lunes, 1 de septiembre de 2014

    

HISTORIA DEL PERÚ: OLVIDOS Y
RESCATES


(EL BICENTENARIO DE LA PRIMERA JURA DE LA INDEPENDENCIA PERUANA EN LA
HEROICA PROVINCIA DE SANTA ROSA DE CANGALLO)


                                                                                                                        Max Aguirre Cárdenas

Cuando en 1862 el capitán de caballería don José Hipólito Herrera publicó su “Álbum de Ayacucho”, libro en el que da a conocer una colección de los principales documentos de la guerra de la independencia del Perú desde 1818, adicionada con una “Relación nominal de los patriotas de la Independencia Nacional” y con “Los cantos de victoria y poesías relativas a ella”, al referirse en la Relación nominal… a los “Sacrificados en Cangallo”, al pie de la página 186, escribió:

A consecuencia de la derrota que en Huanta  sufrió la división independiente mandada por D. Mariano Angulo y el Santafesino el año de 1814, los jóvenes de Ayacucho, comprometidos en la causa santa de la Libertad  se refugiaron en la provincia de Cangallo apoyados por los famosos Morochucos, decididos cual otros Pelayos á pertenecer en el país haciendo la guerra á sus dominadores. En efecto, capitaneados por D. José Mariano Alvarado y el Dr. D. Valentin Munarriz, juraron la Independencia solemnemente, suscribiendo la acta con la sangre de sus venas, que tuvieron la heroicidad de estraerse; por cuyos hechos, irritado el Virey, decretó el incendio de Cangallo, que se arrojasen sus cenizas al Pampas, que se borrase aquel nombre del catálogo de los pueblos, que se exterminasen á sus habitantes, y que sus tierras se arasen con sal”.

Este es, hasta donde conocemos, el tercer testimonio escrito sobre la Jura de la Independencia del Perú acontecida el 7 de octubre de 1814 en el pueblo de Cangallo, capital de la actual provincia del mismo nombre en la región Ayacucho. El segundo fue el decreto ley promulgado por el presidente La Mar el 28 de mayo de 1828 que en su parte considerativa afirma: 

 “Que los naturales de la provincia de Cangallo desde el año 1814, se decidieron por la Independencia del Perú, y que por sacudir el yugo opresor pelearon con varias divisiones del ejército español, hasta quedar casi consumidos, sin que por esto dejasen de contribuir y hacer otros sacrificios para el sostén de la tropa”. 

Y el primero fue la alusión que hizo Juan Pardo de Zela en una carta al subdelegado de Vilcashuamán, José Bellido, fechada el 30 de diciembre de 1821, cuando evocando la quema y destrucción total de Cangallo ordenada por Carratalá el 17 de diciembre de 1821, alabó a los cangallinos que prefirieron abandonar su ciudad “por conservar su libertad y sostener su
independencia del Gobierno Español
”, pero no doblegarse ante la tragedia.

LAS JURAS Y EL DEBIDO PROCESO

La importancia del testimonio de Herrera –pese a ser un texto meramente aclaratorio- radica en que no sólo nos transmitió la noticia de un hecho de singular valor histórico y que delata un esfuerzo esencialmente regional de conseguir su independencia por decisión propia, sino que además nos reveló al soslayo el cumplimiento de cierto ritual que se puso en práctica y que incrementó el valor jurídico del proceso, pese a tener, paradójicamente, el propósito de quebrantar la legalidad y el statu quo social para, precisamente, lograr un nuevo orden, ante la imposibilidad de restaurarlo.

A este ceremonial, establecido por la tradición y tácitamente comprendido en la legislación de la época, lo hemos llamado en sentido lato el debido proceso que, para evitar confundirlo con la tutela
jurisdiccional del derecho procesal contemporáneo, o la garantía de imparcialidad, justicia y libertad que deben prestar los jueces, deberíamos haberlo llamado algo como el ritual indispensable o la secuencia procesal necesaria que los pueblos deben observar para ejercer su derecho a la autodeterminación o derecho a decidir libremente su destino social y legitimar de este modo sus efectos. Algunos papeles de la época lo designan con la expresión: “debido juramento” (Ver, por ejemplo, Manuel de Odriozola, Documentos Históricos, Tomo IV: 271-273). En todo caso, en este artículo cuando hablemos del debido proceso, el lector deberá tomar en cuenta esta delimitación semántica. 
Decíamos que Herrera nos reveló en la jura cangallina también el cumplimiento de cierto
orden en los segmentos ceremoniales del proceso. ¡Dilucidemos!: Si bien es cierto que el propósito de rechazar al invasor español se manifestó desde el inicio mismo de su presencia colonialista en América (lo que no quiere decir que todos los actos fueron independentistas ni que todos los movimientos separatistas celebraron rituales de juramento), ello se tornó crónico en el siglo XVIII peruano, e irreversible en los tres primeros decenios del XIX; éste último, porque España enfrentaba una severa crisis general y el descontento provocado por la opresión a los indios americanos había sobrepasado sus límites tolerables y acumulado enorme presión dinámica, y la física social exigía su liberación, facilitada coyunturalmente por la invasión francesa a España y la prisión de Fernando VII.

Si el XVIII abundó en protestas, revueltas, motines, levantamientos, y como culmen la gran gesta separatista  de Túpac Amaru y sus epígonos, el XIX fue de explícita vocación emancipadora, pues abundó en gritos libertarios, formación de juntas de gobierno paralelo, declaraciones y hasta proclamaciones independentistas informales como sucedieron en el escenario del Bajo Perú con Tacna (1811), Huánuco (1812), Cuzco (1814) y Moquegua (1814); y en el del Alto Perú, con la Junta Tuitiva de la Paz (1809), casi todas precediendo a la jura cangallina que inaugura el respeto a la forma. Dicho con más rigor: Antes de Cangallo, ninguna de las proclamaciones alcanzó a observar el formalismo jurídico pertinente que implicaba una ceremonia juramentaría legitimadora. Casi todas se agotaron en la simple instancia de emisión de proclamas o notificaciones hechas públicamente y otras anónimamente, justificables comprensiblemente dadas las condiciones materiales y espirituales en que se produjeron los hechos.
En efecto, el evento de Tacna fue apenas un “grito independentista” que el cacique Ara habría xpresado como una voluntad de cortar el vínculo jurídico del Perú con España. El de Moquegua –como lo testimonia el decreto de La Mar de 19 de enero de 1823- fue una “proclamación expontánea” que no sabemos si comprendió una jura. Pero si ésta ocurrió como otro evento de la revolución cuzqueña de 1814, ella habría sido después de la jura cangallina, pues la embajada revolucionaria que encabezó Pumacahua recién partió del Cuzco hacia Arequipa entre el 15 y el 24 de octubre. 

El de Huánuco habría sido un episodio de lectura de una proclama semilibertaria efectuada en el arco del levantamiento de los indios panatahuas, huamalíes y huánucos, contra la autoridad virreinal, pero espetando la figura del “amado Fernando VII”, de creer el testimonio del mismo José Hipólito Herrera, repetido por Mariano Felipe Paz Soldán y José Fermín Herrera; refuerza esta hipótesis la jura posterior que cumplieron el 15 de diciembre de 1820. El del Cuzco fue un conjunto de proclamas anónimas, discursos subversivos como el de Carrascón, y el juramento de José Angulo en el Ayuntamiento para ejercer su cargo de Jefe Supremo de la Revolución. Es altamente probable que en este último caso haya estado previsto el ritual público de independencia, apenas prosperasen las condiciones militares, pero el desastre de Umachiri impidió su realización; lo sugiere la jura de la independencia efectuada recién en la gestión prefectural del general Agustín Gamarra, el 9 de enero de 1825. Finalmente, el de La Paz fue un mero deseo expresado en una proclama. En todo caso, el debate está abierto. La verdad está por encima de nuestras subjetividades.

Aprovechando las distinciones semánticas que hace Fernando Gamio entre declaración,  roclamación y jura (Ver El Perú y su Independencia. Antología, Vol. II. Lima 1971), podemos afirmar que el ceremonial cangallino de la independencia fue el primero en cumplir los prerrequisitos legitimadores de la época, pues incluyó el bando de convocatoria, la primaria consulta popular o libre determinación acordada en un cabildo abierto, una proclamación y una juramentación. Este último segmento ceremonial comprendió a su vez: el acto público de prometer la defensa de la independencia peruana a costa de sus vidas y  bienes poniendo a Dios como garante supremo y, finalmente, la suscripción de un acta con sangre extraída de las venas de sus protagonistas. En otras palabras, el conjunto de los actos alcanzó así no sólo su legitimación jurídica, sino también su sacralización, condiciones de plus-valor que otorgaron a la jura de la independencia cangallina la dignidad de ser la primera realizada en el Perú.  La sacralización habría sido enfatizada si además pudo celebrarse una misa de acción de gracias al Altísimo durante o al final del proceso. La observancia de este ritual no habría requerido de muchos aprendizajes, pues Huamanga y sus partidos habían jurado hace sólo un año, en 1813, la Constitución de la Monarquía sancionada por las Cortes en 1812. El intendente Francisco de Paula Pruna había hecho cumplir las instancias del proceso, pero exceptuando obviamente la consulta en cabildo, como lo revela un documento de la época. Ignoramos, sin embargo, si los actos se sellaron con misa y Te Deum. Como sabemos, la secuencia del debido proceso se satisfizo con todo rigor en la Independencia de Lima. Describamos, grosso modo, cómo se produjo la Independencia de Cangallo en el marco de la revolución cuzqueña de 1814.

EL FRENTE HUAMANGUINO Y LA BATALLA DE HUANTA.

Pocas semanas después de la revolución que estalló en la ciudad del Cuzco el 3 de agosto de 1814, y conformada una Junta Protectora de Gobierno resuelta luego a favor del liderazgo supremo de José Angulo, la estrategia militar contra el poder virreinal (no directamente contra el Rey) consistió en oponer tres frentes de lucha: el de Puno y La Paz, el de Arequipa, y el de Huamanga; este último encargado de combatir a las fuerzas realistas que acudirían desde Lima, sublevar a Huancavelica y, de ser posible, llegar hasta la misma capital del virreinato.

Los componentes del frente huamanguino liderados por Manuel Hurtado de Mendoza, Gabriel Béjar y Mariano Angulo, partieron del Cuzco el 17 de agosto de 1814 y llegaron a Huamanga el 20 de setiembre del mismo año.  En el camino recogieron y prepararon bastimentos, y engrosaron sus filas con los voluntarios abanquinos y andahuaylinos, más de medio millar de morochucos que convergieron en las Pampas de Cangallo, y con los artesanos y los cívicos de Huamanga. Estos últimos habían abandonado poco antes a sus mentores realistas soliviantados por acción de Ventura Qalamaqui. Con ellos neutralizaron totalmente a las fuerzas realistas, siendo el suceso más notable la muerte del comandante realista José Vicente de la Moya. 

En Huamanga, enterados del arribo a Huanta del coronel español Vicente González enviado por el virrey al mando del terrífico batallón Talavera, decidieron marchar a su encuentro, produciéndose la batalla conocida precisamente como la de Huanta, donde fueron derrotados, experimentando la pérdida de más de 600 combatientes, la mayoría de ellos  morochucos. González había sumado a sus pocos efectivos a los cívicos huancavelicanos y huantinos haciendo un total cercano a los 3,500 hombres; pero más pudo la estrategia y los rifles que los 5,000 combatientes de los oponentes armados artesanalmente. Ello sucedió el 1 y el 2 de octubre de 1814.

LA INDEPENDENCIA DE CANGALLO

Replegadas las fuerzas patriotas a Huamanga, cometieron en esta ciudad excesos. Ultimaron al subdelegado de Vilcashuamán Cosme Echevarría y al coronel indígena Francisco Tincopa. Al dvertir la presencia de las fuerzas de Vicente González que, después de un breve descanso de sus tropas, habían emprendido la búsqueda de  los revolucionarios, enrumbaron hacía el Cuzco para reabastecerse y recomponer  sus fuerzas. Pero al llegar a Toqto, divisoria del camino hacia Cangallo, los morochucos que estaban siendo acompañados por jóvenes huamanguinos, entre ellos por numerosos estudiantes de la Real y Pontificia Universidad de San Cristóbal, optaron por separarse del conjunto y replegarse a la altipampa cangallina para llegar finalmente al pueblo de Cangallo que, por haber sido residencia de los corregidores, en la práctica era reconocida como la capital del partido o provincia de Vilcashuamán. Arribando los morochucos a dicha población (recuérdese que Cangallo fue reconocida como villa recién por decreto de 27 de marzo de 1822, y como ciudad capital de la provincia de Vilcashuamán el 30 de agosto de 1824), siguiendo la estrategia difundida por  los ideólogos platenses Belgrano  y Castelli de obtener la liberación pueblo tras pueblo”, acordaron realizar la Independencia de Cangallo. Para ello convocaron a un cabildo abierto para el 7 de octubre de 1814, fecha en que, consiguiendo la aprobación de la población, procedieron a proclamar y jurar la independencia siguiendo el ritual antes señalado, como se colige de la fuente herreriana. Lamentablemente, la prueba primaria, el acta, se ha perdido, impidiéndonos conocer sus  incidentes. Pero este extravío del acta parece hasta lógico si tenemos en cuenta que el delito de lesa majestad suponía la muerte inexorable y la incautación de los bienes  de los infractores. Además Cangallo padeció dos grandes holocaustos a manos de Ricafort y Carratalá el 2 de diciembre de 1820 y el l7 de diciembre de 1821, respectivamente, y sufrió además dos o tres aluviones  dantescos causados por su río emblemático: el Macro. El holocausto del 17 de diciembre levantó las voces de indignación de la conciencia americana haciendo que el ministro de gobierno argentino Bernardino Rivadavia, suscribiera el decreto de 29 de marzo de 1822 del Gobierno de Buenos Aires por el cual una de las calles de la capital bonaerense se llame Cangallo. Pero hace poco, la ley de mayor jerarquía legal e histórica fue anulada por una mera ordenanza edil que mutó el nombre de Cangallo por el de Juan Domingo Perón. Los patriotas argentinos protestaron y obtuvieron que se restablezca su nombre tradicional, pero solamente el de la  última cuadra de dicha vía. Hoy, con una dosis de sorna y nostalgia, los porteños la llaman Av. Juan Domingo Cangallo. La pequeña ciudad andina, en reciprocidad, había bautizado a dos de sus callecitas con los nombres de Av. Argentina y Alameda Rivadavia.

PROTAGONISTAS DE LA INDEPENDENCIA DE CANGALLO

Por supuesto que el gran protagonista de esta primera jura de la independencia del Perú que antecedió a la oficialmente aceptada de Supe, fue el pueblo cangallino conocido también como los morochucos. Sin embargo, sus conductores fueron patriotas ilustrados como Valentín Munárriz y José Mariano Alvarado, y probablemente el indio corajudo Basilio Auqui, quienes tuvieron como inspiradores ediatos a los ideólogos del Río de la Plata. Ofrecemos aquí algunas primicias en torno a la identidad de dos de sus actores principales. 

Valentín Munárriz.-  Fue un revolucionario huamanguino egresado de las aulas de la Universidad de San Cristóbal de Huamanga. Antes de ordenarse de sacerdote, abrazó la causa independentista asimilándose en Andahuaylas a las huestes cuzqueñas lideradas por Hurtado de Mendoza, Béjar y Angulo y donde recibió el despacho de Teniente de Infantería rubricado por el jefe de la Revolución: José Angulo. Ello significa que estuvo en la toma de Huamanga, en la batalla de Huanta y en la Jura de la independencia cangallina. Después de este último suceso desapareció del escenario, obligado por las peripecias que le procuró la tenaz persecución española, pues no sólo perdió sus bienes, sino que evadió la inminente pena de muerte  por el delito de lesa majestad cometido. Sabemos que se refugió en Tambo y San Miguel eludiendo a los esbirros realistas, para finalmente recalar en la casa cural de Tambo con la más absoluta discreción. Allí estuvo oculto hasta la llegada de San Martín al Perú, aunque en algún momento tuvo que huir hasta Lucanas. Cuando Álvarez de Arenales llegó a Huamanga en su Primera Campaña de la Sierra, vía Cangallo, otorgó a Munárriz el despacho de Teniente de la Compañía de Artilleros, y bajo ese título le encomendó misiones de abastecimiento de reclutas. Tenemos evidencias de su participación en Chupasconga (Chupaskunka) al lado de N. Barrera y Basilio Auqui, obstaculizando el avance homicida de Ricafort que se trasladaba a incendiar Cangallo y a victimar a sus habitantes, etnocidio que lo cumplió el 2 de diciembre de 1820. Cuando Bolívar arribó al Perú, lo encontramos colaborando con él en Junín y Ayacucho en las labores de inteligencia, acopio de combatientes, alimentos y pertrechos de guerra, misiones idénticas que también le había encomendado San Martín. Pero no se crea que fue un soldado pusilánime que no expuso el pecho al peligro. Él mismo dice en una solicitud: ha sido público y notorio  desde el año 14 mi adeción a la sagrada causa de la Libertad y que por esto, tanto el mismo año, quanto el año 21 estube ejerciendo de oficial en campaña peleando con los enemigos y por esta causa estuve tan perseguido y expuesto a perder la vida por la Libertad” …no me he conformado con ser un oficial 
en nombre, sino como tal he desempeñado mis deberes en diferentes ocasiones saliendo al Campo de Batalla por los que soy patriota de hecho y no de dicho”.  Fue además el gran protagonista que ayudó a mitigar el desastre de Qollpahuayqo antes de la Batalla de Ayacucho, razones por las cuales, sumadas a su bien ganado prestigio de patriota probo  e incansable que lo dio todo por la Patria, el Libertador Simón Bolívar, antes de marcharse del Perú, encargó al prefecto de Ayacucho José Antonio de Zela otorgarle  una medalla de honor como reconocimiento y tributo a su participación en la Emancipación de la República. En el oficiode gratitud que publicamos por primera vez, le transmite la noticia de que el Libertador “lo tiene en su memoria que ha sido abierta como un “respetable heroe. Entre las múltiples funciones que ejerció sobresalen las de Jefe político y comandante militar de Tambo y Cangallo, capitán de artilleros y comandante de los cívicos de Ayacucho, subprefecto de Cangallo y más tarde diputado por la misma provincia en el período 1845-1848. Como para acordarse de que había estudiado para ejercer la misión pastoral, llegó a ordenarse  de sacerdote después de haber desempeñado la subprefectura aludida, y ya en los años finales de su agitadísima vida lo encontramos como titular del curato de Chupamarca en Huancavelica. Pero la misión más importante que cumplió por la Patria, aparte de ser uno de los actores de la Jura cangallina, fue su tenaz lucha contra los iquichanos pro-realistas y antiperuanos, pero esto lo  desarrollaremos en nuestro próximo libro dedicado al Ciclo Independentista huamanguino: 1812-1828. Para concluir este rápido brochazo biográfico, una conclusión -en la envoltura de una pregunta- es aquí obligatoria: ¿Valentín Munárriz no merece ser reivindicado por la gratitud nacional de su total olvido y ser declarado asimismo Héroe de la Nación Peruana?  Por supuesto, los cangallinos ya han erigido en sus corazones un digno monumento al héroe, comprendiendo el mensaje de reconocimiento del inmortal Bolívar. En ese entendido deberá incluirse entre los héroes cangallinos que rodeen el fuste de la columna del glorioso Monumento a la Libertad, que el Estado Peruano y un país amigo tienen el deber de erigir en Cangallo como un homenaje simbólico a este pueblo por su Bicentenario y honrando lo dispuesto por el decreto sanmartiniano (suscrito por el Supremo Delegado Torre Tagle) de 27 de marzo de 1822. No se olvide nunca que Munárriz  abogó por el destino de toda América, o como él mismo precisó: “siempre su opinión fue por la Libertad e Independencia de América”.





           Reconocimiento del Libertador a Valentín Munárriz


Prefectura del Departamento de  Ayacucho,
Noviembre 30 de 1825.

A Don Valentin Munarris.

La adjunta medalla que acompañoes el tributo que tan dignamente dirijo a U. como el compensativo de la parte que ha tomado U. en la Emancipación de la Republica, cuyos esfuerzos unidos á los de S.E. el Libertador en cuya memoria ha sido abierta, se manifiesta la Gratitud á este respetable heroe y pueda U. transmitirla á sus decendientes como el testimonio de la compensacion á las virtudes.
S.E. el Consejo de Govierno á quien no ha sido posible tener presente el merito de cada Ciudadano, en particular me ha facultado para la distribución de algunos a los Ciudadanos del Departamento a mi mando y considerando á U. acreedor á ellos tengo la satisfacción de dirijirsela.

                                                                                  Dios guarde á U.
                                                                                  José Pardo de Zela.


José Mariano Alvarado.- Como otro protagonista central de la Jura cangallina, merece también unos apuntes biográficos. Al parecer habría nacido en Huamanga como Munárriz. Como éste, también habría sido estudiante de la Real y Pontificia Universidad de San Cristóbal, pero de leyes. Al estallar la gran Revolución Cuzqueña de 1814 y sabedor que la embajada liderada por Hurtado de Mendoza se acercaba a Huamanga, convergió a ella y se asimiló a sus cuadros con otros estudiantes. Recibió de los cuzqueños el grado de capitán, título con el que habría participado en las batallas de Huanta y Matará (1814-1815) y con el que lo encontramos en sus correrías revolucionarias de 1821 en el sur ayacuchano y el noroeste arequipeño. Después de la jura cangallina del 7 de octubre de 1814, igual que Munárriz, habría estado “a salto de mata” eludiendo a los esbirros realistas que tenían la orden de eliminarlo. Cuando San Martín arribó al Perú, emergió de sus catacumbas y por su encargo y coordinando acciones con el famoso montonero José Alejo Pérez, reinició sus acciones subversivas,
como hemos dicho, en el sur peruano. Una de ellas fue la jura la independencia del pueblo de Lampa, en Parinacochas. 
En 1822, lo hallamos en Lima asistiendo a los primeros debates parlamentarios como parte del público espectador. En uno de ellos, ocurrido el 25 de febrero de 1822, pidió que los señores Cárdenas, Mendoza y Miranda evacuen informe “acerca de los méritos contraídos  por el ocurrente en la causa de la libertad” que “fue otorgado”.  El 23 de enero de 1824 lo encontramos recibiendo de Torre Tagle el despacho de capitán efectivo de caballería del  Ejército Peruano. Con este título participó en las batallas de Junín y Ayacucho en 1824. Por un documento de 18 de setiembre de 1825 sabemos que había sido promovido al grado de sargento mayor graduado. En otro de 13 de noviembre de 1829 lo descubrimos tratando de establecerse en el departamento de Ayacucho, ya retirado del ejército. No sabemos la causa de su cese; pero es probable que haya sido promovido por su vocación política. Como tantos otros líderes huamanguinos que concluyeron su actividad revolucionaria independentista como “Padres de la Patria” (v.gr. Valentín Munárriz, Mariano Velapatiño y Ángel Pacheco), Alvarado fue electo diputado por la provincia de Cangallo para el Congreso de Huancayo de 1839-40. Carecemos de noticias positivas sobre sus acciones posteriores. Las muchas que tenemos en nuestra bitácora todavía no las hemos verificado por las grandes dificultades que generan sus numerosos homónimos. 


El Ciudadano Presidente de la república por la Constitución Peruana:

Por cuanto atendiendo a los meritos y cerbicios de don Jose Mariano Albarado hevenido en nombrarle Capitan de Caballeria de Ejercito.  
Por tanto: ordeno y mando, le hayan y reconoscan por tal, guardandole y haciendole guardar todas las distinciones y preeminencias que por este título le corresponden. Para lo que le hise expedir el presente, firmado por mi cellado con el cello probicional de la Republica, y refrendado por el ministro de Estado en el departamento de la Guerra del que cetomara rason donde corresponda.
Dado en Lima a 23 de Enero del 824=5° de la Libertad 3° de la republica.

                                                    Jose Bdo. de Tagle                        Por orden de S.E.
                                                                                                           Jose de Piñera

      S.E. confiere titulo de Capitan de Caballeria de Exercito, adn. Jose Mariano Albarado.




  Título militar otorgado a José Mariano Alvarado


EL TITULO DE HEROICA PROVINCIA DE SANTA ROSA DE CANGALLO

El porqué de este título y el porqué de la designación de la provincia de Cangallo con el nombre de la santa peruana merecen también un breve esclarecimiento como epílogo de este artículo:
La provincia de Cangallo es una de las pocas del Perú que ha merecido numerosas distinciones. Recibió hasta en tres oportunidades el título de HEROICA, premiada con medallas, escudo, y reconocimientos profundamente significativos como el realizado por la norma legal suscrita por el presidente don José de La Mar. En efecto, por decreto ley de 28 de mayo de 1828, cuya parte considerativa transcribimos en el párrafo inicial, el Estado peruano reconoció “que los naturales de la provincia de Cangallo desde el año 1814, se decidieron por la independencia del Perú…etc.”; y también le reconoció “el distinguido servicio de haber combatido contra los rebeldes de Yquicha, con la mayor gloria”. Por estas razones, además de rebajarle cuatro reales a sus tributarios, le otorgó el título de “Heroica Provincia de Santa Rosa de Cangallo”. ¿Cuál es el significado de este nuevo nombre de la provincia, usado orgullosamente por sus habitantes un tiempo
largo, pero olvidado paulatinamente por negligencia grave en la educación cívica regional? 
Cangallo, hasta donde colegimos, fue la primera provincia que proclamó y juró la independencia del Perú, y luchó incansablemente por ella hasta 1828 derrotando a los últimos secuaces de la monarquía española: los iquichanos (verdad objetiva reconocida ahora por académicos como Hampe, Tamariz y otros).  Por otra parte, Santa Rosa de Lima, patrona de América y Filipinas, fue, en 1816, declarada por el Congreso de Tucumán  patrona de la Independencia Hispanoamericana, y por San Martín también patrona de la Orden del Sol, simbolizando el astro la libertad hispanoamericana. Algo más, el sol incaico fue declarado también -bajo juramento- por los francmasones del Río de la Plata como el sostén de la Libertad. Cangallo,celosa de la independencia del Perú, fue la única provincia que no aprobó ni juró la Constitución vitalicia de Bolívar de 1826 intuyendo el peligro de que la Patria pudiera caer en el patronazgo gran-colombiano. En consecuencia, la advocación formulada en la Constituyente de 1828, cuando el cura Ángel Pacheco (antiguo esbirro español, convertido después de 1812 en patriota honorable) era diputado por Cangallo, se consideró el premio simbólico que mejor identificaba a la heroica provincia, cuna y residencia de los prehispánicos Cangal ayllu, célula étnica chillqe trasladada desde Paruro (Cuzco) como grupo mitma de control en su calidad de ser “incas de privilegio”. No se piense pues que fue una advocación calcada del modelo cristiano colonial. Todavía San Martín, por decreto de 21 de octubre de 1820, había prohibido toda referencia simbólica que recordase a la dominación colonial y despótica de España por ser incompatible con la independencia del Perú. En otras palabras, Cangallo era en esencia el símbolo de la libertad, advocada metafóricamente con el nombre de nuestra santa como la matriz de la independencia hispanoamericana. Esta es la razón por la que también los masones argentinos bautizaron su local porteño con el nombre de Palacio Cangallo. Y este es su significado mágico. 
                                                                                                                    maxaguirrec@gmail.com

   



                      Cangallo: Cuna de la primera jura de la Independencia del Perú

  

 Basilio Auqui, José Mariano Alvarado y Valentín Munárriz arribando a Cangallo para la Jura que
se  escenifica desde el 2011, y se replicará en la efeméride del Bicentenario que se celebrará este año.

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