EL BICENTENARIO DE LA
INDEPENDENCIA DE LA HEROICA PROVINCIA DE SANTA ROSA DE CANGALLO: REFLEXIONES EX POST FACTO.
“La Patria jamás olvidará este heroísmo de sus hijos,
y le dará un lugar muy distinguido en los fastos de la historia de su gloriosa
revolución. Cangallo vuelvo a decir eternizará su memoria, se levantará sobre
sus ruinas y será pueblo famoso en la posteridad” (Juan Pardo de Zela).
Max Aguirre Cárdenas
Max Aguirre Cárdenas
Recuerdos
del futuro: La historia de ayer labrando la historia del futuro.
Acaba de acontecer en la ciudad
de Cangallo un hecho de gran relevancia
que será evocado por la historia regional del futuro para des-cubrir sus
nuevas significaciones y relaciones surgidas en el largo tiempo. Nos referimos
a la apoteósica celebración del Bicentenario de la Primera Jura de la
Independencia del Perú ocurrida en el pueblo de Cangallo el 7 de octubre de
1814, la misma que fue enaltecida con la presencia de los representantes
diplomáticos de la República Bolivariana de Venezuela, de la República de Cuba,
de Argentina, el presidente del gobierno regional de Ayacucho, un parlamentario
del Congreso de la República del Perú, autoridades locales, estudiantes y un
nutrido número de residentes cangallinos en España, Lima y Ayacucho. En un
homenaje académico preparatorio, realizado en el Parlamento Nacional el día 2
de octubre, y donde brillaron distinguidos historiadores como Teodoro Hampe y
Jorge Petit, escoltados por el suscrito,…estuvieron también los representantes
diplomáticos de Honduras, Bolivia y Chile, dos
congresistas ayacuchanos y numerosas personalidades.
Estamos persuadidos
de que esta crónica del acontecimiento, servirá como materia prima de la historia regional del
futuro, no sólo por su significación singular de ser Cangallo la primera
provincia peruana que juró la independencia del Perú, sino porque en la larga duración (la longue durée braudeliana) puede ser el
factor coyuntural que ayude a explicar su despegue económico social y cultural,
o quizás también la detención o el agravamiento de su decadencia; coyuntura
política fugaz derivada de exaltar la efeméride en el escenario legislativo con
actores parlamentarios y diplomáticos. No será demás recordar que en las
celebraciones del centenario y el sesquicentenario de la batalla de Ayacucho
(el acontecimiento definitorio del ciclo independentista huamanguino y del
proceso nacional), se excluyó o se siguió silenciando el protagonismo
fundamental de Cangallo en las guerras de la independencia del Perú, conducta
que se reflejó –por ejemplo en el ciento cincuenta aniversario de la efeméride-
en el otorgamiento de reconocimientos consistentes en la construcción de obras
de infraestructura en las localidades de Ayacucho, Huanta, Quinua y Huaytará.
La heroica Cangallo, increíblemente, no mereció de la nación ni una mención
protocolar de gratitud, haciéndola de paso invisible para la anámnesis
científica ¡Una muestra más de cómo el poder oficial centralista y sus
paniaguados manipulan la historia!
Lecturas
de la historia de la Independencia del Perú.
A nuestro juicio –el mismo que
columbró tempranamente Cristóbal de Albornoz y confirmaron después Vicuña
Mackenna, Joaquín de la Pezuela, y recientemente Luis Durand Flores- la
independencia del Perú fue un largo proceso que se inició desde el momento
mismo en que las huestes españoles pusieron el pie en el Tahuantinsuyo y
mostraron su inocultable propósito de apropiarse de aquello que no les
pertenecía. No fue pues un producto obtenido en un solo período denominado
Emancipación ni una gracia obtenida por la generosidad de los europeos ni la
voluntad de poder de solamente el estamento social criollo, aunque debemos
admitir que la coyuntura -generada por la invasión francesa a España y la
dimisión del rey Fernando VII- que originó “el
ciclo de las juntas de gobierno”, fue el fermento que aceleró el proceso en
el marco de la crisis económica estructural que sufría España. Sin embargo,
este proceso fue discontinuo y, por ello, estuvo plagado de silencios,
aparentes renuncias a la lucha contra los dominadores, falsas señales de
resignación a la explotación etnocida, períodos de resistencia cultural,
movimientos reivindicatorios domésticos no precisamente separatistas,
interciclos que prepararon nuevos períodos de luchas liberacionistas en los
tiempos y escenarios menos pensados, todos reflejando, sin embargo, el leit motiv de la ley ética que humaniza
las fuerzas salvajes de la economía, de que, siendo la libertad una de las
capacidades esenciales del ser del hombre, no hay posibilidad de que la
esclavitud, la desigualdad, la opresión y la explotación del hombre por el
hombre, se perpetúen hasta el fin de los tiempos, ya que son estados
contingentes que sólo entorpecen la conquista de nuestra humanidad plena,
aunque por ahora la ley se muestre como una verdad apodíctica o un imperativo
categórico de los reinos de utopía.
Por
ello, con el advenimiento de la nueva historia que ha renovado no sólo la
concepción de su propio objeto científico, sino remplazado sus viejos
paradigmas metodológicos, la lectura del proceso independentista peruano y
latinoamericano, de ser monocorde (épica de batallas y héroes), se ha
convertido en una pluricorde y multidimensional. Una primera conclusión que se
infiere al leerla al través de esta lente, es la certeza de que la independencia
conquistada fue parcial y no abarcó sino lo político; por el contrario, las
estructuras económicas, sociales y mentales se mantuvieron intactas, con solo
algunos cambios del barniz episódico derivados del uso de nuestra soberanía
política y en razón de que ciertos ritmos del tiempo en cada nivel de las
estructuras varían de duración y no están sujetos al libre albedrio de las
decisiones soberanas como suponía la vieja teoría de la independencia. He aquí
el origen de las contradicciones -atribuidas a la falta de visión patriótica, a
la corrupción, a la incapacidad de los gobernantes (que en el caso peruano
fueron ciertas en alguna medida)- que obligaron a nuestros gobernantes
–seguramente pese a la buena voluntad política de muchos de ellos- a mantener
los injustos regímenes de propiedad, de contribuciones, salarios, división del
trabajo, tasas demográficas y división clasista de la sociedad (división que
expulsa el ideal de la igualdad al reino de la utopía, acoge la necesidad de la
violencia y justifica la servidumbre), puesto que los profundos cambios que
exigía la independencia no dependen de simples decretos, sino de las leyes de
la lógica interna de los procesos. Muestras visibles, fueron el mantenimiento
de la esclavitud hasta años muy avanzados de la República y la restitución de
los tributos indígenas que de buena fe habían eliminado los Libertadores. Pero
hubo otras esferas de la realidad social totalmente reacias al cambio
voluntarista como el régimen de propiedad de la tierra, las relaciones productivas,
la división dual de clases, etc.
Sí
la historia es la ciencia del manejo del tiempo y las duraciones,…la ciencia de
la comprensión de cómo los acontecimientos fugaces o menos efímeros, forman un
tejido dinámico complejo, entramados a las coyunturas y las estructuras
económicas, sociales y mentales que, a su vez, tienen duraciones y velocidades
diversas condicionadas por su naturaleza y el azar, pero que, por gestión de la
mente, podemos organizarlos en un sistema discursivo que nos permita dar respuesta
a un problema, en el examen de la nueva teoría de la independencia la condición
descrita se hace más nítida. Por supuesto que el modo de aprehender su nueva
textura impone el uso de métodos y técnicas de investigación
multidisciplinarios, equipos humanos capacitados y mucho dinero, y
recíprocamente, entender que la elección del corpus metodológico, define el
estilo de la lectura o la gestión de la historia. Ahora es más fácil comprender
de por qué las nuevas historias deben gestionarse en función del problema, a
diferencia del modelo positivista que aspiraba a “cartabonear” una sola
metodología científica y obtener una única historia, indiscutible en sus
verdades y convertirse en suprema autoridad. Por lo dicho, aunque parezca
paradójico, pueden ser útiles tanto los métodos y técnicas de las diversas
ciencias sociales o de las nuevas historias que han surgido, como pueden serlos
todavía los clásico métodos lógicos de análisis y síntesis, deducción e
inducción, o los métodos de crítica positivista de los documentos y los de la
psicología social; dependiendo todo de la naturaleza del problema y el estilo
elegido para la lectura o gestión histórica. Recuérdese este axioma
metodológico: “No todo lo viejo es malo ni todo lo nuevo es eficiente”. Sólo deben preocuparnos si sus resultados son
inconsistentes entre sí, o el culto al snob esteriliza las vocaciones genuinas
que buscan la verdad y otorga pasaporte a la arbitrariedad. Ahora bien, el
dilema que enfrentan los historiadores es qué hacer o cómo operar para que esta
complejidad llegue a ser leída no solo por una élite de científicos sociales o
ingenieros sociales, sino también por los hombres menos cultivados, o por los
niños y los jóvenes, sin apagar en éstos su necesidad de conocer su propia
historia y satisfacer consecuentemente sus otras necesidades implícitas: la de
construir su identidades individual-sociales y, a partir de ellas, promoverlas
exigidos por eso que algunos lo definen también como un instinto social ¿Se
puede extinguir esta necesidad o solo podemos enajenarla sabiendo que los niños
y los adolescentes son historiadores en potencia?
Discutamos
el asunto por otro ángulo: Si bien es cierto que la nueva historia impone
nuevos temas y estilos de lectura ¿Debemos entonces expulsar a la vieja
historia y sus trastos metodológicos a la guarida de los deshechos o, por el
contrario, debemos guardarlos respetuosamente en un museo –como se guarda un
viejo microscopio o un telescopio de nuestros bisabuelos- para que nos recuerde
simbólicamente cómo los hombres jamás renunciaremos a conocer nuestro puesto en
el cosmos, a explorar nuestro mundo interior, a reconstruir mentalmente los
itinerarios de nuestro destino social; pero también, de vez en cuando, para
saber cómo funcionaban aquellos trastos y hasta dónde nos permitían observar?
Personalmente, creo que todavía es útil esta última alternativa en la medida en
que no incurra en conflictos lógicos insalvables con la otra, aunque ambas
respondan a epistemologías distintas. Complementándolos, haciéndolos fáciles a
través de una canónica sencilla del análisis y la crítica, podría evitarse que
los niños y jóvenes se alejen de la historia y labren la desgracia de sus
conciencias, como está sucediendo en el Perú. La vieja historia tiene una
virtud: utiliza el relato fácil, y hasta literario, para desbrozar el camino de
ingreso a los temas más abstrusos. Necesitamos pues este aliento para inducir a
los jóvenes a comprender temas más técnicos como los de las historias
cuantitativas o seriales, pero sobre todo para aprehender el pasado –como
postulaba Marrou- como una totalidad compleja y rica, sólo fragmentable por
exigencias científicas. Por tanto, todavía podemos leer la historia de la
independencia del Perú de dos formas: una como un proceso lineal y otra como un
proceso no lineal o de ciclos. La primera que va de lo pretérito hasta lo más
reciente en una articulación cronológica secuencial de acontecimientos,
generalmente gobernados por los documentos, y exhibiendo una ceguera que le
impide ver estructuras económicas, sociales y mentales, por lo cual se agota
generalmente en las consideraciones de hechos episódicos de orden militar,
religioso, monumental, político y cultural; y la segunda que da énfasis a la
diversidad espacio-temporal de complejos articulados y correlacionados de
acontecimientos históricos que tienen un inicio y un final, y por lo general
son repetitivos como connota el término latino cyclum. La primera, que exhibe una vocación al análisis
longitudinal dilatado y unidireccional; la segunda, que estima la
transversalidad, los procesos de corto aliento temporal, singulares o
paralelos, y relacionados entre sí (este
último en el sentido de que puede haber inclusión de ciclos, interferencias,
exclusiones mutuas y equivalencias), empero sin perder de vista la primera que podría operar como una brújula heurística; v.gr.:
el ciclo de las juntas, de las juras de la independencia, de las crisis
económicas, de la aparición de guerrillas y montoneras, de las luchas por el
poder, etc. Por lo demás, la cooperación de ambos estilos será fructífera si se
prevé sus peligros y se establecen algunas reglas de control y/o provisos, no
olvidando que estas lecturas encubren o reflejan convicciones metahistóricas
diferentes (o, si se quiere: ontologías, epistemologías, metodologías,
tecnologías y éticas diversas) y que ambas persiguen la verdad. Muchos críticos
me objetarán afirmando que la historia lineal es un trasto del pasado. Yo les
replico afirmando que la nueva historia sigue siendo una formidable promesa y
que muchos que se afiliaron a su ortodoxia, se han visto obligados a apostatar
cuando se trató de mediar el aprendizaje pedagógico del análisis y la
explicación históricas, lo que no quiere decir que abdiquemos de sus bondades y
asumamos los errores y las limitaciones de la vieja historia.
Sin embargo,
reconocemos que la lectura lineal puede ser a menudo víctima de distorsiones cuando cae en una de las
siguientes trampas heurísticas: a) el causalismo
(la historia reducida a un encadenamiento mecánico, formal o dialéctico de
causas y efectos, en el que el azar y las coyunturas puede ser devaluados hasta
la insignificancia, o hacer que la historia sea gobernada a fortiori por un factor determinante: por ejemplo, el económico o
la lucha de clases); b) el hegemonismo (conversión de un núcleo social del poder en
el factor gravitante que sobreentiende heurísticamente a los demás para
explicar el proceso, v. gr.: el cuzco-centrismo que da razón a los movimientos
separatistas o libertarios de los últimos decenios del siglo XVIII y principios
del XIX, y la lima-centrismo que da razón a los movimientos posteriores en
detrimento de procesos regionales de igual dignidad); c) el exclusionismo (generado, a menudo, como consecuencia inevitable
del hegemonismo). Consiste él, en la separación consciente o inconsciente, como
componentes relevantes del discurso histórico, de incómodos protagonistas o de
franjas geográficas y sociales que entorpecen la misión extrateórica del
discurso, como sucedió con la historia de la jura de Cangallo, la historia
regional independentista de Huamanga, la historia de los movimientos
separatistas de los pueblos originarios de la selva, y otras, prejuzgándolas de
insignificantes para la comprensión del proceso independentista global peruano
y la construcción de la identidad nacional. En el caso de la jura cangallina la
exclusión se hizo aún más severa ya que se la sumó la “ley del silencio”
aplicada rigurosamente por los invasores, haciendo realidad la promesa
carrataliana de “borrarla del catálogo de
los pueblos”. Similares ejemplos lo constituyen los martirologios de
Basilio Auqui y María Parado de Bellido, de quienes, si se sabe algo, es
gracias a los testimonios dejados por los “patriotas”, frente al cuasi cero de
los “realistas”. He aquí la razón por la
que la historia peruana aristocrática y sus lacayos evitan la anámnesis
valorativa del heroísmo de Cangallo, después de los intentos efímeros de los
Libertadores San Martín y Bolívar, La Mar, Juan Pardo de Zela, José Hipólito
Herrera, Ángel Pacheco, Germán Leguía y Virgilio Roel.
Huelga decir que la
lectura de temas, como la liberación, tan expuesta a nuestras subjetividades y
nuestras maneras de valorar éticamente, también depende de ciertas condiciones
existenciales que la sociología del saber se ha encargado de ponerlas de
relieve; por ellas, es legítimo hablar de una lectura de los vencedores y otra
de los vencidos. Pero este es un tema muy deleznable, cuyos intríngulis no
podemos tratar aquí.
Cangallo:
El primer pueblo que juró la independencia del Perú.
A los pocos días del estallido de
la Revolución Cuzqueña de 1814 liderada por los hermanos Angulo, salieron desde
el Cuzco, en distintas fechas, tres misiones guerreras: Una con dirección a
Puno y la Paz; otra hacia Arequipa, y una tercera hacia Huamanga. Esta última
–comandada por Hurtado de Mendoza, José Béjar y Mariano Angulo- partió el 25 de
agosto y arribó el 20 de setiembre. Fue en el marco de esta revolución -después
de la derrota sufrida por la embajada cuzqueño-cangallina en la batalla de
Huanta y antes de la de Matará- que optaron por jurar la independencia en la
localidad de Cangallo, mientras la facción cuzqueña se retiraba con dirección a
Andahuaylas para reorganizarse.
Según el testimonio
de José Hipólito Herrera, los jóvenes de Ayacucho, liderados por Valentín
Munárriz y José Mariano Alvarado, y apoyados por los morochucos, se refugiaron
en el único pueblo donde podían celebrar una jura de la independencia acatando
el ritual jurídico vigente, o sea Cangallo. El ritual legitimador –que sus
habitantes habían aprendido en 1813 con ocasión de la jura de la Constitución
Monárquica- comprendía una consulta en cabildo abierto, una proclamación
seguida por el juramento de la independencia y precedida o finiquitada con una
misa de Acción de Gracias. El juramento consistía en prometer solemnemente –con
el aval de Dios- la defensa de la religión católica y de la Patria de la
amenaza española y de toda dominación extranjera, aun sacrificando su propia vida y sus pertenencias. Otros
pueblos como Tacna, Moquegua y Huánuco, habrían también proclamado sus
independencias en el marco de la estrategia trazada por los ideólogos del Río
de la Plata, de hacerlo “pueblo tras pueblo”; empero, no existen pruebas
inequívocas de que hayan cumplido el debido proceso. Por tal razón –hasta que
no se demuestre lo contrario- Cangallo exhibe la dignidad de ser el primer
pueblo que juró la independencia del Perú, siguiendo los estándares jurídicos
de la época, o cumpliendo el proceso apropiado del ritual legitimador. Este es el motivo por el que la
Constituyente de 1827, otorgó a Cangallo, el 28 de mayo de 1828, el título de
Heroica Provincia de Santa Rosa de Cangallo, o como reza el decreto, en mérito
a que sus habitantes se decidieron en 1814 por la independencia del Perú e
hicieron sacrificios bizarros por defenderla, honor que no se la otorgó a
Tacna, Moquegua, Huánuco y Cuzco, y porque Santa Rosa de Lima había sido
declarada en 1816 “Patrona de la Independencia de América” por el Congreso de
Tucumán. Pero también la misma santa había sido declarada por San Martín como
patrona de la Orden del Sol, orden en la que el astro-rey simbolizaba la
libertad.
maxaguirrec@hotmail.com
VALENTÍN MUNÁRRIZ: EL HÉROE Y EL HOMBRE.
Max
Aguirre Cárdenas.
“Siendo preciso manifestar donde convenga mis
notorios y públicos servicios, por derecho y hecho a la justa causa de la
independencia, no solo desde el año 14, sino que todas las veces que los
maleantes han querido hacer naufragar nuestra República Peruana” (Valentín Munárriz).
Eran las diecinueve horas con treinta minutos del día 7 de
agosto de 1852. Valentín Munárriz, el héroe huamanguino que había dedicado gran
parte de su existencia a luchar por la independencia del Perú e Hispanoamérica
desde el escenario ayacuchano, suspendía, sin quererlo, el dictado de su
testamento que lo hacía desde su lecho de enfermo grave, aunque todavía apto
mentalmente (Ver Anexo, Documento N°1). Un repentino bochorno emocional intenso
impidió que concluyese con la diligencia, situación que obligó al
fedatario -el escribano público don
Mariano Tueros- a concluir el acto, suscribiendo el documento tan sólo con las firmas de los
testigos Francisco Muñoz, José Francisco Landeo, Santiago Montero, Jorge
Custodio Pretil y la suya. Todo indica que desde este incidente en que
determinaba la legítima de sus hijos
no pudo recuperar más su salud mental ni física, deteriorada por una enfermedad
que, lamentablemente, no nos revela el papel testamentario. Parece que el
recuerdo de su hijo Pablo -a quien acusa de ingratitud- fue el detonante.
Después de expresar sus generales de identidad personal, seguidas de sus
convicciones de fe en torno a los misterios cristianos y las acostumbradas
encomiendas a Dios sobre su alma y las providencias a tomarse para facilitar su
salvación, en un párrafo subsiguiente ordena que la hacienda Uchuimarca, (de la
dote ofrecida, el único bien aportado al matrimonio por su esposa Águeda
Infansón) sea entregada a este su hijo Pablo al morir aquélla y, al parecer,
separada tempranamente de Valentín; pero, más adelante, parece desvariar -al
responder a una pregunta del escribano- cuando ordena que sus bienes sean
heredados por sus cinco hijos extramatrimoniales y no por Pablo el único hijo legítimo. Incluso,
uno de sus hijos naturales –Matías Munaris (sic), probablemente el segundogénito-
es nombrado como albacea. El impasse parece que fue resuelto legalmente por el
escribano, pues, en 1846, Pablo Munarriz (sic) poseía la hacienda Ataquishuar,
de su padre Valentín; mientras que la hacienda Motoy (Mutuy), también de su
progenitor, era poseída en arrendamiento por el D.D. Clemente Palomino (Ver
“Padrón de Contribuyentes de Chiara”, 1846. AGN, Ministerio de Hacienda:
H-4-1901). Como preludiaban sus contradicciones, lo cierto es que nunca más
pudo recuperar su salud en los doce días posteriores, pues falleció el 19 de
agosto de 1852.
Si el lector ha
leído mis apuntes biográficos sobre Valentín Munárriz, condensados en mi libro
“El Ciclo Independentista Huamanguino:
Cangallo y la Primera Jura de la Independencia del Perú” (Ver Dircetur-Ayacucho,
2014), apreciará que los datos contenidos en él inciden en la dimensión heroica
de su personalidad, en el ejemplario de su conducta patriótica que aprehende
los valores cívicos supremos e intenta realizarlos asumiendo conscientemente
los riesgos inminentes de perder la vida; mientras que las noticias que nos
proporciona su testamento tienen que ver con su dimensión humana en el camino
inexorable de la extinción, del hombre ultimando su esencia, consciente de su
precariedad existencial, confesando vergonzante sus secretos, sojuzgado a la
cotidianidad profana, con sus miedos a la muerte y deseos de trascenderla;
para, finalmente, entregarse impotente a un largo trance agónico. Pero al mismo
tiempo, nos plantea nuevas incógnitas que, ni por asomo, había sospechado.
Intentaré responder a algunas de ellas:
Valentín Munárriz:
presbítero o cura viejo.
Si tenemos en cuenta el testimonio temprano de José Hipólito
Herrera que en su “Álbum de Ayacucho”,
editado en 1862, o sea a sólo diez años de la muerte del héroe, lo presenta
co-liderando con José Mariano Alvarado la Jura de la Independencia de Cangallo
en 1814 e identificándolo con el grado de doctor, la pregunta que surge
naturalmente es: ¿Cuándo obtuvo dicho grado académico y los precedentes de
maestro y el de licenciado? Aún más, si también tenemos en cuenta las actas de
los debates parlamentarios de 1845-1848,
cuando Munárriz era diputado por la provincia de Cangallo, donde se afirma que
integró la Comisión Eclesiástica, seguramente promovida por su investidura
religiosa, la exigencia de responder a la pregunta se hace doblemente
necesaria.
Si, como se
afirma en el testamento, contrajo bodas “según
orden de nuestra santa madre iglesia” con Águeda Infanson, el matrimonio no
pudo haberse realizado, sino en una época de su vida en que el héroe no era
todavía cura ¿Cuándo estudiante? Esta
posibilidad debe rechazarse, pues las reglas constitucionales de la Real y
Pontificia Universidad de San Cristóbal (o de ser el caso, las del Real Colegio
Seminario de San Cristóbal, llamado antes de San Carlos), las prohibían
tácitamente (v.gr. la Constitución XLI, vigente desde el obispo Cristóbal de
Castilla y Zamora); además la normativa legal y religiosa prohibía que un
hombre se case sin el consentimiento paterno si tenía menos de 25 años (Ver la
Pragmática de Carlos III). Por otra parte, los documentos que describen sus
acciones antes de ser nombrado el 26 de enero de 1834 Sub-prefecto y Comandante
Militar de Cangallo, tampoco hacen referencia a su estatus eclesiástico, pero
sí a su estatus militar de Teniente de Infantería otorgado en Andahuaylas con
anuencia de José Angulo, y luego Teniente de Artillería otorgado por José
Antonio Álvarez de Arenales el 7 de noviembre de 1820 (Ver Anexo, Documento N°
2). En consecuencia, Munárriz tuvo que haber obtenido los grados académicos
mencionados –o por lo menos el bachillerato o la licenciatura- después de ser
sub-prefecto de Cangallo y antes de ser diputado nacional por Cangallo, lo que
persuade a su vez que, hasta 1835, habría tenido solamente el estatus de
egresado. Una prueba relativamente segura es que en el “Padrón de Contribuyentes de la Doctrina de Chiara de julio de 1831”
(Ver AGN, H-4-1650) donde aparece como uno de los hacendados al igual que
Lorenzo Infanson, es decir propietario de Ataquishuar y Mutuy, recibe el trato
de solamente “Don”, a diferencia de otros curas propietarios a quienes se les
llama “presbíteros” como en el caso
de Joaquín Fernández. Pero como en 1839
aparece como cura de Cuchimarca, entonces él tuvo que haber obtenido por lo
menos el bachillerato o la licenciatura entre 1835 y 1838. Por tanto, el grado
académico de doctor que le asigna Herrera en 1862 es consistente y/o verosímil,
salvo que –apenas Munárriz alcanzara la licenciatura- haya sido tratado así
como una gracia protocolar, habitual en esa época, de llamar a los curas como
“doctores”, como lo es hoy de llamarlos como “padres”. Pero, lo más probable es
que alcanzó dicho grado doctoral –si ello ocurrió- poco después de haber
concluido su mandato como diputado nacional por Cangallo, elección que ocurrió
en 1845, pues, los documentos del expediente hallado en el AGN que comprenden
hasta 1836 (fecha en que es nombrado juez de paz en Ayacucho, excepto uno de 11
de julio de 1839 que revela que ya era cura de Chupamarca), a lo sumo le tratan
de “ciudadano” y de “don”, mientras que los dos primeros títulos académicos los
habría obtenido entre 1835 y 1839. Asimismo, tuvo que haber contraído
matrimonio en el período de llegada de San Martín al Perú (fecha en que sale de
su remoto escondite) y antes de ser diputado por Cangallo. Nuestra hipótesis es
que se habría casado cuando él trabajaba sus haciendas de Ataquishuar y Mutuy,
ubicadas en las cercanías de Chiara, es decir más o menos entre 1829 (término
de la guerra con los iquichanos) y 1833 (cuando era diputado suplente por
Castrovirreyna). La familia Infanson vivía o tenía también sus propiedades en
dicha zona; además Valentín como Águeda eran residentes en la ciudad de
Huamanga (En 1846, los Infanson vivían en el Cuartel Sexto de la Compañía, y
Valentín Munárriz en la manzana 5° de Santa Rosa del Cuartel 8° de Buena
Muerte). Algo más: la hacienda de la dote, Uchuimarca, se ubicaba también en la
zona chiareña de las propiedades de Munárriz. Un contemporáneo de éste, el citado Lorenzo Infanzón -dueño de la hacienda Huallqapucro y
probablemente familiar de Águeda- fue también miembro del Colegio Electoral de
la Parroquia de Chiara en 1833, cuando Munárriz era Escrutador del mismo y, en
otra ocasión: simple miembro del Jurado Electoral. No pudo haberse casado entre
mediados de 1815 y 1820 debido a que se encontraba en la clandestinidad,
fugitivo en un destino indeterminado. Pero tampoco pudo haberlo hecho entre
1821 a 1828 debido a que –en calidad de guía, intérprete y comandando a los
morochucos- se dedicó a combatir a los iquichanos a las órdenes de Juan Pardo
de Zela, con descuido evidente de sus propiedades inmuebles de Chiara y Tambo.
El problema de su
numerosa prole.
Si revisamos cuidadosamente el famoso expediente “Servicios hechos del ciudadano D. Valentín
Munárriz”, que tuvimos la fortuna de hallarlo en el Archivo General de la
Nación, no encontramos, en los 129 folios componentes, la noticia explícita de
que el héroe haya tenido por lo menos un hijo. En ese sentido sí fue una enorme
sorpresa -cuando hallamos el testamento del héroe en el Archivo Regional de
Ayacucho- enterarnos de que había sido casado con Águeda Infanson y que tuvo en
ella un hijo legítimo llamado Pablo; aún más, que fuera del matrimonio había
llegado a procrear cinco hijos ilegítimos, pese a que en un párrafo de una
solicitud de 1825 había sugerido algo como “mantener
una crecida familia”. A excepción de Matías (el nombre de uno de estos
cinco hijos), ignoramos, los nombres de los cuatro restantes. Esto se debió a
que al revelar el secreto -en su condición de sacerdote y en un acto supremo
de pública confesión- se vio de pronto
quebrantado espiritualmente, hecho que probablemente aceleró su muerte. Este es
un tema que en el caso de otros curas de todas las épocas, nunca me había hecho
abrir los ojos de asombro. Los archivos están llenos de expedientes sobre
aventuras de alcoba de un sinnúmero de clérigos que, por el contrario, sería
más bien increíble no encontrar historias relativas a pecados de confesionario
de toda índole como la solicitación (sexo entre el confesor
y la penitente). Pero tratándose de un cura-héroe, título cuyo significado
implica cierto acento ideal de perfección o una invitación a representarlo como
un modelo de hombre excepcional, sí es conmovedor. Bruno Terreros, el prócer
juninense de Mito, y Marcos Durán Martel, el ilustre patriota de la revolución
huanuqueña de 1812, fueron también clérigos extraordinarios que, a su turno,
lucharon indesmayablemente por la independencia del Perú y que, liberados de la
sotana sexo-represora, asumieron en la brega papeles viriles de hombres de
carne y hueso, y, seguramente, en el fragor de la guerra, levitando sus
tentaciones tropicales ensoñados por hímenes fogosos de sus “rabonas” de turno;
pero sabemos tan poco de sus vidas íntimas, a diferencia de otros curas que
profanaron el tabú del celibato eclesiástico, como muchos de la región
huamanguina, que incluso generaron movimientos campesinos de protesta y/o
motines, tales como los curas de Chuschi: Antonio José del Risco y su teniente
Faustino Alvarado, o el de Hualla el Dr. José Fernández de Balmaceda, pero que,
vistos desde la perspectiva moral, sus deslices sacrílegos fueron más bien
tolerados a diferencia de los abusos que promovieron en otros órdenes de la
vida social: apropiaciones de tierras, administración en provecho propio de
cofradías, imposición arbitraria de primicias y diezmos caros, explotación
abusiva de la fuerza de trabajo indígena, servicios personales gratuitos,
incumplimiento crónico de los servicios religiosos, encarcelamiento de indios
inocentes, trato despótico, etc. El concubinato, pecado gravísimo desde la
óptica canónica católica, practicado por aquéllos a vista y paciencia de la
feligresía, añadida la prole resultante, solo adquirieron ribetes de gran
escándalo cuando se sumaron a las inconductas señaladas líneas antes y fueron
denunciadas por sus alcaldes a la autoridad eclesiástica y, en consecuencia,
procesadas judicialmente. En términos generales, si bien la censura social de
los ministros transgresores de la iglesia era más drástica e hipocritona en el
círculo de las matronas, beatas y solteronas, en la práctica era menos
corrosiva que en el resto de la sociedad civil donde el concubinato se penaba
incluso con cárcel; ni qué decir del delito de adulterio (culmen de la deshonra) que era castigado hasta con la
muerte: La sotana se constituía en una suerte de cortina protectora de la
intimidad sexual de aquéllos que, a lo sumo, generaba cuchicheos, chismes de
velorios y chascarrillos populares (sobre todo si estos últimos se narraban en
sabroso y picante runasimi), salvo,
como dijimos, si sus abusos se sumaban a otros delitos.
No sabemos
exactamente, cuándo y dónde tuvo Munárriz los numerosos hijos
extramatrimoniales; tampoco sabemos si fue en una sola madre o en varias. Lo
probable es que ellos hayan sido procreados en una sola mujer, en razón de que
su situación de perseguido así lo condicionaba y en razón de que era
considerado como un auténtico cura por haber egresado de la universidad o del
seminario cristobalinos, hecho que habría facilitado su refugio en la parroquia
de Tambo y la discreción absoluta de su párroco titular. El apellido Munárriz,
escrito con diversas ortografías, es común en el Cuzco, Lima, Ayacucho,
Cangallo y Huancasancos. En razón de que el héroe tuvo estadas duraderas en
Tambo, esta localidad es la candidata para explicar una posible respuesta,
ayudada por lo de “don” como trata a sus hijos Pablo y Matías. En segundo lugar
vienen, Ayacucho, Chiara, Cangallo, y también Huaytará. En Ayacucho, en 1828 y
1835, fue regidor de la Municipalidad del Cercado. En Chiara, estuvo en 1827
como Presidente de Escrutadores y Secretario del Colegio Electoral de la
Parroquia (llamada de Santo Domingo) con motivo de la elección de diputados del
“cercado de la Provincia de Guamanga
departamento de Ayacucho”, lo que significa que Chiara era su domicilio,
pues en 1833 seguía siendo escrutador del Colegio Electoral de la misma. Cuando
fue nombrado como Subprefecto y Comandante Militar de Cangallo en 1834, habría
vivido en esta ciudad cerca de dos años; por tal motivo, nada habría impedido
que aquí también pudo haber dejado algo de su simiente. Los numerosos Munárriz
cangallinos, a quienes hemos inquirido acerca de sus ascendientes –entre
orgullosos y sorprendidos- no han podido proporcionarnos datos genealógicos
verosímiles y contrastables. Y la posibilidad de que Huaytará haya sido también
la sede de una de sus aventuras de alcoba, no podría descartarse, debido a que
en esta pequeña ciudad (actual capital de la provincia del mismo nombre y antes
integrada a Castrovirreyna como capital suya), Munárriz estuvo en 1831,
habiendo en ella recibido una credencial de la Sala Consistorial del Colegio
Electoral y donde fue electo como diputado suplente de aquella provincia en
1833, aunque es menester también afirmar que en los años de 1831 y 1833 acusa
recibos de la Parroquia del Sagrario de la ciudad de Ayacucho como ciudadano en
ejercicio. El intríngulis puede explicarse así: Es posible que nuestro
personaje haya tenido el estatus de un ciudadano con domicilio múltiple: Tambo, Ayacucho, Chiara y
Huaytará.
Decíamos que la
primera opción la tiene la localidad de Tambo, pues, en una solicitud de 17 de
setiembre de 1825 escribe: “Sobre (mis)
ingresos conocidos y o raizes tengo en este pueblo, desde mi ingreso en este
sin par nota de mi conducta con mis industrias y crédito me he comportado en mantener
mi crecida familia y que yo mas bien existía áqui por haber estado
perseguido por mi condición notoria y publica adecion a la justa causa de la
Independencia por lo que ya me constituí como uno de los vecinos no formales
pero siempre con el designio de restituirme a mi país en caso presiso pero no
por eso he dejado de desempeñar los cargos que me han asignado por haver pisado
este suelo”.
Y en otro folio
del mismo expediente, de una solicitud de setiembre 27 de 1834 de su
representante legal D. Juan José Gutiérrez de Quintanilla, se dice: “Que mi poderdante, con el entusiasmo propio
de un verdadero americano, se descidio desde el año 14 por la Emancipación del
Perú, según lo comprueba el documento de fojas 19 (f 19) que corre en el
espediente adjunto. Todo el acredita los servicios que ha prestado mi parte,
los que el año 20 dieron mérito a que se le persiguiese de muerte por los
enemigos; habiendo fracasado sus intereses, y los de su familia toda. En el folio aludido, N° 19, se
dice más: “me es preciso manifestar la
antiquada adesión servicio, méritos publicos y notorios que he tenido a la
sagrada causa de la Patria desde el año 14 en que resonó el dulce eco de la
Libertad…” (Los subrayados son nuestros) (AGN: D-10-2-21).
El caso de Valentín Munárriz y
seguramente los numerosos émulos que tiene, nos da pábulo a especular y tratar
de comprender la vida de los religiosos atrapados entre dos fuerzas mutuamente
excluyentes: la ley del celibato o la castidad de los ministros católicos
impuesta por la Iglesia, y la ley biológica de conservación de la especie
expresada en la poderosa necesidad instintiva de satisfacer las necesidades
sexuales dirigidas a dejar descendencia. La primera: arbitraria y antinatural,
impuesta verticalmente por un Concilio ecuménico; y la segunda: natural y de
derecho, aunque regulada culturalmente. El tema, siendo primariamente un tema
biológico y/o médico, tiene connotaciones teológicas, filosóficas, jurídicas,
sociológicas, históricas y éticas que no podemos tratar aquí. Sólo nos bastará
subrayar la comprensión de la conducta de Munárriz, sometido a estas presiones,
vale decir la comprensión de su conducta sexual como ser humano integral, en el
que la dimensión espiritual de su heroísmo no debe ser afectada en lo mínimo,
aún más si se tiene en cuenta que al haber sido ungido por el sacramento del
matrimonio siguiendo las reglas de la iglesia, y procrear un descendiente, el
naufragio de esta relación en alguna incompatibilidad severa, no habría sido óbice
para imponerse privaciones radicales referidas a los deleites del himeneo.
Piénsese en las conductas de los grandes libertadores del Perú: el viudo José
de San Martín conviviendo con la hermosa guayaquileña Rosa Campusano (amante de
algunos hombres poderosos de la época), o en la del gran llanero Simón Bolívar,
también viudo, conviviendo con la adúltera quiteña, la sensual Manuelita Sáez,
“la libertadora del Libertador” y, paralelamente, en su conocida obsesión
lúbrica de seducir a las féminas más hermosas de los lugares que visitaba. O
piénsese también en el virrey Manuel Amat y Juniet rendido como un corderito
ante los encantos de su “Miquita” huanuqueña Micaela Villegas (para sus rivales
criollas: la “Perricholi”); o en el autoritario Mariscal cuzqueño Agustín
Gamarra que se cuadraba militarmente ante
cualquier orden de su “Mariscala” urqueña
doña Francisca Zubiaga. Pero el caso más extremo debe haber sido el del cura
platense Félix Aldao, que –a diferencia del coronel Bruno Terreros, que inspiró
con su furia guerrera el refrán ¿Fraile y Coronel? Líbreme Dios de él- colgó
los hábitos monacales de la orden mercedaria para luchar por la independencia
latinoamericana en las filas del Libertador San Martín, y, como si se vengase
de la represión que caracterizó su anterior estado, se hizo asiduo garitero,
mujeriego y militar, llegando en esta última condición a conquistar el grado de
general. Como el celibato es un voto que se hace en la ordenación sacerdotal,
no sabemos si Valentín Munárriz transgredió aquél, pero todo indica que su
matrimonio y los hijos que procreó fueron inconductas realizadas antes de
emitir su voto de castidad, antes de manchar la sotana con el semen de la
hipocresía. Si los célebres Pedro Calderón de la Barca y el Fénix de los
Ingenios se hicieron curas después de una existencia profana, ¿por qué no
Munárriz?.
A
N E X O
Documento
N° 1
PRIMER TESTAMENTO DEL CURA DON VALENTIN MUNÁRRIZ
“Yo
don Balentin Munarriz natural que declaro ser de esta ciudad hijo legítimo de
don Gregorio Munarriz y de doña Manuela Medina ya difuntos naturales que
también fueron de esta ciudad a hallándome como me hallo enfermo en coma con
peligro de muerte, pero en la misericordia del en mi entero y cabal juicio,
memoria y entendimiento natural creyendo y confesando como realmente creo …”
“Declaro
ser casado y velado según orden de
nuestra santa madre iglesia con Doña Agueda Ynfanzón y en nuestro
matrimonio hemos procreado por nuestros
hijos a Pablo que tendrá 4 años de edad cumplidos afines del presente mes, y María
Josefa de un año y medio declarados por tales mis hijos …”
“Declaro
que la referida doña Agueda, mi mujer no trajo al matrimonio cosa alguna en
clase de dote y se lo tengo presentes y que don Jacinto Ynfanzón su padre me
dio 6 fanegas de trigo con dos costales de papas para sembrar como de hecho
sembré en un pedazo de tierras que me señalo en la Hacienda de Quishuar que le
pertenece a la doctrina de Chiara, más una fanega de cebada para el propio
efecto, todo lo que se sembró da cuenta y costo del mismo Don Jacinto, pero si
la cosecha, trilla y conducción de especies a esta ciudad fue acosta mía y con
auxilio de burros, gente y de más cosas que me ministraron en particular el
cura de dicha doctrina don Patricio Lazon que me suplicó ocho pesos para ese trabajo
a que le estoy debiendo a este pico. Y
dicho don Jacinto, sin embargo de no haberme dado más cosas que las referidas
en esta cláusula y también 4 pesos con reparación a la memoria que hago sin
abonarme el trabajo en especial que tuve en sus fincas en el cuidado y
conservación de sus intereses por año cumplido me ha hecho cargo de 30 pesos
los que justamente están pagados en el importe del barbecho y cruzar comenzada
del mismo terreno en que gasté más de 40 pesos persuadido que había de
continuar sembrándolo en mi cuenta lo que no se verificó que mis justo retiro a
Tambo a negocios que me importaron para mi subsistencia y la de mis familiares
que distante serle yo deudor a dicho don Jacinto por ese cargo que me ha hecho,
soy acreedor de 10 pesos lo declaro así para que conste”.
“Declaro
que soy albacea testamentario del presbítero don Pedro Munarriz mi difunto
hermano con cuyo albaceazgo no he podido cumplir a causa de haber
fallecido en esta ciudad habiendo hecho ante su testamento en el
pueblo de Guaytará, donde me conduje en su averiguación de dicho
testamento y de su última voluntad sin
haber conseguido en aquel pueblo el testamento original, más que las
diligencias judiciales que se hicieron en averiguación de dicho testamento y de su última voluntad que ha resultado de
ellas que se estimará por testamento nuncupativo para su cumplimiento si fuese
conforme por la que ese disposición está pendiente y para que se realice y
tenga efecto lo averiguado, dejaré en manos de mis albaceas bajo mi firma
instrucción para su inteligencia, cobro y pago de deudas y los piadosos fines
que pueda dar (desolbiante) de bienes si hubiese para descargo de la conciencia
de mi hermano y salbacion de su alma”.
“Declaro
que el referido presbítero, don Pedro mi hermano fue albacea y tenedor de
bienes de la difunta doña Francisca Cárdenas y como tal administró sus dichos
bienes, defendiéndolos antes y después del fallecimiento de su instituyente con
gasto de su dinero, todo lo que me consta y también resulta de las diligencias
practicadas en la solicitud del testamento de dicho mi hermano y según tengo
entendido asciende a más de 700 pesos el alcance que hay en favor de mi hermano
contra la testamentaria doña Francisca; esto es cuanto a los gastos que se hizo
en su funeral y entierro pidiendo dinero prestado para ello a estrañas
personas, sin incluirme en dicho alcance los derechos de defensor y apoderado
en 14 años que a ciento por año son 1400 pesos no sirviéndole a compensación
para los derechos e albaceazgo que le correspondieron en los citados bienes de
legado de la dicha hacienda llamada Uco (Visco) en Pacay Casa lo que no le dejo
más que 40 pesos, libres después deducidas las pensiones de su gravamen y
mejora que en ella hizo, así es que en la cuenta que se instruyen por mi
albacea sobre este particular para lo que no tuvo tiempo mi hermano por las
funestas y extraordinarias ocurrencias que le acaecieron en vida hasta su fallecimiento se tengan presentes en su
formación todo estos datos y lo que resulte en su favor se cobre así lo declaro
para que conste”.
“Asimismo
declaro que mi hermano Pedro fue albacea del difunto don Pablo Pacheco vecino
de Tambo con cuyo cargo corrió y cumplió sin haber exigido de sus bienes cosa
alguna de derechos de albaceazgo que le correspondieron y mando que su importe
con arreglo a los inventarios y tasaciones como me previno se cobren y se
tengan por sus bienes”
“Declaro
haber sido administrador de todas las fincas situadas en la doctrina de Tambo
pertenecientes a la testamentaria de la mencionada doña Francisca Cárdenas los
que me puso a mi cuidado su albacea don
Pedro mi hermano por el tiempo que consta del libro de caja que existe en mi
poder donde se hace relación de deudores cobrables de los peones habilitados en
la montaña a quien según sus recibos sse les deberá abonar cobrando lo que
resten para la testamentaria de dicha doña francisca y que a cuenta de la
citada administración le di a dicho don Pedro mi hermano 283 pesos por una
parte y 40 pesos en 8 arrobas de coca por otra razón de 5 pesos arroba, con cuya suma hacen 323 pesos por los
que entregue inclusos en ellos las partidas que le dieron a los menores de la
espresada doña Francisca sobre que hay recibos y apuntes que existen en el
mismo libro…”.
“Asimismo
declaro no haber tenido salario alguno
de la administración de fincas relacionadas en la antecedente clausula
pertenecientes a los bienes de la citada doña Francisca Cárdenas de la que
dispuso doña Josefa Craso (Eraso) figurándose tutora y curadora de los menores
legatarios de dicha doña Francisca y aun de los casados de esa familia tomando
posesión judicial no solo de las dichas fincas, sino aun de sus ganados de que
dará cuenta con arreglo al libro de caja que conservo en mi poder y mando se
cobre dicho salario por el tiempo que serví este cargo desde el día que se me
entregaron en casco hasta el fallecimiento de mi hermano don Pedro a razón de 150
pesos por año y lo cobrado se tenga por mis bienes”.
“Declaro
que mis bienes la parte que me toca en la casa que me dejaron mis dichos
padres, cita en la Pampa que llaman de San Agustín con las pensiones y
gravámenes que contrasi tienen en favor el monasterio de Santa Teresa y el
convento de San Agustín de esta dicha ciudad a quienes se le están debiendo
rentas atrasadas de muchos años así lo declaro”.
“Declaro
por mis hijos naturales llamados Matías habido en María Rojas, en tiempo que
con ella pude libremente haberme casado, el que tiene 6 años de edad, y la otra
se llama María Presentación de edad de 7 años, havida en Asencia Trigos que
habita en esta ciudad declároles por tales mis hijos naturales para que
conste”.
“Declaro
por mis bienes 3 caballos corrientes, una yegua y un macho criollo por amansar,
cinco posturas de ropa de color que son de mi uso y contienen de un fraque de
paño negro de primera nuevos con sus respectivo pantalón y chaleco, un vestido
o volante de paño azul nuevo todo corriente de chaqueta y pantalón, un pantalón
y chaqueta de terciopelo de algodón
nuevo, otro fraque de paño negro usado con su chaquetilla y pantalón de borló
azul, una capa azul de paño de primera con sus vueltas de terciopelo también
azul seda. Cuatro o cinco camisas de Bretaña bordadas las cuatro y la una por
coser fuera de dos viejas tratables, 4 o 5 pares de medias blancas de algodón
finas con sus respectivas calcetas, dos sombreros negros de mi uso nuevos. Un
tomillo corriente con sus estribos de palo chapeados de plata, baticola con
piezas del mismo metal. Pechera id. Trenzado también con piezas de plata.
Pellón azul más una silla de montar todo corriente con piezas de plata y su pellón del mismo
color. Otro lomillo viejo que está en manos de Maeiano Ninacunto llano pero
corriente con su cabezal chapeado de plata y pellón colorado viejo. Una carpeta
de madera embutida. Seis dillas de sentar en poder del carpintero que habita en
el pueblo de Tambo cuyo nombre ignoro, a quien lo conoce mi mujer. Una mesa
pequeña. Dos búles nuevos medianos forrados en bqueta negra corrientes. El
catre en que actualmente estoy enfermo con su pabellón y de más especies que se
encontraran después de mi fallecimiento así lo declaro…”
“Declaro
que para mi hijo Pablo dejo el caballo alazán con su respectiva montura y el
caballo negro rabón también con su montura dejo para doña Agueda Ynfanzón mi
mujer”.
“A
María Presentación mi hija natural dejo la yegua que he declarado con toda su
montura llana y corriente”.
“El
caballo negro alto de cuerpo para mi hijo Matías”
“El
machito a María Josefa mi hija”.
“A
favor del expresado Matías mi hijo natural dejo y se lo entreguen por mis
albaceas la Lebita que he declarado y un pantalón de paño azul, chaleco, una
camisa nueva de Bretaña, un par de medias y un sombrero negro. Que a María
Presentación mi hija natural a más de la yegua que he señalado se le den y
entreguen en razón de quintos que le corresponden en mis bienes 100 pesos que
se le dieron a Juana Cárdenas bajo su obligación contrato de vendérseme su casa
que no se ha vendido cuyo recojo y cumplimiento de esta mando encargo
estrechamente a mis albaceas”.
“Declaro
por mis viene 100 fanegas de trigo que existen en el pueblo de Tambo al cuidado
de dicha doña Agueda mi mujer que la tengo arrendada. También hay cebada en
granos en el mismo pueblo y lo que está por cosechar en la propia hacienda y
otras semillas comestibles que hoy mismo se hallan todo lo que se venderá a
excepción de 20 fanegas de trigo que señalo y mando se le den a Petrona Medina
mi ama de leche en compensación del servicio que le debo”.
“Declaro
haber sido voluntad del referido mi padre don Gregorio, que el señor
crucificado que es el tamaño de una cuarta y es de naranjo después del
fallecimiento de todos nosotros sus hijos se colocase en altar del patiarca
señor San José que se venera en la santa iglesia catedral de esta ciudad…”
“Mando
que todas las cosas de muebles envejecidos como son sillas, estampas, cajas
rotas, y de más cosas que no merecen mayor consideración se entreguen por mis
albaceas a la referida Petrona mi ama de leche…”.
“Declaro
que debo a don Bernardino Sánchez 9 pesos 6 reales por especies que le tome al
fiado de su tienda y mando se le pague de mis bienes”.
DOCUMENTO N° 2
SEGUNDO TESTAMENTO
DEL CURA DON VALENTIN MUNÁRRIZ.
En el nombre de Dios todo poderoso, con cuyo principio todas las
cosas tienen buen medio loable y dichoso fin amar: sea notoria a todos los a
que la presente carta de mi testamento postrimera y ultima voluntad vieren,
como yo don Valentin Munaris natural de esta ciudad, cura propio de la doctrina
de Pampas, é hijo lexitimo que soi de don Gregorio Munaris, i de doña Manuela
Medina también naturales y vecinos de esta ciudad ya finados que santa gloria
hayan: hallándome como me hallo enfermo en cama y de gravedad; pero por la
misericordia de Dios en mi entero juicio memoria y entendimiento natural,
creyendo como firmemente creo en el inefablemente misterio de la Santísima
trinidad Padre Hijo y Espiritu Santo, tres personas que aunque reclamante
distintas tienen una escencia y substancia y son un solo Dios verdadero, y en
todos los demás misterios artículos y sacramentos que tiene cree y confiesa
nuestra santa madre iglesia católica apostolica y Romana en cuya fé y escencia
he vivido y protesto vivir y morir como católico cristiano é invocando por mi
intersesora á la serenísima Reina de los angeles Maria Santisima señora
nuestra, al santo angel de mi guarda, santo de mi novela y devoción, y a todos
los demás santos de la corte celestial intersedan por mi á nuestro señor y
redentor Jesucristo perdone mis culpas y pecados y ponga mi alma en carrera de
salvación cuando llegue á su divina presencia: temeroso que la muerte como
natural y precisa á toda criatura humana
como incierta su hora, me halla desprevenido de disposición testamentaria:
otorgo y ordeno mi testamento en la manera siguiente.
Primeramente
encomiendo mi alma á Dios que la crio y redimio con el infinito precio de dha
pacion y muerte y mando el cuerpo á la tierra de que fue formada y siendo
cadáver debera [ser] amortajado con la vestidura sacerdotal según el ritual
romano y enterrada con [¿entierro?] menor y misa resada de cuerpo presente,
aplicándoseme en aquel dia la misa que puedan aplicarse con [el canto] resado
dho se hallase en la ciudad de suerte que en aquel dia y siguiente se apliquen
por todo cincuenta misas siendo en todo caso conducido al panteon sin aparato
ni pompa alguna.
Ytan digo
y dejo cuatro y medio pesos á beneficio de la restauracion que habia subrogado
á ley mandar forsoso de jerusalen y redencion de cautivos, lo que se dara por
solo una ves al que corra con esa recaudacion, y con cuya asignacion aparto de
cualquier derecho que con este aspecto pudiese alegarse con mis bienes.
Ytan declaro
haber sido casado con doña Agueda Infanson según orden de nuestra santa madre
iglesia y en cuyo matrimonio tubimos por hijo lexitimo á don Pablo Munaris y
aclaro que aunque para dicho enlase se me ofrecio dote solo trajo mi muger por
bienes la hacienda Uchuimarca en la que trabaje sin fruto de mayor adelanto y
luego después de muerta mi muger entregue la hacienda al dicho mi hijo, quien
por salir deviendo del diesmo que remato ha tenido que vender la dicha
hacienda declarolo por lo que puede importar.
En este estado
que sería las siete y media de la noche: el testador expresó deverse diferir su
testamento por hallarse abochornado y hacer recuerdo de todo lo que deve
disponer bien que sobre las preguntas que se la hicieron por versele apurado
contestó tener sinco hijos naturales y que sus herederos devian ser estos menos
su hijo lexitimo por habersele salido ingrato: que sus albaceas devian ser el
cura don Ignacio Geri, el doctor don Felipe Cueto y su hijo natural don Matias
Munaris cuya circunstancia no se firmo por el testador por lo agravado que
estaba y de haber dado la espalda es por esto que firmo con los testigos que
estubieron presentes desde el principio que aquí suscriben con migo el
escribano. De que doy fé hoy dia y siete
de agosto del corriente año.
Firman:
Tgo. Francisco Muñoz
Tgo. Jose
Francisco Landeo
Tgo.
Santiago Montero
Tgo. Jorge Custodio Pretil
Ante mí
Dio según arancel.
Mariano Tueros
Escribano Publico [ilegible]
Documento
N° 3
CONFIERE TITULO DE
PRIMER TENIENTE DE LA COMPAÑÍA DE ARTILLERÍA A Dn. VALENTÍN
MUNARRIZ.
Don Juan Antonio Alvares de Arenales. Coronel Mayor de los
Exercitos de la Patria y Jefe Gral. de la Divición de vanguardia del Exercito
libertador del Perú.
Por quanto se me ha propuesto del 1er Teniente de la Compañía de
Artilleros a Dn Valentin Munarriz, en quien concurren todas las qualidades que
su servicio requieren:
Por tanto y visando de las facultades con que me hallo
autorizado: Acuerdo darle empleo a
Valentín Munarriz, y he venido en conceder el expresado empleo al mencionado Dn
Valentin y mando se le haya y tenga por tal Teniente, guardándosele y
haciéndosele guardar en la forma que corresponde todos los fueros, y exemciones
que en virtud de este titulo le corresponden sirviéndole de bastante Despacho
hasta la superior confirmación del Exmo.
Señor Capitan General, a quien se le dará cuenta. Dado en el Quartel Gral de la
ciudad de Huamanga a 7 de gre de 1820.
Juan
Alvares de Arenales.
Pedro José Cornejo.
NOTA.- Recordemos
que el título militar de Teniente de Infantería, librado por José Angulo a
favor de Valentín Munárriz sirvió para asimilarse en Andahuaylas a las filas
revolucionarias como miembro de la división huamanguina; pero que, según su
propia declaración, fue extraviado en la escaramuza de Chupascunca
(Chupasconga), muy cerca a Pampa Cangallo, capital del distrito de los
Morochucos de la provincia de Cangallo. El título validado por el mismo jefe de
la revolución cuzqueña, José Angulo, de por sí nos sugiere que hubo una
vinculación acentuada de morochucos y cuzqueños desde mucho antes de la
presencia de estos últimos en Andahuaylas y/o Ayacucho, ya que aquél -al asumir
la jefatura de la revolución y dirigirla desde el Cuzco- no pudo haber estado
en Andahuaylas ni en Huamanga. Ergo, el título habría sido otorgado antes de
esta incorporación en Andahuaylas o haber sido preparado anticipadamente para
adaptarse a las distintas situaciones militares y políticas, para ser entregado
a Munárriz en Andahuaylas al momento de su asimilación.
maxaguirrec@hotmail.com
BIOCRONOLOGÍA PATRIÓTICA DE VALENTÍN MUNÁRRIZ.
Max Aguirre Cárdenas
Exigido por mis labores de investigación en torno a los
protagonistas de la Primera Jura de la Independencia ocurrida en la ciudad de
Cangallo, he decidido construir un esquema cronológico de los principales
hechos que caracterizaron la conducta patriótica de Valentín Munárriz, con el
propósito de que me sirva de guía a la correcta comprensión de su vida y la del
acontecimiento juramentario acaecido el 7 de octubre de 1814. Lamentablemente
cuando escribí mi trabajo “Valentín
Munárriz: el héroe y el hombre”, no contaba con él, pues, me hubiese
facilitado grandemente para formular mejor mis hipótesis sobre las fechas más
probables de su graduación como clérigo, de su matrimonio y el nacimiento de su
prole y, desde luego, emprender la probanza de las mismas. Además los procesos
de comprensión e interpretación de sus acciones hubieran tenido resultados más
plausibles si para evaluar su calidad dispusiésemos de una canónica que
funcione como una suerte de “medidor” veritativo, la misma que hasta ahora no
existe incuestionablemente pese a los intentos precursores del estructuralismo
fomentados por Levi Strauss para su uso en la etnología o la antropología. La
misma metodología observaré cuando estudie las vidas de los otros protagonistas
de la jura cangallina en el libro que condense los avances que he obtenido en
casi dos años de investigación, añadidos los que todavía harán falta, y que se
titulará “El ciclo independentista
huamanguino: 1812-1828”, parte del cual ya se ha publicado tentativamente
bajo el epígrafe “Cangallo y la primera
jura de la independencia del Perú”.
La cronología refleja también los avances
que he obtenido en estos seis años dedicados a estudiar la Historia de
Cangallo, y como al parecer he reconstruido lo sustantivo de la vida de este
prohombre, he decidido compartir mis datos con otros investigadores que sé
están en la misma brega y, recíprocamente, esperar de ellos contribuciones a fin de hacer realidad
aquello que preconiza la historiografía contemporánea de que la investigación
debe ser multidisciplinaria. Como ésta supone institucionalizar la
investigación y dotarla de infraestructura y recursos dinerarios suficientes,
al no contar con ellos, creemos que el intercambio de datos, exégesis y
documentos por la vía de la web o el blog puede ser una alternativa plausible.
Estoy persuadido de que el cuadro adolece todavía de imprecisiones y vacíos
que, conforme progrese mi búsqueda, estaré superándolos, sobre todo cuando
estudie la vida de los otros protagonistas de la jura cangallina como José
Mariano Alvarado y Basilio Auqui.
Deseo advertir que este trabajo
cronológico no refleja necesariamente ningún supuesto teorético ni ideológico
acerca de la historia como discurso científico o como realidad fáctica; su
propósito –como afirmé- es meramente instrumental: servir de brújula heurística para facilitar el análisis, la
hermenéutica o la inteligibilidad de los problemas relativos al tema de la
Independencia de Cangallo y del Perú, sea cual sea la orientación
filosófico-epistemológica del
investigador. Cuanto mejores datos singulares dispongamos en cantidad y
calidad, mejores interpretaciones obtendremos; esto significa que rechazamos la
erudición inútil que invita a tejer la historia como un discurso meramente
acumulativo de saberes por el saber mismo, de un resbalar delirante en la mera
sucesión de acontecimientos como fueron, por ejemplo, las prototípicas “Noticias Cronológicas de la Gran Ciudad del
Cuzco” de Diego Esquivel y Navia o “La
Floresta Española” de autor anónimo; o, lo que es peor, a postular que la
historia no es un saber reductor por antonomasia sino uno de elasticidad
indefinida; significa también que no postulamos el culto de los héroes a lo
Carlyle como objetivo principal de la historia de nuestra independencia. Por el contrario, aspiramos a construir una
historia social regional cuyas coyunturas, estructuras, modelos y hasta cuantificaciones
no eliminen el valor de los hechos singulares pletóricos de simbolismo y/o
significado, una historia general que se interese también por identificar o
des-cubrir los ciclos de duración de distintos tiempos (como los económicos,
sociales y mentales); decodificar su lógica, empero sin ignorar el valor de los
acontecimientos que testimonian que la historia es en esencia cambio, no
meramente una exhibición museográfica –a título de hermenéutica- de fósiles
organizados arbitrariamente a gusto del “director” de turno, y que interesa a muy
pocos, como está sucediendo lamentablemente hoy. He aquí el primer resultado de
esta tentativa metodológica:
Febrero 13 de 1789 Nace
en la ciudad de Huamanga, hijo del matrimonio
de Gregorio Munárriz y Manuela Medina.
Setiembre de 1814 Se
incorpora en Andahuaylas, en la clase de Teniente de Infantería librado por el
general José Angulo, al ejército de los revolucionarios cuzqueños que se
trasladaban a conquistar Huamanga.
Octubre 1° de 1814 Participa
en la batalla de Huanta en una función que todavía no hemos podido
determinarla.
Octubre 7 de 1814 Lidera
con José Mariano Alvarado y probablemente con
Basilio Auqui, la jura de la Independencia de Cangallo.
Noviembre 7 de 1820 El
coronel Juan Antonio Álvarez de Arenales le confiere el título de Primer Teniente de la Compañía de Artilleros del Ejército
Libertador del Perú, que lo tuvo activo hasta 1824.
Noviembre 9 de 1820 El
coronel Juan Antonio Álvarez de Arenales le encomienda reclutar combatientes en
San Miguel y Tambo.
Noviembre 29 de 1820 Interviene
probablemente en la batalla de Chupascunca apoyando a la montonera de Landeo y
Torres. Decimos probablemente, pues, en una de sus solicitudes Múnarriz afirma
que en esta jornada guerrera perdió el despacho militar que le había otorgado
José Angulo. Pero al parecer él se refirió a una inicial escaramuza acontecida
en este mismo escenario, en una fecha cercana a 1814 ó 1815, pues, si se
hubiera referido al choque de Landeo y Torres con los españoles, él no hubiese
lamentado la pérdida de su despacho militar como teniente de infantería, pues,
en 1820 ya había recibido el despacho de teniente de artillería de manos de
José Antonio Álvarez de Arenales al arribar a Huamanga.
Agosto 14 de 1824 Asume
interinamente el cargo de Gobernador de Tambo en reemplazo del titular Mariano
Ruiz que viaja a San Miguel y Chilca.
Agosto 29 de 1824 Entrega
en Huanta 25 cabezas de ganado vacuno para el sustento de las tropas del
ejército libertador comandado por el general Simón Bolívar.
Octubre 4 de 1824 Es
comisionado por Bolívar desde el Cuartel General de Huamanga para cumplir
actividades de espionaje en Tambo, facultándosele organizar un cuerpo de
agentes para un mejor cometido.
Setiembre 6 de 1824 Le
ordenan acopiar -“sin la menor consideración”- en Quinua, Vinchos y Soytoco
todo el ganado vacuno que exista para el auxilio del Ejército Libertador. Esta
misión como la anterior fue cumplida satisfactoriamente hasta 1827.
Noviembre 30 de 1824 Describe
estar en la casa del párroco de Tambo en calidad de refugiado, cumpliendo
labores de asistencia a los guerrilleros
patriotas que fueron desbandados en Talavera y que emigraban por la ruta
de Qollpawayqo y Anco.
Diciembre 3 de 1824 El
teniente coronel Lionel García, reconociendo su patriotismo, le ordena observar
los movimientos del enemigo, reportando sus resultados a las 24 horas
transcurridas (día 4).
Diciembre 6 de 1824 Habiendo
arribado de Andahuaylas días antes, organiza en Tambo comisiones de asistencia
al Ejército Libertador que acampaba en Quinua, asistencia que persiste hasta
días después de la batalla de Ayacucho.
Diciembre, fines de 1824 Conduce
a los dispersos de la batalla de Ayacucho hasta la capital del departamento.
Diciembre 23 de 1824 Como
ciudadano del pueblo de Tambo, solicita la devolución de 13 reses suyas –entre
vacas y bueyes- que colectó indebidamente el comisionado Isidro Barrigas. Fue
concedido.
Enero 7 de 1825 El
prefecto del departamento, cuando era
Comandante Militar de Tambo, le dice que recibió los enfermos que le remitió.
De paso le exhorta active comisión de víveres, ganado y bestias.
Enero 19 de 1825 El
prefecto del departamento –halagándole por su patriotismo- acusa recibo de la
recepción de 50 cabezas de ganado y otros útiles de guerra comisionados a él
para su obtención.
Setiembre 17 de 1825 En
una solicitud de la fecha, declara ser oriundo de la capital de Ayacucho y
tener una crecida familia. Señala que residía en el pueblo de Tambo “por haber estado perseguido por mi condición
notoria y publica adecion a la justa causa de la Independencia por lo que ya me constituí como uno de los
vecinos no formales”.
Octubre 16 de 1825 La
Sala Municipal de Ayacucho, propone su ascenso en reconocimiento de su labor
patriótica.
Octubre 19 de 1825 Solicita
que la Ilustre Municipalidad de Huamanga informe con la mayor escrupulosidad sobre su conducta patriótica desplegada hasta esa
fecha por la Independencia del Perú.
Octubre 15 de 1825 En
una solicitud de la fecha, señala que es Primer Teniente del Cuerpo de
Artillería de Huamanga.
Octubre 26 de 1825 D.
Dianderas recomienda que el patriota sea colocado en el batallón de Cívicos de
Huamanga.
Noviembre 30 de 1825 Juan
Pardo de Zela, cumpliendo un deseo del libertador Simón Bolívar, le recompensa
sus sacrificios por la Emancipación del Perú, declarándole héroe, además
otorgándole una medalla encargada por el Consejo de Gobierno que objetive este
valor.
Diciembre 14 de 1825 Le
ordenan movilizarse contra los iquichanos. Por esta época era alcalde del
pueblo de Tambo y también comandante del segundo escuadrón Húsares de Junín y
Comandante Militar de Sivia y que en esta calidad salió innumerables veces a
combatir a los iquichanos.
Diciembre 26 de 1825 El
intendente de la provincia Anselmo Cordero le ordena entregar 20 reses y 12
fanegas de granos para las tropas que marchan contra los iquichanos.
Abril 7 de 1826 El
general Juan Pardo de Zela le certifica haber sido su guía, y su intérprete en
la campaña de pacificación de ocho días que emprendió el citado jefe siendo
Prefecto y Comandante General del departamento de Ayacucho. Era en ese momento
Comandante de los Cívicos de Huamanga.
Abril 16 de 1826 Al
concluir su misión descrita fecha antes, se retiró a su convento de San
Francisco de Lucanas en busca de sus propias subsistencias, tiempo que ocasionó
el deterioro de sus propiedades por las tropas que combatían a los iquichanos.
Marzo de 1827 El
presidente Pedro Palomino, escrutadores y el secretario Lorenzo Infanson del
Colegio electoral de la parroquia de Santo Domingo de Chiara, certifica que
Munárriz es uno de los electores para la creación de diputados a congreso de la
provincia de Guamanga.
Año de 1828 La
parroquia de la Magdalena de Ayacucho
hace constar que de acuerdo al Registro Cívico, don Valentín Munárriz, era
ciudadano en ejercicio.
Sin fecha precisa Por
esta época fue electo miembro del Colegio Electoral de la provincia de
Huamanga.
Mayo 17 de 1828 Era
regidor de la Ilustre Municipalidad de Huamanga y en esa calidad parece que
juró la Constitución Peruana recién promulgada, pero en la parroquia de Santa
María Magdalena.
Octubre 14 de 1828 En
una solicitud expresa que en 1827, cuando se dedicaba al laboreo agrícola de
siembra en Chupas, le convocaron in situ para combatir a los
"desnaturalizados" iquichanos que pretendían invadir la ciudad de Ayacucho
queriendo reivindicar los dominios españoles. Habilitado en su grado militar de
oficial se integró -comandando a los tiradores morochucos en Ñawinpuquio y
luego en la batalla del Arco y Mollepata- el 29 de noviembre de 1827, hasta
expulsar a los rebeldes a Huanta el 1° de diciembre de 1827.
Noviembre de 1828 Desempeña
la función municipal de vocal de la Junta Electoral del departamento de
Ayacucho.
Febrero 12 de 1829 Desempeña
la función de capitán de artilleros de la ciudad de Ayacucho.
Abril 21 de 1829 La
intendencia del departamento de Ayacucho le ordena pasar de Andahuaylas a
Ayacucho conduciendo 54 hombres dispersos y ponerlos a disposición del
prefecto.
Junio de 1829 Desde
Ayacucho acusan recepción del parque de guerra remitido por él.
Julio 18 de 1831 Es
electo en Huaytará diputado suplente del Sr. D. Remigio Jáuregui, por la
provincia de Castrovirreyna, departamento de Ayacucho.
Año de 1831 Un
recibo de la parroquia del Sagrario de la ciudad de Ayacucho le da la
constancia de ser ciudadano en ejercicio conforme al Registro Cívico.
Año de 1832-1833 Es
nombrado Comandante efectivo de la Artillería cívica de Ayacucho, cargo que ya
venía ejerciendo interinamente.
Año de 1833 El
Colegio Electoral de la Parroquia de Chiara, presidido por Lorenzo Infanzón, le
da una certificación de ser Escrutador electo de la entidad mencionada.
Setiembre 3 de 1833 Le
otorgan, en su calidad de suplente, una credencial para remplazar al diputado
departamental Sr. Montaño por motivos de salud. En realidad lo remplazó en dos
oportunidades.
Setiembre 27 de 1834 Don
Juan José Gutiérrez de Quintanilla, solicita a nombre del héroe que le expidan
el despacho de Comandante de Artillería Cívica de la ciudad de Huamanga, o para
el mismo cargo en Cangallo o Castrovirreyna. Fundamenta entre muchas cosas que
debido a que luchó por la Emancipación del Perú el año de 1814, estuvo el año
de 1820 perseguido de muerte, habiendo fracasado sus intereses y los de su
familia toda. Al final le dan no sólo el mando político de Cangallo, sino
también el militar.
Noviembre 21 de 1834 Don
Julián Inostroza, Alcalde Constitucional y Presidente de la ciudad de Cangallo,
certifica que el sub-prefecto Valentín
Munárriz se aviene a la paz formulada por Orbegoso y formula sumisión a
su autoridad.
¿Diciembre de 1834? Solicita
a las otras autoridades una constancia de su comportamiento como sub-prefecto y
Comandante Militar en cargo hasta el 26 de noviembre de 1834. El resultado fue
halagüeño, ya que el documento obtenido decía: “Benemérita y heroica Ciudad de Santa Rosa de Cangallo a los veinte y
cuatro días del mes de Mayo de 1834”. Certifica:..”se ha conducido con la mayor puresa en su conducta a satisfacción del
Gobierno y de todos los comprovincianos sin gravar ni perjudicar en lo menor a
ningún individuo ante si quitando los abusos y corruptelas que estaban
viciándose en toda esta comarca”.
Diciembre 15 de 1835 Es
elegido regidor de la Municipalidad de Ayacucho.
Junio 2 de 1836 Es
nombrado Juez de Paz en la ciudad de Ayacucho.
Julio 11 de 1839 En
una solicitud al prefecto, revela que es cura de la doctrina de Chupamarca
[Huancavelica. Curato antes perteneciente a la provincia de Yauyos].
1845-1848 Diputado
nacional por la provincia de Cangallo. Por lo menos en la primera legislatura
es miembro de la Comisión Eclesiástica del parlamento nacional.
Agosto 7 de 1852 Declara
su testamento ante el escribano público don Mariano Tueros. Para esta fecha ya
era cura de la doctrina de Pampas en Huancavelica.
Agosto 19 de 1852 Muere,
y sus restos son enterrados en el Cementerio General de la ciudad de Ayacucho.