perú desde 1814 y b) el haber combatido contra los rebeldes iquichas con la mayor gloria. La jura, en el contexto de la política de hacerlo “pueblo tras pueblo” pero pensando siempre en la independencia de toda la comunidad latinoamericana como habían planeado los ideólogos y estrategas platenses, y no solamente en la de una circunscripción geográfica en particular, fue impuesta por la coyuntura militar adversa que impidió a Castelli, Belgrado y Valcarce romper el muro militar impuesto por los realistas en el Alto Perú para impedir que penetrasen al Bajo Perú, conquisten Cuzco, luego Lima y finalmente completar y asegurar con ella la independencia de la dicha comunidad. Lima, sede del poder político y militar español, y núcleo geopolítico que, sin su conquista, las demás eran simplemente consideradas como efímeras y simbólicas, de hecho no resultó lo que se pensaba, pues los realistas cambiaron de sede pasajera de su poder al Cuzco y tuvo que ocurrir todavía la Batalla de Ayacucho para confirmar de facto y de derecho la independencia del Perú y la de Indoamérica.
Para probar lo dicho, debe recordarse que hasta el mismo Libertador San Martín al proclamar la independencia del Perú en Lima el 28 de julio de 1821, como efecto del cambio de alternativa: conquistar Lima, pero por la vía andino-chilena y la ruta marítima del Pacífico, nunca olvidó esta recomendación táctica de buscar la independencia “pueblo tras pueblo”. En efecto, antes de la declaratoria de la independencia del Perú el 28 de julio de 1821, impulsó las independencias por separado de Chile y, al pasar a la costa peruana, las juras de la independencia de Changuillo, Ica, Huamanga, Jauja, Huancayo, Jauja, Tarma, Cerro de Pasco y seguramente Huanta, como afirman los historiadores de este lugar, todas éstas al amparo de la espada de Antonio Álvarez de Arenales; y las encabezadas por él mismo o las promovidas por su ejemplo: las independencias de Supe, Huaura, Lambayeque, Piura y otras ciudades de la costa norte y el oriente peruanos. Incluso en la jura del 28 de julio de Lima todavía advertimos las huellas tácticas de esto que se ha reconocido y denominado recientemente “Las independencias del Perú antes de la Independencia”. Una prueba la hallamos en las medallas conmemorativas que se arrojaron al público desde los balcones de palacio el día de la proclamación y que llevaban grabadas la frase “Lima libre juró su independencia en 28 de julio de 1821” y en el centro un sol incaico; otra: La Gaceta del Gobierno del Perú pasó a llamarse La Gaceta del Gobierno de Lima; otra, la constituye también el conjunto de composiciones poéticas que produjeron los vates hispanoamericanos de la época, publicadas por José Hipólito Herrera, en su libro “El Álbum de Ayacucho”, donde algunos poetas cantan a la independencia de Lima. Pero aunque se dijo que era la independencia de Lima, nadie dudó de que era una proclamación de la independencia del Perú, mientras que la de Cangallo aunque no se dijese la jura de la independencia del Perú, el ritual apuntaba a ella y a la independencia de Hispanoamérica, como había sido diseñada en la ideología difundida por los prohombres del Río de la Plata y por el peruano Viscardo y Guzmán. Es digno de recordarse que después de la Batalla de Ayacucho, todavía se replicó la jura de Lima en el ritual de la independencia del Cuzco ocurrida el 9 de enero de 1825 al amparo de Agustín Gamarra, pese a que los revolucionarios de 1814 habían dado los pasos que indicaban la búsqueda de la independencia del Perú, pero no legitimados a través de un ritual expreso. Incluso los gritos de independencia promovidos por los tacneños en 1810, por los huanuqueños en 1812 y los moqueguanos en 1814, no fueron sino deseos separatistas apagados en los campos de batalla. Como lo indican los libros de historia, fueron simples GRITOS DE INDEPENDENCIA o, si se quiere, meras gritas que condenaban el poder virreinal representativa del poder monárquico español, empero sin valor jurídico; voceríos colectivos como los que se emiten en los mítines y algunos motines y algazaras, pero no declaratorias legitimadoras hechas siguiendo reglas ceremoniales al amparo de las normas procesales del derecho monárquico vigentes en la época: bando de convocatoria a cabildo abierto, consulta popular, proclamación y juramento de los participantes, y misa de acción de gracias (A veces con Te Deum). La prueba estriba en el hecho de que, por ejemplo, Huánuco, recién juró la independencia del Perú el 15 de diciembre de 1820, estimulado por la presencia de Álvarez de Arenales; y la proclamación hecha por Rodríguez, Aros y Castillo en 1812 del que nos da noticia Paz Soldán sin exhibir prueba alguna, habría sido como la hecha por Zela, una expresión emitida al calor de las emociones colecticias. El Cuzco la hace también –como hemos dicho− recién el 9 de enero de 1825, cuando era prefecto Agustín Gamarra y a un año después de la Batalla de Ayacucho. Cangallo la había celebrado el 7 de octubre de 1814 y por eso ya no tuvo necesidad de repetir con Álvarez de Arenales, siendo, por tanto, la primera que se atrevió explícitamente a escenificar acatando el ritual legitimador; y de ahí su valor, valor que en su momento sirvió de leit motiv o de acicate a todo un proceso revolucionario singular que se desarrolló durante más de catorce años: ciclo temporal de acciones bélicas (de tiempos alborotados como díría un pontífice de la “nueva historia”) que he denominado CICLO INDEPENDENTISTA HUAMANGUINO, porque conmovió a toda la intendencia de Huamanga, hoy departamento o región Ayacucho, pero principalmente a la subregión de la antigua provincia de Cangallo.
Es probable que cuando estalló la revolución de 1814 y decidieron los hermanos Angulo extender el movimiento a Huamanga, Arequipa y La Paz, el jefe del movimiento José Angulo les haya dado una orden oral de celebrar las independencias en cada pueblo que conquistasen. Si esta hipótesis es correcta, lo que sucedió en Cangallo habría sido solamente un ritual acatado por los morochucos y los estudiantes cristobalinos liderados por Valentín Munárriz y José Mariano Alvarado que acompañaban a la embajada guerrillera que se retiraba hacia el pueblo de Cangallo después de la perdida batalla de Huanta. Ahora está fuera de duda que los promotores platenses estuvieron en continua comunicación con los líderes de la revolución cuzqueña de 1814 y con los morochucos a través del arriero Basilio Auqui. Muchos de los libelos que circulaban por el sur del Perú y que probablemente llegaron hasta Cangallo, Huamanga y Huánuco, fueron hechos en Chuquisaca, tanto en quechua como en castellano. Si los morochucos fueron acompañados por los estudiantes cristobalinos y no tenían proyectos de celebrar el ritual independentista, no tenía sentido la presencia de ellos en la embajada, pues, después del desastre de Huanta del 1° y 2 de octubre de 1814, si ellos participaron como combatientes en la citada contienda, pudieron haberse quedado en Huamanga y esconderse en ella si la situación ameritaba. No tenemos todavía prueba primaria alguna de que Alvarado y Munárriz hayan estado en la Batalla de Huanta a diferencia de los estudiantes cristobalinos probados por el texto de Herrera que relata de que ”los jóvenes de Ayacucho, comprometidos en la causa santa de la Libertad, se refugiaron en la provincia de Cangallo, apoyados por los famosos Morochucos, decididos cual otros Pelayos á pertenecer en el país haciendo la guerra a sus dominadores”. Se sospecha sí sobre la presencia de Basilio Auqui en razón de que los morochucos de las estancias de la actual Pampa Cangallo y los pueblos de la provincia debían de haber tenido un jefe general que coordinaba o mandaba a los jefes subalternos según el pueblo de procedencia, como insinúa la obra de Néstor Yaranga que he utilizado como fuente en mi citado último libro “Los Morochucos y la Batalla de Ayacucho”. Lo más probable es que se hayan integrado cuando los supervivientes cangallinos y cuzqueños se retiraban de la ciudad de Huamanga hacia sus respectivos lares para abastecerse y recomponer sus fuerzas. Y lo probable es que esta integración haya ocurrido en Chiara, porque allí Munárriz disponía de los recursos de sus haciendas Ataquiswar y Mutuy. La prueba que sustenta la orden de celebrar las juras de la independencia en cada pueblo, recién les fue dada por escrito el 8 de febrero de 1815 por José Angulo, cuando la revolución estaba ya herida de muerte. Y ello, en razón de que la independencia no estaba explícitamente formulada en el programa de los revolucionarios cuzqueños, y la razón por la que la revolución no mostraba intenciones claras de independencia, ni siquiera de separatismo total, pues declararlas significaba aceptar la flagrancia del grave delito de lesa majestad que implicaba sumariamente la muerte cruelísima y confiscación de los bienes de los encausados. Por ello, para guardar las apariencias, también la Junta que nombraron no se llamó Junta de Gobierno (que suponía desconocer in fraganti o en flagrancia la autoridad del virrey) sino Junta Protectora de Gobierno como la Junta Tuitiva de La Paz formada por la embajada revolucionaria que encabezó Escolástico de las Muñecas. Protectora o Tuitiva, porque los revolucionarios cuzqueños predicaban de boca para afuera, o decían en sus comunicaciones con notoria ambivalencia que, si bien discutían la autoridad del virrey, ellos deseaban PROTEGER los derechos del monarca Fernando VII, cuando en la intimidad de sus corazones buscaban la independencia del Perú, aunque con remembranzas incaicas. Ahora pocos dudan (entre ellos mi amigo el historiador cuzqueño Polo y la Borda) de que los cuzqueños buscaban la independencia del Perú, pues aparte de las “Proclamas de los Insurgentes” difundidas en el Cuzco, Arequipa y La Paz, ellos simbolizaron su revolución separatista con una maskaypacha inca, una bandera albo-celeste como la adoptada hoy por Cangallo, y con embajadores para las relaciones exteriores. Las cartas que José Angulo intercambió con el virrey Abascal y con el arzobispo Las Heras, y los documentos referidos a sus condenas sumarias, invitan a decantar estas afirmaciones. Y ello era comprensible si se rememora el reciente genocidio que habían practicado los españoles con los protagonistas de la revolución tupac-amarista; genocidio por el que no solamente sometieron a increíbles torturas a toda la familia de Tupaq Amaru II para asesinarla luego, sino que entre sus miembros fueron víctimas hasta sus inocentes hijos menores de edad y familiares hasta el tercer o cuarto grado de consanguinidad, salvo el niño Fernandito, su hijo, que murió apenas liberado en España, a los 31 años, y Juan Bautista Tupaq Amaru, su hermano, que fue liberado asimismo después de muchos años de crueles sufrimientos en las mazmorras españolas de Ceuta (Africa) y la metrópoli. Fue el primer intento de borrar radicalmente del mapa a toda esta familia, como después intentaron hacer lo propio con la ciudad de Cangallo y los cangallinos, es decir “borrarlos del catálogo de los pueblos”, acatando la sádica orden de Carratalá, bendecida en sus pormenores por el virrey La Serna a través de un decreto por el que, además, decidió cambiar la sede de la capitalía del partido de Vilcashuaman que era Cangallo al pueblo de Pomabamba (hoy capital del distrito María Parado de Bellido).
Pues bien, si la diva limeña Santa Rosa había sido declarada patrona de la Independencia de Hispanoamérica, los diputados constituyentes de 1828 enterados de las hazañas de los cangallinos de haber jurado la independencia y haber sostenido durante más de catorce años toda una revolución atípica, desearon honrar a la provincia otorgándola el título de “HEROICA PROVINCIA DE SANTA ROSA DE CANGALLO”, señal de gratitud de la nación peruana de gran valor simbólico. Este reconocimiento, honoris causa, fue facilitado por el hecho de que Cangallo fue la única provincia del Perú que se había negado a jurar la Constitución Vitalicia impuesta por Bolívar según el modelo que había redactado él mismo para Bolivia, aun cuando inicialmente, el 26 de setiembre de 1826, el Colegio Electoral Parroquial de Cangallo había aprobado (se dice que unánimemente) el Proyecto de Constitución que el Supremo Consejo de Gobierno había sometido a consulta popular (*). La prueba de esta negativa la da el diputado por Cangallo de la época, el cura Ángel Pacheco, en un manifiesto impreso de la época que he mencionado en mi artículo anterior, titulado “A los Ciudadanos de la Benemérita Provincia de Cangallo” y que se halla adjuntado a una de las páginas de las Actas del Congreso Constituyente de 1828(**) (Para saber algo más sobre el cura Pacheco, invito al lector, leer en la Revista “Huamanga”, N° 94, de setiembre de 1962, un artículo publicado por el escritor huantino Narciso Gavilán, quien destaca de Pacheco su pasado realista, su concurso clave en la frustración de la famosa revolución de 1812, su conversión a la causa patriota y su nombramiento por Gamarra como canónigo del coro de la catedral de Huamanga en 1832. También lo puede hacer en la obra de Luis Antonio Eguiguren sobre “La Sedición de Huamanga en 1812” Ed. Gil. Lima, 1935). La lógica que necesariamente tuvo que haber sido esgrimida por el diputado o diputados proponentes, habría sido más o menos expresada a través del siguiente razonamiento: Si Santa Rosa de Lima fue declarada por el Congreso de Tucumán como la patrona de la independencia hispanoamericana y Cangallo fue el pueblo que juró explícitamente por primera vez en el Perú la independencia de Hispanoamérica, es decir inauguró en el Perú la serie de juras independentistas, además que la defendió heroicamente en una gesta de más de catorce años de lucha y sacrificio, entonces esta provincia debe llevar el nombre de Santa Rosa como un símbolo de honor convertido en un título de reconocimiento. Y así se habría dictado la norma promulgada por el presidente La Mar el 28 de mayo de 1828 declarándola en adelante: HEROICA PROVINCIA DE SANTA ROSA DE CANGALLO, como poco antes se había honrado al pueblo cangallino de Hualla (conocidos como los “verdellaqes” y protagonista eficaz de las luchas morochucas contra los iquichanos realistas, a quienes vencieron en las batallas de Trigopampa y Mallauchapampa) con el título de BENEMÉRITA VILLA DE SAN PEDRO DE HUAYA (sic), a través de un decreto promulgado por el mismo La Mar el 16 de abril de 1828. Infortunadamente, no sé los pormenores de la gestación de ambos títulos, pues el Diario de Debates de ese Congreso, al parecer, se ha perdido, o jamás existió, subsistiendo únicamente el Acta General al que he tenido acceso.
Por supuesto que este reconocimiento de todo un Congreso Constituyente que fue motivada únicamente como reconocimiento a haber sido la primera provincia que juró la independencia del Perú y de haber intervenido decisivamente en las acciones bélicas patrióticas contra los iquichanos monarquistas, no fue el todo de sus méritos. Aparte de su negativa a jurar la Constitución vitalicia del Libertador, fue realmente tierra de héroes como algún apologista la calificó: no únicamente porque en esta provincia nació el Mariscal Andrés Avelino Cáceres, Basilio Auqui Huaytalla, María Parado de Bellido y Buenaventura Qalamaqui, sino porque, gracias a los descubrimientos de la investigación sobre su pasado, sabemos ahora que la provincia de Huamanga –que aparentemente carecía de héroes− fue cuna de grandes prohombres como Valentín Munárriz Medina, José María Munárriz Medina y José Mariano Alvarado, que si existiese una escala de heroicidad que midiese objetiva y sin prejuicios terruñeros, revelaría que están por encima de algunos declarados como héroes, pero que, por respeto a la voluntad ciudadana, simplemente los honramos y reconocemos como tales. Los cangallinos de hoy, por negligencia de los que conducen la política educativa de la provincia, ignoran casi por completo el valor de la tierra cangallina y su concurso de primer orden en la obtención de la independencia del Perú, vale decir: ignoran su identidad histórica, núcleo de su identidad social, porque los diseñadores del currículo educativo provincial e institucional no entienden que éste debe albergar –además de sus componentes universales, nacionales y regionales− uno obligatorio dirigido a conocer su realidad social local. Para dar el triste ejemplo, los gobiernos nacionales y regionales de turno, también la han ignorado flagrantemente. La prueba más clara es la exclusión indignante de esta heroica provincia en las celebraciones de las efemérides del centenario, de los sesquicentenarios, y ahora de los Bicentenarios de la Independencia del Perú y la Batalla de Ayacucho. Y finalmente sus autoridades de hoy, como el subprefecto y el alcalde, miembros de una sociedad antipatriótica que, adrede, se han dedicado a boicotear la celebración cívica del 7 de octubre de este año, y no precisamente por su coincidencia con los comicios electorales, sino por intereses subalternos como el haber festejado con inusual pompa el 21 de junio, fecha considerada por Sendero Luminoso como la de iniciación de las luchas revolucionarias en el Perú: el primero, eliminando del calendario cívico local la celebración del 7 de octubre antes de la decisión gubernamental de llevar a cabo en la misma fecha los comicios electorales; y el segundo, negando a la Comisión respectiva los escasos fondos que demandará excepcionalmente su celebración a posteriori, destinada a mantener pedagógicamente el élan patriótico de los cangallinos. El anterior burgomaestre, Sr. Pabel Bellido, malversó sumas ingentes en las pomposas celebraciones del 21 de junio y no mereció la oposición de su reemplazante. Para ello adoptó mentirosamente como fecha de la fundación y creación de la provincia de Cangallo el 21 de junio a vista y paciencia de las autoridades del ramo y pese a estar vigente el delito de apología del terrorismo. Esto es el Perú: un país maravilloso conducido por malabaristas del fraude artero y adoquinados de zuelas en el rostro.
Que quede grabado en los muros de la eternidad: La provincia de Cangallo sacrificó la vida de miles(***) de sus hijos en todo el proceso revolucionario que he llamado “El ciclo independentista huamanguino”; contribuyó con decenas de toneladas de productos de la tierra para el mantenimiento de las tropas revolucionarias desde poco antes de 1814 hasta 1828, a las que deben sumarse las aportadas para el mantenimiento del Ejército Unido Libertador que venció a los realistas en la Batalla de Ayacucho y también para el mantenimiento de los ejércitos realistas tomados a la fuerza y que obligó a los cangallinos a arrasar sus tierras para evitar la presencia del enemigo en sus lares(****). He aquí la razón por la que esta provincia afronta hasta ahora con altivez y atávica valentía la pobreza extrema, realidad trágica que el Estado Peruano hace vista gorda, haciéndose cómplice emético de la MALDICIÓN DE CARRATALÁ, connivente del sádico asesino que juró hacer desaparecer Cangallo del catálogo de los pueblos. He aquí también la razón por la que la ciudad de Cangallo inició su vida republicana con un tesoro demográfico modesto de algo más de 358 habitantes, como he mostrado en mi penúltimo trabajo dedicado a las familias cangallinas.
Lima, 26 de setiembre de 2018
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(*) He aquí el texto del acta de aprobación del Colegio de Electores de Cangallo, en el que se advierte pocas firmas de ciudadanos y sí de todos los miembros de la mesa:PROVINCIA DE CANGALLO
"En la ciudad de Cangallo, en veintiseis dias del mes de setiembre de mil ochocientos veintiseis años. Reunidos en virtud de la convocatoria de veintiocho de julio último los electores parroquiales de esta provincia en estas casas consistoriales al importante objeto de examinar y sancionar El proyecto e Constitucion, que el Supremo Conssejo de Gobierno ha sometido en su discusion, y al de satisfacer el encargo que les han hecho sus comitentes, en igual forma que todos los puntos á que se contrae la representacion de los cincuenta y dos diputados á Congreso inserta en la gaceta numero 36; y considerando que el voto general de estos ppueblos es del todo uniforme é igual al de los pueblos de la provincia de Lima, espresados en la acta de su colegio Electoral de diez y seis de agosto ultimo, han venido en reproducir en esta cuantas razones sólidas y fundamentales se espresan en aquella por el salvamento de la República, y en su consecuencia declaran a nombre de la provincia que representan , dos proposiciones que siguen. Primera Que atendiendo que el Proyecto de Constitucion formado por el Libertador para Bolivia conviene a los pueblos que representamos por contener los elementos de prosperidad, adaptamos desde luego, y damos á dicho proyecto la sancion popular para ser regidos por él, con la unica adicion de que nuestra Religion Católica, Apostólica, Romana sea con absoluta esclusion de cualquiera otra. Segunda. Que siendo el Libertador el unico hombre capaz de conjurar las empestades politicas , yy de conservar á la nacion en seguridad, paz y alta tranquilidad, este mismo y no otro debe ser el Presidente perpetuo de esta Republica. Este es el voto unánime de los electores de la provincia de Cangallo, con cuya manifestacion se disolvió el Colegio, firmando esta Acta los que sabemos suscribir, y por los que no, otros a nuestro ruego .- Jose Venancio Garcia, presidente - Mariano Vellido, escrutador - Jose de Torres, escrutador - Andres Urquizo, escrutador - Jose Vellido, escrutador - Felipe Guilllen - Isidro Calderón - Carlos Tenorio - Teodoro Cabecera - Ildefonso Berrocal - Vicente Molina - Melchor Palomino - Bernardo Palomino - Jose Muñoz - Facundo Tueros - Carlos Layva - Venancio Quenhua - Nicolas Guamani - Feliz Barrientos - andres Astocaulla - Bonifacio Pilleban - Manuel Leon - Juan champa - Luciano Beroca [sic] - Mariano Ayquipa - Domingo Quispe - Bernardo Barrientos - Alejo Barrientos - Gregorio Cibincha - Sebastian Vega - Mariano Salazar - Leonardo Hacha - Mateo Allcca - Manuel Chipana - Miguel Alfaro - Mariano de Castro - Pedro Palomino, secretario.
Es copia de su original que queda en el libro de Actas de esta capital, á la que me remito.- Jose Venancio Garcia.
(Fuente: Diario Oficial "EL PERUANO". Lima).
(**) Ver el texto completo de "A LOS CIUDADANOS DE LA BENEMÉRITA PROVINCIA DE CANGALLO, SU DIPUTADO", difundido en 1827 por encargo de su titular el cura Dr. Ángel Pacheco, en el Anexo de mi libro "Cangallo y la primera Jura de la Independencia del Perú", Ed, DSG Vargas. DIRCETUR, 2014: 140. En un párrafo del volante dice: "Asi fue que viendo esta sabia asamblea, que despues del feliz cambiamiento del 26 de enero el Gobierno era unicamente tolerado como indistinto del absoluto dictatorial, dio el primer paso necesario nombrando en propiedad un Presidente para la República, y no del Consejo, invención de aquella Carta Boliviana reconocida y jurada por todas las provincias, única excepto la de Cangallo, siempre singular en sus empresas liberales". Lo dicho significa que la provincia de Cangallo aprobó -por decisión unánime de su Colegio Electoral- el proyecto de Constitución redactado por Bolívar para Bolivia, pero que -a diferencia de las demás provincias del Perú- se negó a jurar cuando se convirtió oficialmente en la ley fundamental de la República. Todas las provincias del Perú, juraron y acataron la misma, pero no Cangallo, puesto que su pueblo se dio cuenta de que liberalismo y presidencia vitalicia eran incompatibles, y temía que Simón Bolívar, en los hechos, se convirtiera en monarca o emperador colombiano, continuando con su título inicial de dictador que el Congreso peruano le había otorgado por razones de emergencia.
(***) Hasta ahora nadie ha calculado con precisión cuántos cangallinos ofrendaron sus vidas a la Patria en los más de catorce años de lucha atípica y sostenida de su revolución. Nosotros hemos inferido a partir de premisas demográficas de relativa confiabilidad un estimado de 1,340 mestizos y 8,660 indios. Pero estas cifras merecen confirmarse por estudios demográficos más cuidadosos. Esta etapa de la historia nacional tiene una analogía con la cifra de muertos ocasionada en el ciclo de luchas fratricidas de Sendero Luminoso. La cifra oficial aproximada oscila ahora entre 62,000 muertos (inicialmente calculada en algo más de 20,000); en otras fuentes se cree que fueron muchos más. ¡Y pese a la inmediatez de los hechos en el tiempo y pese a la modernidad de nuestras técnicas estadísticas!. En estos casos, en que lo clandestino se impone y existe en lo penal mutuas acusaciones entre Estado e insurgentes: la realidad siempre ha superado a la ficción.
(****) Manuel Bustamante Jerí, sostiene en su “Ayacucho, ciudad en marcha”. (Imp. Gonzáles, Ayacucho 1965: 15), que el primer prefecto de Ayacucho: sargento mayor José María Monterola informó que el aporte de Ayacucho sólo al Ejército Unido acantonado en Apurímac, el mismo que pasó muchas veces por Ayacucho, fue: de: “6,000 reses; 10,000 carneros; 30,000 raciones de pan: 1,000 fanegas de cebada; 1000 fanegas de maíz; 1,000 fanegas de patatas; 400 fanegas de granos diversos; 10,000 camisas; 6,000 pares de calzados; 1,000 fornituras; 2,000 morriones; 600 morrales de campaña; 4,000 juegos de herrajes, pañetes y capotes” (Cit. por Gamaniel Ruiz Cárdenas, 1990: 200).
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