martes, 1 de abril de 2014

CANGALLO: A CIEN AÑOS DESPUÉS DE LA JURA DE SU INDEPENDENCIA Y A CIEN AÑOS ANTES DE SU BICENTENARIO

Max Aguirre Cárdenas

1.O  INTRODUCCIÓN.-

Una pregunta que me formularon a boca de jarro algunos jóvenes en un diálogo callejero, inquiría en torno a cómo era Cangallo hace cien años, o sea, cómo era en 1914, a cien años después del suceso heroico de la jura de su independencia y a cien años antes de la efeméride gloriosa del bicentenario de aquella gesta que debe celebrarse el 7 de octubre de este año. Mi respuesta fue muy genérica como la pregunta al advertir la  intención historiográfica de mis interlocutores y las dificultades teóricas que conllevaba la cuestión mostradas al replicarles con preguntas como: ¿Es el año 1914, por su brevedad, sólo un momento del largo plazo de la historia humana y, por ende, de la historia peruana? ¿Se puede historiar un momento del pasado, o sólo se puede describirlo –no relatarlo- como un abstracto privado de temporalidad? ¿Hasta dónde podemos fragmentar el objeto de la historia sin que pierda ésta su naturaleza científica? ¿Es la historia una ciencia o es más bien sólo un método científico? ¿Se puede presentar el pasado como un discurso sincrónico de momentos aislados por abstracción y sometidos a meros exámenes relacionales, o como lo haría un anatomista: deteniendo el funcionamiento dinámico de un cuerpo vivo para describirlo como una trama de momentos, o un cineasta que detiene las acciones registradas en el celuloide para realizar una crítica al guión o evaluar un fragmento del film, retrocediendo o adelantándolo escenas, como si el devenir fuese sólo una sucesión de cuadros estáticos que, proyectados uno tras otro con cierta velocidad, genera una ilusión de movimiento? Y las preguntas siguieron acumulándose, evitando satisfacer la curiosidad de los jóvenes respecto a Cangallo de 1914.

Hoy deseo, haciendo un alto en mis tareas cívicas de investigación sobre el pasado cangallino y cumpliendo una promesa hecha en la jornada dialógica, ofrecer algunas precisiones que respondan en alguna medida al interrogante formulado, pero pensando que 1914 puede ser un segmento temporal de hechos rutinarios con valores propios que den razón a los acontecimientos precedentes y/o consiguientes. Las noticias que proporcionaré, describen el estado de cosas de la ciudad de Cangallo y su entorno distrital en el segmento temporal elegido, con algunas referencias marginales a los horizontes provincial y departamental, porque como colegirá el lector, el análisis de un momento, privado de interrelaciones con otros antecedentes o precedentes, sería inútil para la comprensión de sí mismo o la final comprensión histórica del largo tiempo; además que dar respuestas sobre el estado de cosas integral de la provincia en dicha fecha, sería una tarea muy extensa, plagada de estadísticas y citas documentales inanes, y ella nos arrastraría a una vorágine gnoseológica que nos extraviaría en los laberintos de la incertidumbre. Las precisiones, las haré teniendo como fundamento la autoridad de la hasta ahora desconocida “Memoria del subprefecto de la provincia de Cangallo, Sr. Luis E. Coronado”, presentada por aquél en diciembre de 1912 al prefecto de Ayacucho. Infortunadamente, las memorias de 1913 a 1915 no hemos podido hallarlas.

La historia habitualmente tiene como objeto de estudio preferido el largo tiempo y la trama de sus hechos, para reducirlo a un discurso más o menos generalizador, exigido por la explicación hermenéutica que le otorga inteligibilidad. Pero, en nuestro caso, el interrogante se refiere tan sólo a un pequeño lapso de tiempo, arbitrariamente  abstraído de un complejo diacrónico, cuya característica es la de guardar a primera vista una simetría exacta al ubicarse al medio de los dos hitos cronológicos de referencia: los años 1814 y 2014, pero, al parecer, poco o nada significativo dentro de la lógica interna del devenir histórico regional. Decimos al parecer, porque ésta hipótesis será confirmada o refutada por la aplicación de las reglas de la investigación científica en el examen del hito-objeto. Sin embargo, podemos adelantar a priori que, si 1914 puede revelarse hasta anodino en el contexto histórico, o no digno para nuestra memoria colectiva, él puede ser útil para desempeñarse como referente cronológico para evaluar el proceso social subregional como un indicador de progreso o decadencia, o simplemente para convertirse en un filtro que satisfaga nuestra naturalidad curiosidad por indagar cómo era o qué hacía Cangallo como colectivo social en ese breve período anual,  análogo al querer saber cómo fuimos en el plano ontogénico o individual en cierto momento de nuestro desarrollo biopsicosocial pasado no registrado en nuestra memoria personal. Las respuestas que vamos a ensayar pueden ser útiles para reconstruir algo que podemos denominar APUNTES PARA UNA HISTORIA INMEDIATA DE CANGALLO o quizás, más modestamente, como una CRÓNICA SOCIOGRÁFICA DE LA CIUDAD DE CANGALLO A CIEN AÑOS DESPUÉS DE LA JURA DE SU INDEPENDENCIA.

2.0  AYACUCHO, ¿RINCÓN DE MUERTOS?
El 28 de julio de 1821, el Perú había obtenido su independencia, calificada por las autoridades españolas como ilegítima(*). El 9 de diciembre de 1824, recién se legalizaba su estatus de Estado independiente, no sólo porque se había vencido en el campo de batalla de Quinua, sino porque así se reconocía en el Tratado de Capitulación consiguiente a la batalla, suscrito por los representantes español y peruano (Canterac a nombre de los ejércitos reales españoles, y Sucre a nombre del Ejército Unido Libertador del Perú). Pese a ello, los perdedores no se resignaron a reconocer el nuevo orden político, pues todavía pretendían restaurar el coloniaje fundando sus esperanzas en las fuerzas militares del Alto Perú y la Fortaleza del Real Felipe en el Callao. La eliminación de estos bastiones tampoco garantizó el nuevo orden, pues al interior del mismo Perú quedaban -hasta 1828- enemigos tan incisivos como los iquichanos de Huanta (vasallos fieles, más realistas que el mismo Fernando VII, pese a que jamás lo habían visto ni escuchado ni leído una costra biográfica suya) y criollos que se disputaron el poder político en los primeros años anárquicos de la República. Todavía en abril de 1864, los godos ensayaban el último intento de recuperar el Perú, invadiendo sin éxito las islas de Chincha. Por último, rendidos de inútiles guerras, apelaron a la ayuda del “generoso” presidente Pezet, e intentaron cobrar una suculenta indemnización. Pero un golpe de estado impidió tamaño despropósito.
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(*) Por ejemplo, en las negociaciones previas de Miraflores los españoles habían acusado al ejército libertador de San Martín, e indirectamente a él mismo, de no tener legitimidad, porque sus  patrocinadoras, como las autoridades chilenas con O´Higgins a la cabeza, carecían también de ella.

Desde el primer momento que los hispanos invadieron América, la expulsión de éstos por  los americanos fue una intención permanente, patentizada en diversos ciclos de rebelión separatista que se materializaron coyunturalmente en distintos lugares del continente. Algunos lo consiguieron tempranamente y con pocos intentos, y otros tardíamente y después de muchos intentos, como en el caso peruano. Pero, exceptuando a algunos movimientos que de facto se lanzaron a la guerra como alternativa inmediata, casi todos exhibieron un proceso inicial de preparación precursora, un desarrollo  militar -con acciones patentes o frustradas- de la intención liberacionista, y un desenlace feliz o desgraciado –de carácter político y sucedáneo a la fase militar- que daba fin al ciclo. Uno de éstos se mostró nítidamente en la región huamanguina entre 1808 y 1827; otros fueron el de Túpac Amaru, la revolución cuzqueña de 1814 a la que se simbiotizó  el proceso huamanguino con su epicentro cangallino, las rebeliones altoperuanas del XVIII estudiadas por O´Phelan, las insurrecciones étnicas del Nor-oriente peruano reveladas por Carlos Dávila,  y otras del Perú colonial y naciones vecinas mencionadas y/o estudiadas por otros tantos historiadores. Si bien es cierto que los ciclos se tornaron numerosos desde que la brutal opresión de las clases explotadas había sobrepasado con creces los límites tolerables, desde que la conciencia de la situación ontológica de seres cosificados (privados de humanidad) alcanzaba mejores niveles de inteligibilidad, desde que los criollos se sentían hartos de poseer sólo un poder subalternado al de los peninsulares y disminuidos también ontológicamente por haber nacido en América; desde que la nociones de patria, libertad, nación, ciudadanía, y lo suyo se internalizaban con mayor perennidad como valores que se oponían a lo extraño, a la carencia de dignidad y a lo usurpado por la fuerza,   y a los que se sumó la situación crítica de España a inicios del XIX y la coyuntura de la invasión napoleónica a la península hispánica (que apuró la aparición de escenarios subversivos por casi todo el continente americano a la manera de hongos oportunistas brotados en terrenos fertilizados por los ideólogos),… los mismos, no fueron sólo productos de una época general delimitada llamada emancipación como invita a prejuzgar la división impuesta por la historia tradicional del pasado americano y/o peruano, sobre todo cuando hace énfasis en el aporte de los ideólogos criollos como los preparadores espirituales o los iniciadores de la liberación americana. Incluso obstando las denuncias de Bartolomé de las Casas y de Guamán Poma de Ayala, de los siglos XVI y XVII, respectivamente, basta leer reflexivamente la objetiva descripción de Jorge Juan y Antonio de Ulloa del estado social de América en el XVIII, en especial del Perú, contenida en sus “Noticias Secretas de América”, para pronosticar que la separación, o la independencia, o como quiera llamársela, iba a producirse necesariamente, más temprano que tarde, ya sea como expresión inevitable de la ley del cambio alcanzadas ciertas condiciones materiales y espirituales que rigen el proceso social, o como una consecuencia de la exigencia moral de nuestra dignidad que nos impulsa a ser libres (Ya lo habían pronosticado personalidades como el Conde de Aranda, y algún virrey de las postrimerías del dominio español). La Opresión es una condición contingente, mientras que la libertad es una condición necesaria de la esencia humana, aunque a conquistarse históricamente. Estamos convencidos de que ninguna injusticia es para siempre y que la perversidad es antagónica a la esencia racional del hombre, aunque la historia nos persuada lo contrario.

Las expectativas que la liberación había fomentado a través de sus ideólogos, pronto se convirtieron en un fiasco, sobre todo para las grandes masas indígenas que conformaban la base de la pirámide social colonial. Los únicos beneficiados fueron los criollos y algunos mestizos acriollados. La lógica de la opresión había sido cambiada únicamente de operadores: ya no eran virreyes, ni corregidores ni curas ni caciques. Huamanga, y especialmente Cangallo, lejos de que la fundación de un nuevo Estado o la legitimación de una nueva República democrática fuesen los motores de una auténtica liberación o los factores que promuevan un nuevo orden social dirigido al progreso, se enfangaron en los lodazales de la decadencia. En el caso de Huamanga, casi todos los viajeros extranjeros que pisaron su suelo citadino, aparte de loar su clima y su herencia cultural material española de casonas y templos numerosos, disimularon protocolarmente su indigencia, reeditando aquello que había percibido todavía el virrey Toledo en su visita al Perú del XVI y condensado -a modo de pronóstico y sorna- en la frase metafórica: “la haca rijosa huamanguilla” que le fue espetadaEn el caso de la ciudad de Cangallo, por estar ésta relativamente alejada del camino principal que se dirigía al Cuzco vía Vilcashuamán, fue poco preferida por los viajeros pese a su estupendo clima. Raimondi apenas pernoctó una noche en ella. El presidente Manuel Prado Ugarteche llegó sólo hasta Yanamarca Pampa, Odría hasta Chuschi, y hasta José María Arguedas (gran amigo de los indios) pasó urgido por ella, persuadido por la leyenda negra de los morochucos (más calumniosa que real)  que hacía humedecer de miedo las braguetas criollas. Todavía en 1941, el cura huantino Narciso Gavilán escribía que la ciudad de Ayacucho era sede de grandes fiestas donde tronaban cohetes y se lidiaban toros; pero, pasaban ellas, y Huamanga se convertía en un cementerio donde los moscardones mordían al silencio y los fantasmas transponían lúgubres los cuerpos de sus habitantes. “Por un momento se dibuja la alegría en nuestro rostro –escribe en sus “Ensayos Históricos”-, pero luego “la ciudad recobra su habitual tranquilidad i los habitantes vivimos tristes i macilentos, como fríos i petrificados cadáveres, alumbrados por una luz débil i mortecina; teniendo vida abundante, nos encontramos enclaustrados en un rincón de muertos”.

Pero, como buen rapaz pollero que sugiere su apellido, morigera su juicio enmascarándolo con un rictus de misericordia, y añade: “Mas, todo esto no quiere decir que estemos completamente dormidos. No, en manera alguna. Existen hombres que trabajan activamente por el progreso de Huamanga”. Y para mostrarse consecuente, hace una apología de una media centena de sus grandes personalidades civiles y militares. Pero -exceptuando a María Parado de Bellido y Basilio Auqui- sobre José Mariano Alvarado, Ángel Pacheco, Valentín Munárriz, Cayetano Quiróz y otros meritísimos  revolucionarios, no dice ni media palabra, más porque la historia oficial  ignoraba el protagonismo fundamental de estos héroes en el logro de la Independencia peruana. Muy acorde con la mentalidad de su época, para él, son grandes hombres sólo los magistrados de la corte, diputados, senadores, obispos, ministros de Estado, hacendados y militares de alta graduación. Sin embargo, es autor de una de las primeras descripciones históricas de la provincia de Cangallo, caracterizada por su brevedad. Honra el epílogo de su trabajo diciendo: “Tal es el ligero comentario de la grandiosa historia de la patriótica provincia de Cangallo, destinada a desempeñar un rol importante en los gloriosos fastos de la vida republicana del Perú” (1941: 218 a 228).

3.0  CANGALLO EN LA BALANZA DE 1914

En la predicha “Memoria que el Sr. Sub-Prefecto de la Provincia de Cangallo Luis E. Coronado, presenta á la Prefectura del departamento de Ayacucho” el 21 de diciembre de 1912, advierte aquél: Que el documento que entrega es solamente una relación administrativa relativa a su gestión en los ámbitos de su competencia. En esa oportunidad, ésta comprendía fundamentalmente la representación de la autoridad presidencial y prefectural, y el control de los distintos órganos del Estado correspondientes a su jurisdicción. Era todavía la época en que los subprefectos se inmiscuían prácticamente en todo y eran titulares de la gestión del poder político en la provincia.

Para precisar mejor nuestra descripción, hemos intentado ubicar en los repositorios documentales las memorias complementarias correspondientes a los años 1913 y 1915, como hemos dicho, con resultados adversos. Antes de 1914, era una obligación anual de los subprefectos realizar un informe minucioso de su gestión y la marcha de la provincia en todos sus aspectos. Muchas provincias lo siguieron haciendo, como  se comprueba en los protocolos  del Archivo de la Nación;  y seguramente Cangallo no fue la excepción, pero los de ella habrían sido escamoteados en el tráfago de sus desdichas o adosados al tráfico criminal de la memoria de la nación, que prosigue indolente, como he advertido compungido hace poco.

Para mayor comprensión de su informe administrativo, el Sr. Coronado, añade en él datos geográficos, históricos, educativos, y noticias diversas como las de salud, comunicaciones, justicia, gendarmería, recaudación, y hasta edilicias; claro, con un comprensible barniz político tendente a mejorar su imagen o mitigar sus defecciones. Al parecer, hasta 1912, la autoridad de los prefectos era casi irrecusable; pero, desde que se establecieron las Juntas Departamentales, se produjo una leve depreciación de sus poderes, pues, muchas de sus funciones pasaron a ser ejercidas por las Juntas. Y esta es la razón por la que los informes de los subprefectos se redujeron a poquísimas páginas o a oficios simbólicos, y hasta a ser incumplidos -como probablemente sucedió con los de Cangallo. Sin embargo, como las Juntas funcionaban en las capitales departamentales, en la práctica, los subprefectos mantuvieron su liderazgo político dispensados ya de otras tareas que las realizaban los burócratas de la Junta. Todavía se recuerda en Cangallo cómo algunos subprefectos encabezaron misiones militares en épocas revueltas de la vida republicana que sería largo historiarlas. Baste decir que, si eran civiles, se convertían en auténticos caudillos de charreteras folk, con fuete y pistolas al cinto. Gobernaba el Perú don Óscar Raimundo Benavides que había remplazado a una Junta de Gobierno. El Congreso de la República lo presidía desde el 28 de julio de 1914 el Sr. García Irigoyen. El senador por Ayacucho era el Dr. José Falconí y el diputado por la provincia de Cangallo era el señor Guillermo Rey (1913-1916), reemplazado por Rómulo Parodi (1917-1918).

Aprovechando y extrapolando –en razón a su vecindad cronológica- la Memoria del citado Sr. Coronado, responderé a la pregunta de cómo era Cangallo en 1914, ordenándola en los siguientes ítems más o menos específicos:
  1. La provincia de Cangallo había sido fragmentada recientemente (por Ley N° 1306 de 14 de noviembre de 1910, promulgada por el presidente Augusto B. Leguía) para dar origen a la provincia de Fajardo. La actual provincia de Huancasancos  todavía no había sido creada políticamente; y Vilcashuamán que había perdido su estatus provincial de acuerdo a la demarcación colonial, todavía no había recuperado el mismo correspondiente a la demarcación republicana. Por tanto, su territorio limitaba por el Norte con Huamanga; por el Este con Andahuaylas; por el Sur con Fajardo; y por el Oeste con Castrovirreyna.

  2. Confundiendo latitud con longitud, afirma Coronado que la ciudad de Cangallo está delineada “entre los 13°-30 m de longitud occidental del meridiano de París y 74° y 15 mde latitud” (BNP, Cód. 20000019441; 1912: f.1). Hoy sabemos que está ubicada en 13° 37´ 43.17” de latitud sur y 74° 08´ 38.75” de longitud oeste.  Algo más: Se deduce del texto subprefectural que la ciudad se hallaba a orillas del río Cangallo y no en el Pampas mismo, pues, el primer nombre correspondía al segmento superior del Pampas , y el segundo identificaba al mismo río, pero sólo desde la localidad de Carhuanca. Por otra parte, el río Cangallo se origina, según él, en la laguna Morococha. Hoy sabemos que las lagunas donde se origina el Pampas son el par Orqococha y  Choqllococha.

  3. El subprefecto sostiene que la “provincia fue erigida en la época del virreinato entre los partidos de la Intendencia de Huamanga, designada últimamente, después de la 1° Constitución dictada por el Protector San Martín en departamento libre, con la provincia de Cangallo” (id.). Este es un mentís más a los fieles de la secta de la Maldición de Carratalá que siguen empecinados en afirmar -como cotorras que se nutren de ora pronobis e inmunes a ser fertilizados por la verdad- que Cangallo fue creada el 21 de junio de 1825. Ignoran que la fe sin savia racional, embrutece; peor aún: que la tozudez enmascarada con la inocencia de la fe, envilece.

  4. Que la masa poblacional de la provincia está constituida por “aborígenes natos, con mestizos procedentes del luctuoso coloniaje y algunos pocos blancos” (id.). Que según el último censo la provincia contaba con 31,000 almas. No precisa la fecha del censo, pero suponemos que se refiere al de 1876, en razón de que entre éste y el de 1940 nunca se hizo censo alguno. Además, Huambalpa, Ocros, Vilcashuamán, Carhuanca, Concepción, Pomacocha y Vischongo, estaban todavía en la circunscripción cangallina.

  5. Afirma que el pueblo de Pomabamba fue designado como nueva capital provincial, pero que nunca se ha cumplido dicho mandato. Sabemos que la decisión de trasladar la capital hacia Pomabamba, pero como capital del partido de Vilcashuamán, fue formulada la primera vez por el virrey la Serna por decreto emitido en el Cuzco el 11 de enero de 1822, ratificando la resolución de Carratalá después del holocausto de Cangallo del 17 de diciembre de 1821, el mismo que fue anulado por San Martín por decreto de 27 de marzo de 1822. En 1902, por ley de 21 de noviembre –promulgada por el presidente Eduardo López de Romaña- se elevó al pueblo de Pomabamba como villa y se declaró asimismo como la nueva capital provincial, obligada por la dantesca riada combinada del Pampas y el Macro. Estoy seguro que la afirmación de Coronado se refiere al decreto éste de 1902 por su mayor cercanía a 1912; lamentablemente no lo precisa. “En aquella ley citada –escribe- al separarse la provincia de la nueva creación, que tuvo lugar el 13 de Enero de 1911, también debió constituirse la capital de Provincia al pueblo de Pomabamba, escojido y designado con tal objeto para encabezar por sus cómodas condiciones de vida, por la fácil subsistencia, por el número de sus pobladores, aunque indios todos; pero productores los mas; la falta de entes civilizados habria de subsanarse con la traslación de gente culta á esa región sembrada de pobladores inconscientes por quedar la ciudad de Cangallo reducido á su ínfima expresión de agrícola bonanza y de moradores ciudadanos; per, no se si por desgracia ó per buen hado del destino, no ha tenido cumplimiento la referida traslación, quedando siempre reducido Cangallo al escondrijo donde las invasiones del río Macro lo dejó olvidado
    ” (BNP, id. f. 2 y 2v). 

  6. Afirma Coronado que en lo político Cangallo estaba en orden, aunque no privado de brotes del cáncer de la corrupción que infamó tradicionalmente la vida social peruana desde el arribo de los españoles: “Para afianzar el órden de la administración –anota- es de vital importancia la selección desapasionada de los inferiores quienes interesados unos en el apego del puesto por mezquinas conveniencias y sugeridos otros de la pretención de figurar descienden todos al cieno de la prevaricación o del cohecho. Pero será constante afán de esta Subprefectura la virtualidad de una conveniente selección, cuyo objetivo llevaré a efecto teniendo en mira la justificación de sus causas” (id. f. 2).  Desliza sutilmente una visión paternalista de la sociedad cangallina calificándola de pacífica, un poco quizás para sobrevalorar los logros de su gestión, como insinuamos antes.  En efecto, la quietud admirable de Cangallo que percibió también en los testimonios del archivo subprefectural de los últimos años (salvo el perfil violentista de los pampacangallinos como mostraré adelante) se habría afianzado en virtud a su filosofía política. La “administración política –dice loando a Cangallo-  se ha destinado a la vida pacífica de muy raros pueblos donde las órdenes se acatan, donde se respetan las autoridades y donde se cumple el deber” (id.) a diferencia de otros pueblos convulsos, expresada finalmente en el óptimo orden social obtenido Añade de que sus subordinados son: el gobernador del cercado: Nazario García; el de Carhuanca: Jacobo Marabitto; Chuschi: Teodicelo Medina; Huambalpa: Aurelio Oré; Totos: Augusto García; Paras: César Valladolid (aunque accidentalmente); y el de Vischongo: Evaristo Guerrero. El lector debe reparar que en ese momento la provincia de Cangallo tenía siete distritos y que Vilcashuamán había sido subalternada a la mínima expresión política de ser solamente un anexo del distrito de Huambalpa.

  7. En el momento que suscribe Coronado su “Memoria”, el Concejo Distrital de Cangallo estaba conformado por el Alcalde: José Prado; el Síndico de Rentas: Dionisio Obregón; y el Síndico de Gastos: Delfín Lazón. Pero también lo integraban; los siguientes inspectores: el de Instrucción: Alejandro García; de Puentes y Caminos: Albino Chávez; de Cárcel: Savino Vellido; de Higiene: Manuel Agüero; de Policía y Estado Civil: Ponciano Aguirre; de Abastos y Mercado: Juan de Dios Yuyali; de Obras Públicas: Víctor Ayala; el de Aguas: Lorenzo Inostroza; y los suplentes Baldomero Alverdi, Francisco Vellido y José Guillén. Sin embargo, párrafos antes, había hecho un informe de la conducta del alcalde Germán Guerra que, a su vez, era párroco de Cangallo. Lo había calificado como un burgomaestre de pésima gestión y protagonista de una mañosa malversación de fondos del Concejo. La aparente contradicción se explica, aclarando a título de hipótesis, que José Prado habría sustituido al cura Guerra, en razón de que los nombramientos ediles se realizaban anualmente. Además, en los hechos, el auténtico gobierno local lo ejercía el subprefecto, ya que Coronado afirma que el aseo de la ciudad corre a su cuenta y que “en relación al ornato se han enlozado las dos veredas de la única calle que existe de Cangallo, faltando para su terminación más de 300 metros en ambos costadosAgrega que existe un proyecto de mercado y de alumbrado público. En esa época, la iluminación se hacía con faroles y kerosene, como se constata en Parinacochas  (entonces la segunda provincia más importante del departamento después de Huamanga), que poseía tal sistema. Cangallo que había perdido el tren de la modernidad por la ingratitud del Estado Peruano era todavía un poblacho de noches rudimentarias, sólo iluminada por sus lunas llenas espléndidas y, en ausencia de ellas, por la Cruz del Sur encimando el Tinkaylla y la Vía Láctea derramada majestuosamente entre el orto y el austro.

  8. La educación provincial era dirigida eficientemente por el Inspector Francisco Portocarrero. En 1912, existían en la ciudad dos escuelas de instrucción primaria: una de varones y otra de mujeres. Esta última, identificada como la escuela fiscal N° 6402,  funcionaba en el local recientemente edificado para la subprefectura por el antecesor de Coronado, señor Salcedo. Recordemos que el diputado que gestionó la primera escuela para Cangallo fue José Mariano Alvarado, siendo diputado en el Congreso General de Huancayo en el bienio 1839-1840, emulando a Gervasio Álvarez, diputado huantino por Andahuaylas, que había solicitado la creación de tres escuelas para su representada. La lógica nos persuade que la escuela que hizo crear Alvarado en noviembre de 1839 habría sido entonces la fiscal de varones. Hoy la ciudad de Cangallo cuenta con las escuelas “Basilio Auqui” de varones N° 39011 y la de mujeres “Corazón de Jesús” N° 39010.

  9. Las comunicaciones eran entonces precarias. No existía todavía la carretera a Cangallo y el servicio de correo postal era irritantemente deficiente por la pérdida cotidiana de cartas o la ausencia del responsable, hechos que invitaban a los vecinos a dar alcance al postillón. Urgía pues una reorganización radical. Únicamente el telégrafo, que había sido instalado el 14 de febrero de 1912, funcionaba bien y rendía veinte libras, gracias a la eficiencia del telegrafista Manuel Morales Bernedo. Como el cuadro de distancias entre la ciudad de Cangallo y sus distritos pueden ser útiles para construir una visión histórica del desarrollo provincial (pero cuando aquéllas se medían en términos de leguas que los caminantes y las piaras de mulas tenían que superar), copiamos el que nos proporciona el subprefecto aludido, con su equivalente en kilómetros:
             De Cangallo a Chuschi:          7  leguas  o       35 kilómetros.
                                    Totos:           13     "       o       65       “
                                    Paras:           16    “        o       85       “
                                   Vischongo:      5     “        o       25       “
                                   Huambalpa:     8     “        o       40       “
                                   Carhuanca:    10     “        o       50       “

10. El poder judicial  o, si se quiere, la judicatura de la provincia, que atendía también a las necesidades de Fajardo, era desempeñada por el Dr. Manuel Muñoz. Su jubilación, ocurrida en 1912, agravó la administración de justicia por el hecho de que su reemplazante el Dr. Gerardo Sáez murió en la víspera de su viaje desde Ayacucho, además de que el recién nombrado Dr. Lucas Pedroza que residía en Coracora tardaba en integrarse, hechos que obligaban a los litigantes a viajar a Ayacucho con frecuencia. Por otra parte, la cárcel –que carecía de un alcaide por carencia de fondos- era totalmente precaria y fue la suerte o la timidez de los reos que hizo que solamente se fugara uno y no hubiese ningún amotinamiento. Los presos cangallinos y fajardinos sumaban 54: veintiocho por homicidio y veintiséis por abigeato, todos involucrados en 33 causas criminales.

11. La noble carrera de las armas –como califica el avispado subprefecto- era representado por el cumplidor sargento mayor Manuel B. Falconí. Su función principal era la conscripción, o dicho más criollamente, la captura de reclutas a través de los gendarmes.  La inclemencia de éstos con los jóvenes solteros de 19 años, o un poco más, obligaba a los muchachos de la región –todavía menores de edad- a visitar a los curas para que los casasen y librarse así del servicio militar obligatorio. Estos hematófagos de sotana, ni cortos ni perezosos, aprovechaban al máximo la ocasión para cobrar no sólo el derecho de pernada, sino para proveerse de suculentos artículos de primera necesidad y benditas monedas de plata fina. Y claro, los conscriptos brillaban por su ausencia, para irritación de Falconí.

12. La tropa de gendarmería de la plaza estaba a cargo del sargento segundo Alejandro Calderón y seis soldados: Ricardo Candioti, Paulino Contreras, Carlos Ortiz, Víctor Cárdenas, Federico Robles y Alejandro Eyzaguirre. Pese a que contaban con sólo 2 carabinas y 295 municiones, no tuvieron, por lo menos los dos últimos años, más protagonismo que la tranquilidad monacal del vecindario cangallino. La guarnición de la ciudad no ofreció pues acciones relevantes. Había también una Comisaría Rural para la vigilancia del valle del Pampas, que estaba subordinada a la subprefectura y se ubicaba estratégicamente en la localidad de Ocros, comprensión del distrito de Vischongo. El funcionario que hacía las veces de comisario-honorario era un tal Vidal Flores.

13. Cangallo carecía de una posta médica o algo parecido. Los nacimientos eran atendidos por matronas experimentadas en los propios domicilios de las parturientas. Las mujeres eran en su mayoría multíparas, pero las enfermedades infantiles eran tan comunes que las tasas de mortalidad y morbilidad fueran muy altas. Estas noticias sanitarias las dedujimos de otras fuentes. En la “Memoria” de Coronado, apenas se hace hincapié en la epidemia de tifus que asoló Cangallo dicho año de 1912 y que incluso afectó la población de educandas de la escuela que funcionaba en el flamante local subprefectural, hecho que obligó a ser exorcizado por el subprefecto como un “local infectado”. No identifica qué clase de tifus era, ni su origen, ya que la epidemia ocurrió también en Vilcas y Carahuanca, (localidades en que el mal cobró ingentes víctimas), y que todavía en 1915 hacía sus reales en una localidad tan lejana como Pullo. Sólo sabemos que en otros tiempos hubo tifus exantemático en el Pampas, aparte de las consabidas fiebre palúdica, fiebre amarilla, sarna, uta, bocio, tuberculosis, varicela, sarampión, viruela, influenza y gripe.  Lo que sorprende en numerosos informes prefecturales y los de la Junta Departamental de Ayacucho, como el de 1914, es la constante precaución de disponer de presupuestos para un médico provincial, y con emolumentos altos (Se ofrecía según el documento de la Junta de 1912 –parece erróneamente- hasta 1440 libras peruanas al año; y según otro de 1915:  240 Lp, para un médico que atienda Cangallo y Fajardo, cuando un obrero ganaba un jornal de 0.20 reales diarios). Pero éstos se resistían a trabajar en provincias que no fuese Huamanga. Recordemos que en la colonia las universidades no formaban médicos, aunque algunas graduaban ocasionalmente a estudiantes que habían cursado algunas materias de anatomía y fisiología. La poca amistad con la profesión se debía no a la falta de demanda, sino porque ella era considerada de rango menor comparada con las profesiones  teológico-filosóficas, de leyes o abogacía y las del arte militar. El boticario era de ordinario el que oficiaba de médico, y socialmente estaba ubicado en un peldaño inferior. Si no cometo un yerro mayúsculo, boticario podía ser hasta un miembro de una casta inferior como el negro o el indio; éste último ordinariamente ejercía la medicina herbolaria y las artes paranormales terapéuticas (curandería y brujería folklóricas). Por ello, en Cangallo, en plena modernidad, sobraban las comadronas, las brujas y los curanderos (yerberos y hueseros), pero escaseaba un médico. Esto contrasta con la actualidad donde es habitual encontrarse con un médico o un abogado taxistas. Sólo falta que nuestras hijas se casen con un teólogo-taxista. Por fortuna, en Cangallo, nunca hallaremos  un sujeto afectado por este síndrome, debido a que el tamaño minúsculo de la ciudad y la nula demanda de sus viandantes impiden que surjan –gracias a Dios- estos engendros demoniacos de tres llantas llamados vulgarmente mototaxis.

14. También hace una breve descripción del estado del templo católico de la ciudad. Señala que sufrió un incendio en junio de 1907. Dice que se reconstruyó apelando a la cesión de las cuartas parroquiales, el arrendamiento  y remate de los bienes de las cofradías y las pensiones eclesiásticas de la doctrina, la contribución de los fieles y los trabajos gratuitos de los indios que sólo pedían coca. El Estado también aportó 200 de los 500 soles que costó la reparación del templo. Pero anota que de este total, el párroco se apropió una parte importante, razón por la cual fue denunciado ante el fuero respectivo.

   15. Anota que la principal mercancía que sostiene la economía cangallina es el comercio de la sal que se extrae de una vertiente ubicada a tres kilómetros de la ciudad (¿Eqallo?, no la precisa). La sal es cambiada por cereales en las comunidades circunvecinas. Habla de la agricultura reducida de la provincia y de las haciendas cañaveleras de Vischongo y Carhuanca. Enfatiza el azote de una plaga de langostas en varios lugares del Pampas, incluyendo Cangallo y las haciendas mencionadas. En un documento de la Junta Departamental de Ayacucho, correspondiente a 1912, se hace mención al valle de Huatatas infestada por la misma plaga. Otro del mismo expediente revela que el monto de la contribución de  Huanta, La Mar, Cangallo y Fajardo no llegaba a 400 libras peruanas al año. Por ello, la Junta presupuestaba para obras públicas de las 7 provincias de Ayacucho sólo 140 Lp (AGN, O.L. 742-168-181). Y por ello también, en un informe de la Prefectura del Departamento correspondiente a 1913, se temía “un levantamiento de indios….los que solo ganan veinte centavos de jornal y se ven robados en la cuarta parte del fruto de su trabajo”. Se hablaba en el mismo de la “gravedad de la situación económica por la que atraviesa esta ciudad” (se refiere a Ayacucho). Imagine el lector el cuadro socio-económico de la provincia de Cangallo, coloreado  como un bodegón surrealista o un Guernica expresionista de un mísero pintor.

16.  La parte nítidamente histórica está dedicada a describir las ruinas de Vilcashuamán, haciendo hincapié en la supervivencia de “tres paredes de un perfecto cuadrado” de la plaza inca, el cabildo, el castillo y el osno (ushnu). Completa la misma con una referencia a un castillo granítico de Huambalpa. Sorprende, sin embargo, que no se ocupe de la basílica de Santa Ana de Huambalpa del siglo XVII ni del Centro Vacacional Inca de Pomacocha.

17. Nuestra casi ancestral autoridad repara en la peligrosidad crónica del río Macro en la temporada de aguas, pues la capital de la provincia de Cangallo fue víctima de un sinnúmero de horrorosas catástrofes ocasionadas por él, y pese a ello fue proverbial la ceguera y la sordera del centralismo limeño que hoy mismo, en pleno siglo XXI, sigue clamando por una buena defensa ribereña. Cangallo es una auténtica Mesopotamia (que significa “entre ríos”), debido a que está circundada por los ríos Tenería, Macro y Pampas, los dos primeros convertidos ya en torrenteras estivales debidos al cambio climático. En efecto, en el invierno serrano ya no vierten ni una de sus gotas al Pampas; y en el estío, sólo esperan un trastorno del ciclo hídrico para zarandear a la generosa Cangallo y provocar la estampida de sus habitantes hacia las carrozas de la migración. Hace referencia también a un puente estratégico del Macro y a los puentes de Espite y Paras construidos y reparados periódicamente por sus usuarios con tecnología aborigen.

18. Finalmente, habla de los indómitos morochucos, creo aterido de los conocidos miedos (casi atávicos) a estos jinetes legendarios. “En los caceríos de Pampa Cangallo –anota- distante de la ciudad 3 leguas, se encuentran los famosos Morochucos, mestizos altaneros de indomable carácter que en distintas épocas han dado pruebas de su índole de crueldad y barbarie entre las correrías de la guerra civil. Ultimamente han victimado al Comisario Cirilo Medina martirizándole con ferocidad incalificable, sin que la acción de la justicia haya pesado sobre los criminales” (id., f. 2v). Como epílogo de estos miedos pide una Comisaría para controlar a los Morochucos.

maxaguirrec@hotmail.com  
Cangallo,  4 de marzo de 2014.